Después de dos semanas algo estresantes sin tiempo apenas para actualizar el blog -aunque admito haber hecho una escapadita cerca, no todo va a ser trabajo- quiero dedicar esta entrada a un autor con mayúsculas, porque es uno de los grandes filósofos y matemáticos de la historia. Bertrand Russell (1872-1970) tuvo una vida larga, intensa y muy fructífera. Luchador y teórico incansable, nunca dejó de defender sus ideas, en pos de una sociedad más justa y un mundo mejor para vivir. Estuvo en la cárcel en dos ocasiones, una por su actividad en favor del pacifismo durante la Primera Guerra Mundial, y otra por participar en una manifestación en contra de las armas nucleares, tarea a la que dedicó los últimos años de su vida. También fue enemigo acérrimo de los fascismos, lo que le hizo dejar atrás su pacifismo para defender una intervención armada que acabara con la amenaza del nazismo en Europa. Su bibliografía es extraordinariamente extensa, y en sus obras trata sobre una multitud ingente de temas, entre los cuales podemos mencionar algunos como el control de la natalidad, los derechos de las mujeres o la existencia de Dios. Esta labor le valió la concesión del Premio Nobel en 1950, como reconocimiento a una obra literaria que asombra por su variedad y sus dimensiones.
La conquista de la felicidad tiene quizás nombre de libro de autoayuda, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un análisis claro y ameno sobre los motivos que nos hacen ser infelices y los que por el contrario pueden darnos la felicidad, explicados por una mente lúcida que recurre a toques de humor y a ironías de forma frecuente. Aunque algunos pasajes pueden haberse quedado un tanto desfasados (el libro fue publicado en 1930), es magnífico en la mayor parte de sus planteamientos, y algunas de las predicciones que en él lanza se han cumplido de forma casi literal, lo que demuestra su capacidad de anticiparse a los acontecimientos futuros.
Es difícil hacer una selección de pasajes o frases a destacar en un texto que merece ser subrayado casi por completo. Me atreveré con algunas reflexiones que me han parecido más que interesantes. Por ejemplo, para Russell una de las razones de la infelicidad reside en las altas expectativas que tenemos de nuestra propia vida. Esto es, no todos los días pueden estar llenos de momentos intensos y excitantes que nos hagan sentirnos exultantes de júbilo. En este sentido, es muy importante que la educación de los niños los prepare desde pequeños para esta realidad:
"La capacidad de soportar una vida más o menos monótona debería adquirirse en la infancia. Los padres modernos tienen mucha culpa en este aspecto; proporcionan a sus hijos demasiadas diversiones pasivas, como espectáculos y golosinas, y no se dan cuenta de la importancia que tiene para un niño que un día sea igual a otro, exceptuando, por supuesto, las ocasiones algo especiales. En general, los placeres de la infancia deberían ser los que el niño extrajera de su entorno aplicando un poco de esfuerzo e inventiva."
En otro capítulo Russell analiza el miedo a lo que los demás puedan decir de nosotros como otra de las razones de la infelicidad, y concluye con esta reflexión:
"Creo que, en general, dejando aparte la opinión de los expertos, se hace demasiado caso a las opiniones de otros, tanto en cuestiones importantes como en asuntos pequeños. Como regla básica, uno debe respetar la opinión pública lo justo para no morirse de hambre y no ir a la cárcel, pero todo lo que pase de ese punto es someterse voluntariamente a una tiranía innecesaria, y lo más probable es que interfiera con la felicidad de miles de maneras."
Me ha sorprendido que, frente a algunas corrientes de la psicología actual que centran la atención en la búsqueda de la felicidad personal dentro de uno mismo ("si no te quieres tú no te querrán los demás" vendría a ser su eslógan), Russell nos habla de una felicidad volcada hacia fuera, para la cual la mejor receta es no hacer daño a nadie, tratar de hacer que los que nos rodean se sientan a gusto, o tener un amplio abanico de ocupaciones que llenen nuestro tiempo y nos estimulen, entre otros. Naturalmente parte de la base de que no tenemos ningún problema realmente grave que nos impida ser felices en un momento dado. En condiciones normales, nos viene a decir, "el secreto de la felicidad es este: que tus intereses sean lo más amplios posible y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles."
Creo que este libro puede ayudarnos a abrir los ojos a cosas que quizás no nos hemos parado a pensar, con el fin de eliminar esas barreras -muchas veces autoimpuestas- que nos impiden ser realmente felices, a pesar de tener cubiertas la mayor parte de nuestras necesidades. Puede que nunca encontremos la receta de la verdadera felicidad, pero si vamos juntando ingredientes y los mezclamos a nuestra manera... ¿quién sabe? Quizás podamos saborearla cada vez más a menudo, y hasta coger una indigestión de vez en cuando.