miércoles, diciembre 31, 2008

Mis mejores lecturas del 2008

Como ya recordaréis, el año pasado por estas fechas hice una pequeña selección de libros que me habían sorprendido o gustado por encima de los demás. Este año, para instaurar ya una especie de tradición, me he decidido a hacer lo mismo. Así que ahí va mi lista de lecturas destacadas de este 2008 al que le quedan muy pocas horas:

- CRISTINA FERNÁNDEZ CUBAS: Todos los cuentos. Es el último que he reseñado, y mi gran descubrimiento de este año. He pasado unas horas maravillosas leyéndolo.

- IAN McEWAN: Expiación. Otro título absorbente y escrito de forma exquisita. Otro autor al que tengo que volver (ya tengo preparado en la recámara Chesil Beach).

- DAVID TRUEBA: Saber perder. Ha sido mi libro del verano. Los personajes me encandilaron, y la historia me atrapó desde el principio.

- JOHN STEINBECK: Las uvas de la ira. Un libro desgarrador e hipnótico.

- SAM SAVAGE: Firmin. Me enamoré de este ratoncito desde el principio. Encantador.

- VASSILI GROSSMAN: Vida y destino. Una obra maestra aunque difícil de leer.

- ALBERTO MÉNDEZ: Los girasoles ciegos. Uno de los libros que más me ha emocionado. ¡Aún no he sido capaz de ver la película!

De nuevo dejo atrás autores tan importantes como Vila-Matas, Millás, Marai... He escogido aquellos libros que me han marcado de forma especial, bien por su trama, por la caracterización de los personajes, por la forma de escribir de sus autores... Son mi acervo literario del 2008, mi maleta de lecturas que me acompañará siempre. Porque lo maravilloso de cada libro es su manera de perdurar en nuestro interior. Algunas lecturas nos hacen incluso cambiar el prisma a la hora de mirar el mundo y la realidad. Somos más ricos cuanto más leemos, estoy más que convencida de ello.

Ahora os toca a vosotros dejarme vuestras recomendaciones del 2008, para seguir llenando mi libretita de títulos imprescindibles para los próximos meses.

Felices lecturas y feliz 2009.

Imagen: Monica reading, de ANNE BELOV

domingo, diciembre 28, 2008

CRISTINA FERNÁNDEZ CUBAS: Todos los cuentos

Este es uno de los pocos libros que he comprado casi sin pensar. Llevaba unos días viéndolo en La casa del libro, y una tarde lo cogí y empecé a hojearlo. Cinco minutos después estaba esperando en la cola de la caja para comprarlo. Me atrajeron de él un cúmulo de cosas: su portada, donde aparece un sugestivo óleo de un pintor que no conocía, Mark Keller; la cuidada edición de Tusquets (fondo negro con caracteres blancos, igual que el diseño de mi blog); y por encima de todo, como no podía ser menos, los pocos fragmentos que tuve tiempo de leer por encima. Fue una decisión acertada pues, una vez terminado, debo decir que nos hallamos ante un libro muy especial, una obra maestra del cuento fantástico, que la autora eleva a cotas inesperadamente altas para este género. En definitiva, una lectura más que imprescindible.

El libro reúne los veinte relatos de los cinco libros de cuentos que la autora ha escrito y publicado hasta la fecha: Mi hermana Elba, Los altillos de Brumal, El ángulo del horror, Con Agatha en Estambul, y Parientes pobres del diablo. Como colofón se incluye un relato muy original, El faro, en el cual el principio se corresponde con un cuento que Edgar Allan Poe dejó inacabado (sólo lo comenzó). Pues bien, la habilidad de Fernández Cubas logra conducir la historia hasta un final sorprendente que probablemente habría deslumbrado al propio Poe, con ecos de Lovecraft y de sus misteriosos seres monstruosos.

Es la primera vez que leo a esta autora, y ha sido toda una experiencia. Cada relato es distinto del anterior, pero todos consiguen atrapar al lector desde las primeras líneas, algo difícil en este género. Todos los cuentos del volumen son apasionantes. Abundan los finales ambiguos y misteriosos, que dejan al lector desconcertado a la vez que maravillado ante lo que acaba de leer. La fantasía y el terror reinan en un mundo poblado por espíritus, pueblos encantados y objetos que esconden secretos extraordinarios. Un mundo que se extiende por lugares tan remotos como África o la lejana Rusia. Un mundo donde se dan cita viejos internados, casonas aisladas en el campo, conventos de clausura, pueblos perdidos en la montaña, junto a lugares tan poco originales en principio como una oficina o una casa junto a la playa. Los escenarios y los personajes cambian una y otra vez, pero el halo de misterio que se crea en cada historia nos arrastra hasta el punto de que resulta prácticamente imposible dejar de leer hasta llegar al final del relato. Y cuando una historia termina, los personajes y lo allí narrado siguen bailando en nuestra cabeza, hasta que un nuevo misterio atrapa de nuevo nuestra atención.

