Ellos se van y nosotros nos quedamos. El fin de curso siempre tiene esas dos caras: la ilusión de empezar las vacaciones y poder al fin descansar, y la tristeza por saber que hay rostros que ya no veremos, voces que se alejan para siempre de nosotros, sueños que se construyen fuera de los muros del instituto. Cada alumno que se marcha de aquí deja algo atrás, aunque la mayoría se irán olvidando con el tiempo. Estoy segura de que muchos recordarán su paso por el instituto con una sonrisa, porque a todos nos ha pasado. Pero tienen una vida entera por delante, con proyectos que realizar y muchas personas que conocer, y poco a poco nosotros nos iremos desdibujando en su memoria. Ellos se marchan con la ilusión de quien empieza un camino nuevo, y eso les da alas para seguir adelante y no mirar atrás. Pero algunos se llevan algo más consigo, un trocito de cada uno de nosotros les acompaña sin que se den cuenta. Está ahí, escondido en sus mochilas, en los recovecos del estuche. Si buscan, seguro que nos encontrarán.
En cierto modo se te parte el corazón. Es como una pequeña ruptura amorosa de las que se superan pronto, pero que lo tiñe todo de melancolía durante un tiempo. No te acostumbras a no verles en su aula, a no encontrarles por el patio. Sabes que volverán alguna vez de visita, y que recibirás e-mails esporádicos de sus andanzas universitarias o laborales. Pero no es lo mismo. Han dejado de formar parte de tu vida, han volado.
Hasta que empieza otra vez el curso. Poco a poco las caras nuevas se van haciendo más familiares, y el proceso se repite de forma casi idéntica. Vuelves a estrechar lazos y a ilusionarte con ellos. Vuelves a empezar, y ellos contigo.
Esta es la magia de nuestra profesión. Conocer a tantos chicos y chicas diferentes, cada uno con sus miedos y sus virtudes, sus esperanzas y sus frustraciones. Cada uno con su filosofía de vida y sus proyectos. Y formar parte de sus vidas durante nueve meses o más, darles algo de ti que puede que les ayude a ser mejores personas, de eso se trata en definitiva. De estar con ellos y de escucharles, de hacerles creer que pueden llegar a donde quieran si se lo proponen. Y a cambio, recibir cariño, admiración y muchos buenos momentos (aunque también malos por supuesto).
Eso es enseñar. Eso es aprender. Eso es vivir.
Feliz fin de curso, y buen viaje a todos.
Imagen: Jeanne H. A. Cloche, MODIGLIANI. Esta ha sido la portada de mi cuaderno del profesor de este curso. Ya toca ir pensando en la del curso que viene...