
La obra gira en torno a una hipótesis bastante irreal pero inquietante: ¿qué pasaría si en unas elecciones la mayor parte de los electores votasen en blanco? A partir de esa idea, Saramago traza una trama en la que la clase política no sale muy bien parada, siendo una y otra vez humillada por una población civil que es en todo momento un ejemplo de comportamiento cívico y ético. A través de una serie de personajes que, como es habitual en sus novelas, no se presentan con un nombre propio, sino que se definen por su trabajo, su estatus social o alguna característica física (el primer ministro, el comisario, la mujer del médico…), se desarrolla una historia tan dura como la vida misma. Los oscuros engranajes del poder, las artimañas políticas de unos mandatarios que no entienden la revolución pacífica protagonizada por los habitantes de su ciudad, cobran una virulencia y una crueldad que hacen reflexionar al lector una y otra vez sobre si algo así podría ser cierto en determinadas circunstancias.
El libro enlaza con el genial Ensayo sobre la ceguera mencionado anteriormente, pues la protagonista de aquel, la única mujer que consiguió escapar a la ceguera blanca, se convierte aquí en la principal sospechosa de la "acción subversiva" puesta en marcha por los votantes en blanco. El protagonista de este otro Ensayo es un comisario que, si bien comienza su periplo a las órdenes de estos impresentables políticos, acaba planteándose la legitimidad de su acción, por lo que acaba tomando partido por aquello a lo que le llevan sus propias convicciones morales.
Desde un punto de vista ético, el libro de Saramago es una sabrosa crítica de muchos comportamientos de la sociedad actual, centrando su atención en las corruptelas y entresijos de una clase política que, incluso en las democracias, anda bastante desprestigiada. Leyéndolo podemos apreciar la fina línea que separa el ejercicio de los derechos democráticos del comienzo de una dictadura, siempre y cuando se den ciertas condiciones excepcionales como las que el autor recrea en el libro. No he podido evitar comparar determinados pasajes de esta obra con la actuación de algunos políticos de la escena internacional en relación a la escalada de inseguridad y violencia que se ha producido en el mundo de los últimos años. Y lo peor es que el final del libro -que golpea como una maza al lector- no deja lugar a la esperanza. La lucha por los ideales políticos suele cobrarse un alto precio.
Esto es lo que más me ha gustado del libro, la idea de fondo y los mensajes que lanza entre sus páginas, mensajes de plena actualidad en un mundo donde la democracia, mal que nos pese, sigue sufriendo continuas crisis y desapareciendo en lugares donde parecía más o menos sólidamente implantada. Sin embargo, desde un punto de vista más literario, Ensayo sobre la lucidez resulta un tanto árido y su lectura se hace a veces ciertamente pesada. Le falta vida y fluidez narrativa. No alcanza las cotas de calidad literaria de aquel otro Ensayo que tanto me hizo disfrutar. No obstante, es un ejemplo extraordinario de la lucidez política y social que Saramago sigue conservando a sus casi 85 años. Una lucidez que le permite escribir pasajes soberbios, aunque a veces se pierdan en un mar de palabras un tanto farragoso.