domingo, septiembre 30, 2007

Dickens o el narrador-actor


A Charles Dickens le encantaba actuar. Disfrutaba leyendo ante la multitud fragmentos de sus propias novelas. Pero no se limitaba a leerlas. Por el contrario, ponía rostros y expresiones a sus personajes, dándoles vida sobre el escenario. Gesticulaba, levantaba los brazos, gritaba y susurraba, cambiando de registro su voz cuantas veces fuera necesario. Los que acudían en tropel a verle actuar salían fascinados, pues el novelista imprimía auténtica vida a caracteres que hasta entonces no poseían más sangre que la tinta impresa sobre el papel. No es de extrañar que se formaran enormes colas en el teatro para ver al genio de Dickens en acción.


¿Por qué nos fascina tanto que nos cuenten historias? Un buen narrador -oral, me refiero- debe poseer sin duda dotes de actor. Contar en voz alta es una de las tradiciones más antiguas que se conocen y, aunque la mayor parte de la población actual -al menos en los denominados países desarrollados- sepa leer y escribir, pocos pueden escapar al hechizo que posee una historia narrada de viva voz. A los niños les encanta, y son muchos los adultos que disfrutan leyendo y poniendo voces a los cuentos infantiles que les leemos antes de dormir. El teatro y el cine son el fondo lo mismo, pues se trata de insuflar vida a páginas y páginas de obras dramáticas o guiones. En estos casos el poder de la imagen puede -y de hecho muchas veces lo hace- arrinconar la magia de la mera narración.


Con toda la distancia que me separa de Dickens, puedo entender cómo llegaba a sentirse en los momentos en que todo el público le escuchaba embelesado, casi sin pestañear, aguantando la respiración mientras él actuaba sobre el escenario. Y comprendo porqué era tan feliz en esos instantes. Cuando dando clases consigo un efecto en cierto modo parecido -no es que ocurra muy a menudo, pero pasa a veces-, cuando un grupo de adolescentes inquietos devora mis palabras y las engulle, pidiendo más y guardando silencio mientras yo actúo o trato de actuar -pues todo profesor debe hacer de actor de vez en cuando, es la mejor forma de atraer la atención de este público tan peculiar-, la sensación es difícil de describir con palabras. Es algo extraordinario. Es la magia de las palabras y los gestos, la fuerza de la narración de historias. Todo un grupo de personas conectados por un finísimo hilo que normalmente tarda pocos minutos en romperse. Pero hasta que esto ocurre, hasta que la magia se desvanece... ¡qué sensación tan increíble!


Dickens no dejó de actuar hasta casi el final de su vida, aún cuando su estado de salud lo desaconsejaba. Subir al escenario era una necesidad para él, se sentía vivo cuando lo hacía. Él daba vida a sus personajes, y ellos se la daban a él. Era narrador y actor a la vez. Lástima que los que nacimos después de su muerte sólo podamos deleitarnos con su genialidad como escritor. Siempre nos faltará la otra mitad.

sábado, septiembre 22, 2007

PAUL AUSTER: La trilogía de Nueva York

Otra vez Paul Auster. Si habéis seguido este blog más o menos asiduamente, habréis descubierto ya mi pasión por este escritor. No puedo evitar volver a él cada cierto tiempo, para dejarme llevar por sus historias de optimismo y casualidades. Me reconforta leer sus libros, pasear con sus personajes por las calles de Nueva York, compartir esos encuentros mágicos que cambian la vida de los protagonistas. Por eso siempre tengo alguna novela de Auster sin leer en mi biblioteca. Esta llevaba un tiempo esperándome, y aún guardo otra más en la recámara. Son mi refugio personal.

La trilogía de Nueva York es muy diferente de otras obras de este autor. Es quizás la más extraña de todas las que he leído, y sin duda la más pesimista, pues sus protagonistas acaban en cierto modo autodestruyéndose y arruinando sus vidas, en tres historias que guardan ciertos paralelismos. Sin embargo, me ha parecido una de sus mejores novelas, por el juego psicológico tan complejo que trama Auster, que consigue atrapar al lector desde la primera página y dejarle perplejo al final de cada historia. Porque sus finales no están cerrados. Auster se guarda un as en la manga, dejando al lector con esa sensación tan extraña que transmite un final inacabado. De esta forma nos hace partícipes de lo que allí ocurre, pues cada uno puede imaginar su propia versión de los hechos.

La trilogía está formada por tres novelas cortas: Ciudad de cristal, Fantasmas, y La habitación cerrada. Las tres se engloban dentro del género detectivesco, al que Auster da una vuelta de tuerca muy original. En Ciudad de cristal, una llamada de teléfono equivocada hará que Daniel Quinn, un escritor de literatura policíaca, se convierta en un detective –curiosamente llamado Auster- que tendrá que enfrentarse a un caso muy especial, quedando atrapado en una complicada trama que le hará renegar de su propia persona hasta convertirse en un desecho humano. Fantasmas es una novela sobre un detective y un hombre vigilado por él donde los papeles de ambos se confunden hasta extremos sorprendentes. Y La habitación cerrada es la historia de un hombre fascinado desde la infancia por su mejor amigo, Fanshawe. La misteriosa desaparición de este último llevará a nuestro protagonista a vivir una vida que en principio no le correspondía, pero su obsesión por encontrarle a toda costa hará peligrar el sueño que tanto le ha costado alcanzar.

