Hace tiempo que quería dedicarle una entrada a esta maravillosa actriz. Y ahora que ya he visto sus interpretaciones en dos películas extraordinarias, Revolutionary Road y The Reader, me he dicho que ya era hora de rendirle mi pequeño homenaje. Siempre me ha gustado su forma de actuar, y ese rostro dulce que esconde una personalidad compleja pero con las ideas muy claras, como se desprende de las entrevistas que he podido leer de ella. Disfruto viéndola trabajar, me creo sus papeles, me contagia su pasión por los personajes que interpreta. Me alegró mucho que le dieran la estatuilla a la mejor actriz, aunque me gustó más en Revolutionary Road, donde comparte cartel con un impecable Leonardo Di Caprio que, no obstante, queda empequeñecido ante la fuerza de su compañera.
Revolutionary Road es de esas películas que se te agarran por dentro y no te sueltan durante semanas, porque abre heridas que prácticamente todos tenemos o podemos experimentar en algún momento de nuestras vidas. El fin del sueño juvenil, la renuncia ¿obligada? a llevar una vida distinta, a no caer en los tópicos sociales que nuestra sociedad nos inculca desde que somos pequeños. La creencia en que la nuestra será diferente, en que nosotros somos especiales, se rompe en mil pedazos en este largometraje dirigido por el que en la actualidad es su marido, Sam Mendes. No he leído la novela original de Richard Yates en la que se basa el filme, pero la historia es absorbente y desgarradora, es una tragedia anunciada en la que el espectador asiste a una caída a los infiernos de la convivencia gracias al trabajo de dos actores que bordan sus papeles. Espero poder leer el libro algún día y comprobar si esa fuerza dramática es un mérito de la versión cinematográfica o por el contrario es obra personal del propio Yates.
La película que al final le ha valido el Óscar, The Reader, comparte con la anterior características dramáticas, aunque las historias no tienen absolutamente nada que ver. En ella Winslet interpreta a uno de esos personajes redondos tan fascinantes para el mundo de la literatura o del cine. Son caracteres que nos producen rechazo, a la vez que despiertan nuestra compasión, dependiendo de lo que les veamos hacer en un momento determinado y del rumbo que acaben tomando sus vidas. La actriz vuelve a sorprendernos con una interpretación magistral, acompañada por un Ralph Fiennes que a mí me sigue resultando difícil separar de la piel del enigmático Conde Almasy.
En ambas películas Winslet interpreta a mujeres heridas por el dolor, en ambientes y circunstancias distintas, y con una carga emocional completamente diferente. Pero las dos interpretaciones son mágicas, convirtiendo en carne y hueso lo que en principio eran personajes literarios. Las adaptaciones cinematográficas de novelas no son siempre afortunadas -más bien suele suceder lo contrario- pero en este caso ambas películas han salvado con nota ese obstáculo. Y aunque dejan un regusto amargo, como todos los dramas, se disfruta de veras viendo trabajar a estos actores.
Gracias Kate.
Revolutionary Road es de esas películas que se te agarran por dentro y no te sueltan durante semanas, porque abre heridas que prácticamente todos tenemos o podemos experimentar en algún momento de nuestras vidas. El fin del sueño juvenil, la renuncia ¿obligada? a llevar una vida distinta, a no caer en los tópicos sociales que nuestra sociedad nos inculca desde que somos pequeños. La creencia en que la nuestra será diferente, en que nosotros somos especiales, se rompe en mil pedazos en este largometraje dirigido por el que en la actualidad es su marido, Sam Mendes. No he leído la novela original de Richard Yates en la que se basa el filme, pero la historia es absorbente y desgarradora, es una tragedia anunciada en la que el espectador asiste a una caída a los infiernos de la convivencia gracias al trabajo de dos actores que bordan sus papeles. Espero poder leer el libro algún día y comprobar si esa fuerza dramática es un mérito de la versión cinematográfica o por el contrario es obra personal del propio Yates.
La película que al final le ha valido el Óscar, The Reader, comparte con la anterior características dramáticas, aunque las historias no tienen absolutamente nada que ver. En ella Winslet interpreta a uno de esos personajes redondos tan fascinantes para el mundo de la literatura o del cine. Son caracteres que nos producen rechazo, a la vez que despiertan nuestra compasión, dependiendo de lo que les veamos hacer en un momento determinado y del rumbo que acaben tomando sus vidas. La actriz vuelve a sorprendernos con una interpretación magistral, acompañada por un Ralph Fiennes que a mí me sigue resultando difícil separar de la piel del enigmático Conde Almasy.
En ambas películas Winslet interpreta a mujeres heridas por el dolor, en ambientes y circunstancias distintas, y con una carga emocional completamente diferente. Pero las dos interpretaciones son mágicas, convirtiendo en carne y hueso lo que en principio eran personajes literarios. Las adaptaciones cinematográficas de novelas no son siempre afortunadas -más bien suele suceder lo contrario- pero en este caso ambas películas han salvado con nota ese obstáculo. Y aunque dejan un regusto amargo, como todos los dramas, se disfruta de veras viendo trabajar a estos actores.
Gracias Kate.