La prosa de Fernández Cubas es deliciosa. Pocas veces he tenido la oportunidad de leer algo tan bien escrito y tan sugerente. Se hace preciso saborear cada párrafo, cada frase, pero al mismo tiempo la vista avanza rápida absorta en lo que está ocurriendo ante nuestros ojos y deseosa de adivinar lo que va a acontecer unos instantes más tarde. Como vengo haciendo habitualmente, os dejo una muestra para abriros el apetito. En este caso se trata del inicio del cuento llamado Ausencia:

"Te sientes a gusto aquí. Estás en un café antiguo, de veladores de mármol y camareros decrépitos, apurando un helado, viendo pasar a la gente a través del cristal de la ventana, mirando de vez en cuando el vetusto reloj de pared. Las once menos cuarto, las once, las once y diez. Hasta que de pronto -y no puedes explicarte cómo ha podido ocurrir- sólo sabes que estás en un café antiguo, apurando un helado, viendo pasar a la gente a través de los cristales y mirando de vez en cuando hacia el reloj de pared. "¿Qué hago yo aquí?" te sorprendes pensando. Pero un sudor frío te hace notar que la pregunta es absurda, encubridora, falsa. Porque lo que menos importa en este momento es recordar lo que estás haciendo allí, sino algo mucho más sencillo. Saber quién eres tú."

El suplemento Babelia del pasado sábado cita a esta obra entre una de las diez mejores del año. Me sumo a la recomendación. Lástima no haber descubierto a Cristina Fernández Cubas con anterioridad. Enhorabuena a Tusquets por esta cuidada edición que me ha permitido acercarme a esta original autora. Definitivamente un diez. Y no os sorprendáis si mientras leéis en la oscuridad de la noche os descubrís a vosotros mismos mirando de reojo la puerta de la habitación o vuestro reflejo en el espejo del fondo. Entonces habréis entrado de lleno en el mundo de Fernández Cubas.

sábado, diciembre 20, 2008

Por unas Navidades distintas

Bueno, otra vez han pasado semanas sin dejarme caer por aquí. Ha sido imposible dedicarle un rato al blog, entre exámenes, cuadernos, un curso que tenía que terminar, y evaluaciones todas las tardes. Las últimas semanas antes de las vacaciones de Navidad son tremendas. El tiempo vuela y las tareas se acumulan. Al final llega la recompensa, el descanso, la recuperación del tiempo libre -si bien en estas fechas la acumulación de reuniones sociales absorben también gran parte de nuestro tiempo-. Tener ratitos para leer, acurrucada en el sofa con un libro en una mano y un café caliente en la otra. Algo tópico, de acuerdo, pero no me negaréis que es uno de los mayores placeres a los que podemos entregarnos en estos días invernales.

Los que frecuentáis este espacio ya sabéis que no soy una adicta a las Navidades. De hecho estas fechas me vuelven un poco melancólica. Pienso en otro año que se acaba (aunque me rijo más por el año escolar, el que comienza en septiembre y termina en junio), y que aún me quedan muchos proyectos por delante, y que si no me apresuro quizás no llegaré a tiempo de hacer todo lo que he soñado hacer en mi vida. Pienso en el frío, en la cantidad de personas que en estos días están solos, en los animales abandonados y en los recogidos en residencias que esperan alguien que les adopte y les lleve a un lugar más confortable. Sé que son fiestas para disfrutar y pasarlo bien, para hacer y recibir regalos, para pasar buenos ratos con la familia y amigos. Y aunque lo intento, no puedo evitar pensar en esas otras cosas que siempre han empañado mi visión de la Navidad. ¿Qué ocurre con todos los que quedan fuera del sistema? ¿Los que no hacen ni reciben regalos? ¿Los que no pueden comprar nada? ¿Los que pasan frío mientras nosotros andamos calentitos entre celebración y celebración?