El nexo de unión entre las tres historias es la confusión de identidades, la identificación entre el detective y la persona perseguida, la fascinación por alguien llevada hasta el extremo. Sobre esta base trabaja Auster en la trilogía, llevando a sus personajes por oscuros caminos en los que se anularán a ellos mismos, llegando a adoptar personalidades o vidas muy distintas de las que llevaban. Es fascinante el modo en que el autor, que aparece en la primera de las novelas haciendo de él mismo, juega con el lector y le lleva de la mano a un lugar extraño donde nada es lo que parece, y donde los personajes se lanzan al vacío en una caída que el lector presiente fatal. Auster se cuestiona sobre lo que somos en realidad, y plantea el interrogante de hasta qué punto estamos seguros de nuestra propia personalidad. Vigilar a una persona durante día y noche, enamorarse de la mujer del amigo desaparecido y acabar viviendo con ella, son hechos que pueden provocar un cambio interior tan desconcertante que llegue a trastocar nuestra propia esencia. Hasta el punto de dejar de ser nosotros mismos.

Como podéis observar, el tema es más que inquietante. Si a eso unimos la prosa ágil y sencilla de Auster, su habilidad para tejer historias que atrapan al lector, y el fondo mágico de las calles de Nueva York, el resultado es un libro que, ante todo, no deja indiferente. Y si nos gustan las historias inacabadas de finales sorprendentes que uno tiene que pensar y repensar antes de cerrar el libro, La trilogía de Nueva York es un verdadero acierto. Es de lo mejorcito de Auster, la obra maestra de un encantador de serpientes que hipnotiza con sus palabras. Imprescindible
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Más reseñas de obras de Paul Auster:
- Leviatán
- Tombuctú
- Viajes por el scriptorium
- Brooklyn Follies

domingo, septiembre 16, 2007

Medem y el caos

Caótica Ana es una película que sólo podría haber hecho Julio Medem. Nadie como él para conjugar mitología, simbolismo, psicología y sexo en una historia tan compleja como sencilla, pues al final todo se reduce a los orígenes de nuestra existencia. En palabras de su director: “CAÓTICA ANA es una historia contra la tragedia, conducida por la fuerza del optimismo y la necesidad de ser feliz de su protagonista". Para mí es también una reivindicación de lo femenino y de la eterna lucha del Bien contra el Mal, con toda la relatividad que esconden estos términos.

La historia comienza cuando Ana, una hippie dotada de un gran talento para pintar y que vive en una cueva junto al mar con su padre, es descubierta por una mecenas, Justine. Esta la invita a acompañarla a Madrid, donde residirá en una especie de escuela-hogar para jóvenes artistas. Allí conoce a Linda, que se convierte en su mejor amiga, y se enamora -por primera vez en su vida- de un estudiante de origen saharaui, Said. Pero en esa estancia comenzará un proceso de conocimiento interior mucho más complejo, gracias a la hipnosis, que dará a Ana las llaves de una nueva dimensión dentro del caos que rige su vida. Ana es la depositaria de un secreto ancestral, de muchas vidas pasadas con un final trágico, de un origen divino relacionado con la figura de la diosa-madre y el poder procreador de las mujeres. Ese viaje mental va acompañado de un viaje real, pues Ana acabará instalándose en Nueva York, donde encuentra una estabilidad que no es tan definitiva como parece. De hecho aún deberá cumplir allí una misión, que cierra la película en un círculo completo con respecto al principio.

No creo que debamos caer en el error de comparar esta película con otras de Julio Medem, pues aún siendo muy de su estilo, guarda enormes diferencias con filmes anteriores. A destacar el trabajo de la mayor parte de sus protagonistas, con una Bebe que brilla con luz propia, además de la banda sonora y la puesta en escena. Hay que estar atentos a cada una de las frases de los actores, pues algunas encierran significados poderosos. Finalmente, los cuadros que aparecen en la película -pintados por otra de las hermanas de Medem, Sofía, inspirándose en la obra de la malograda Ana Medem- le dan un toque especial. Son pinturas inocentes pero muy expresivas, que transmiten un vitalismo fuera de toda duda. Y ese es quizás el mensaje más importante que ha querido transmitirnos su director. Porque la película es un homenaje a Ana Medem, la Ana real, quien perdió su vida trágicamente en un accidente de coche cuando tenía 22 años, cuando su carrera artística no había hecho más que empezar.

Por supuesto la película tiene sus puntos débiles. Manuela Vellés, que interpreta a Ana, no es capaz de cambiar de registro demasiadas veces. Cambia su peinado, y su forma de vestir, pero no parece asimilar que sobre sus hombros recae una pesada carga que se remonta a tiempos ancestrales. Su interpretación es quizás demasiado plana. Y el final de la película tampoco deja un sabor agradable. Es como si el caos se hubiera apropiado del propio guión, sacrificando una historia que presenta un desarrollo más que aceptable por un final con tintes reivindicativos que no acaba de encajar. Con todo, Caótica Ana es una película que los admiradores de Medem no debéis perderos. Porque vais a disfrutarla, eso sí, siempre que os dejéis llevar -un poquito- por el caos.

viernes, septiembre 07, 2007

ARTO PAASILINNA: Delicioso suicidio en grupo

Delicioso suicidio en grupo es el primer libro que cae en mis manos de este escritor finlandés. Después de leerlo, debo admitir que me ha divertido y asombrado, tanto por la temática que trata como por la forma de abordarla. Y me resulta extraño que un autor que retrata de esta manera a sus conciudadanos tenga un éxito tan arrollador en su país. Debe ser que los finlandeses tienen un gran sentido del humor. No todo el mundo es capaz de reírse de sus propios defectos. Y más cuando son tan graves como una afición desmesurada al suicidio.

Y es que, como bien indica su título, ese es el tema principal de la novela. Paasilinna parte de la premisa de que en su país el suicidio es una práctica más frecuente de lo habitual, y a partir de ella teje una historia en la que el humor negro y la sátira son los auténticos protagonistas. En el fondo, el libro constituye un canto a la vida y a los pequeños placeres que casi todos podemos disfrutar. Esos placeres son los que conforman la esencia de la felicidad. Tal es el mensaje que el autor parece querer transmitir a sus compatriotas a lo largo de las páginas de esta novela.

La historia comienza cuando Rellonen, un empresario arruinado y con un matrimonio infeliz a cuestas, decide poner fin a su vida. No obstante, en el instante en que se dispone a realizar su propósito en un lugar cuidadosamente elegido para ello, conoce al también suicida en potencia coronel Kemppainen, a quien salva de una muerte segura. Esa coincidencia marcará el inicio de una extraña amistad entre ambos protagonistas, lo que les hará olvidar sus penas durante un tiempo. Fruto de esta relación será la puesta en marcha de un plan muy original: reunir a un grupo más amplio de personas que deseen participar en un suicidio colectivo.

De esta manera, Rellonen y Kemppainen irán aglutinando a su alrededor a un grupo de personajes que tienen como objetivo común poner fin a sus vidas. El grupo acabará recorriendo media Europa en busca de un escenario perfecto donde llevar a cabo su propósito. En ese camino sus vidas empezarán a cambiar, y encontrarán respuestas a muchas preguntas. Hasta el punto de que llegará un momento en que dudarán del objetivo que les hizo emprender dicha aventura.

Paasilinna destila un humor corrosivo y ácido. Sus personajes no tienen nada que perder –no en vano aspiran al suicidio-, por lo que sus comportamientos y comentarios no tienen desperdicio. Desde el “seminario de suicidiología” convocado por Rellonen y Kempainnen, hasta las incursiones del tétrico grupo en los fiordos noruegos o las montañas suizas buscando esa forma romántica de morir, el libro está lleno de momentos cómicos donde la sátira y la burla subyacen en cada esquina. El alcoholismo, otro de los vicios al parecer más extendidos entre los finlandeses, también es caricaturizado en esta novela.

Puede que no estemos ante una obra maestra de la literatura, pero no puedo dejar de recomendar este libro. Porque darle la vuelta a un tema tan escabroso como es el suicidio y convertirlo en algo cómico es tarea harto difícil, y Paasilinna lo consigue con soltura. Con su libro, el autor ha pretendido dar una lección de vida y una inyección de moral. La felicidad está al alcance de nuestras manos Para Paasilinna, el contacto con otras personas parece ser la clave esencial. El no sentirse solo, el tener amigos en los que apoyarse, es uno de los mejores antídotos contra la depresión. Y no importa que nuestros amigos estén desesperados y tengan motivos para suicidarse: un buen viaje, paisajes maravillosos y comida y conversación agradables pueden curar hasta el alma más herida. Una deliciosa receta para sonreir.

Otras reseñas de obras de Arto Paasilinna:
- El molinero aullador

sábado, septiembre 01, 2007

De vuelta, otra vez

Vuelvo de mi segunda escapada de este verano. Esta vez mis pasos me han llevado más lejos, a un lugar que he soñado visitar durante años. Tierras míticas que se nutren de héroes como William Wallace y genios como Walter Scott o Conan Doyle. Elemental, queridos bloggeros, estoy hablando de Escocia.

Han sido unos días mágicos. Paseos por carreteras perdidas entre lagos y montañas. Miradas arriesgadas al abismo de los acantilados. El azul inmenso del Atlántico. La tranquilidad hipnótica de las ovejas. El hechizo encantador de los castillos. Y una ciudad, Edimburgo, que florece con los festivales de agosto hasta convertirse en un lugar casi de ensueño.

Como siempre, os dejo unas fotillos. Por cierto, mi brazo está mucho mejor. Preparándose para empezar el curso, que está a la vuelta de la esquina.

Y casi sin darme cuenta mi blog ha cumplido su primer año de existencia.

Mil gracias a todos por estar ahí. No habría llegado hasta aquí sin vosotros.

Y ahora, a por un año más.