Sin ánimo de amargar las Navidades a nadie, creo que todos deberíamos pararnos a pensar un poco en ello. Intentar no sucumbir a las comilonas interminables, a la acumulación de regalos innecesarios, al derroche en un mundo que se nos queda pequeño y que en muchos aspectos estamos dejando medio moribundo. Son fechas para divertirse, es cierto, pero también para ser conscientes de todo aquello que no funciona y que deberíamos intentar mejorar. Y hacer lo que podamos para conseguirlo. Por esta razón quiero recomendaros que veais un vídeo que un compañero me mostró hace poco y que puede ayudarnos a abrir los ojos ante la avalancha consumista que nos engulle en estos días. Está dividido en tres partes porque es un poco largo, pero merece la pena dedicarle un rato y pararse a pensar después.



Podemos seguir como hasta ahora y cerrar los ojos ante todas las desgracias, todo lo feo que nos rodea.O podemos aportar pequeños granitos de arena, pequeños cambios en nuestra manera de actuar y de ser que vayan construyendo poco a poco una montaña, en la que quepamos más personas y donde todo esté más repartido. Hay sitio para muchos más en la cima, que es más grande de lo que pensamos. Puede parecer una utopía, pero no por ello debemos dejar de intentarlo.

Felices Fiestas a todos.


miércoles, noviembre 26, 2008

BERTRAND RUSSELL: La conquista de la felicidad

Después de dos semanas algo estresantes sin tiempo apenas para actualizar el blog -aunque admito haber hecho una escapadita cerca, no todo va a ser trabajo- quiero dedicar esta entrada a un autor con mayúsculas, porque es uno de los grandes filósofos y matemáticos de la historia. Bertrand Russell (1872-1970) tuvo una vida larga, intensa y muy fructífera. Luchador y teórico incansable, nunca dejó de defender sus ideas, en pos de una sociedad más justa y un mundo mejor para vivir. Estuvo en la cárcel en dos ocasiones, una por su actividad en favor del pacifismo durante la Primera Guerra Mundial, y otra por participar en una manifestación en contra de las armas nucleares, tarea a la que dedicó los últimos años de su vida. También fue enemigo acérrimo de los fascismos, lo que le hizo dejar atrás su pacifismo para defender una intervención armada que acabara con la amenaza del nazismo en Europa. Su bibliografía es extraordinariamente extensa, y en sus obras trata sobre una multitud ingente de temas, entre los cuales podemos mencionar algunos como el control de la natalidad, los derechos de las mujeres o la existencia de Dios. Esta labor le valió la concesión del Premio Nobel en 1950, como reconocimiento a una obra literaria que asombra por su variedad y sus dimensiones.

La conquista de la felicidad tiene quizás nombre de libro de autoayuda, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un análisis claro y ameno sobre los motivos que nos hacen ser infelices y los que por el contrario pueden darnos la felicidad, explicados por una mente lúcida que recurre a toques de humor y a ironías de forma frecuente. Aunque algunos pasajes pueden haberse quedado un tanto desfasados (el libro fue publicado en 1930), es magnífico en la mayor parte de sus planteamientos, y algunas de las predicciones que en él lanza se han cumplido de forma casi literal, lo que demuestra su capacidad de anticiparse a los acontecimientos futuros.

Es difícil hacer una selección de pasajes o frases a destacar en un texto que merece ser subrayado casi por completo. Me atreveré con algunas reflexiones que me han parecido más que interesantes. Por ejemplo, para Russell una de las razones de la infelicidad reside en las altas expectativas que tenemos de nuestra propia vida. Esto es, no todos los días pueden estar llenos de momentos intensos y excitantes que nos hagan sentirnos exultantes de júbilo. En este sentido, es muy importante que la educación de los niños los prepare desde pequeños para esta realidad:

"La capacidad de soportar una vida más o menos monótona debería adquirirse en la infancia. Los padres modernos tienen mucha culpa en este aspecto; proporcionan a sus hijos demasiadas diversiones pasivas, como espectáculos y golosinas, y no se dan cuenta de la importancia que tiene para un niño que un día sea igual a otro, exceptuando, por supuesto, las ocasiones algo especiales. En general, los placeres de la infancia deberían ser los que el niño extrajera de su entorno aplicando un poco de esfuerzo e inventiva."

En otro capítulo Russell analiza el miedo a lo que los demás puedan decir de nosotros como otra de las razones de la infelicidad, y concluye con esta reflexión:

"Creo que, en general, dejando aparte la opinión de los expertos, se hace demasiado caso a las opiniones de otros, tanto en cuestiones importantes como en asuntos pequeños. Como regla básica, uno debe respetar la opinión pública lo justo para no morirse de hambre y no ir a la cárcel, pero todo lo que pase de ese punto es someterse voluntariamente a una tiranía innecesaria, y lo más probable es que interfiera con la felicidad de miles de maneras."

Me ha sorprendido que, frente a algunas corrientes de la psicología actual que centran la atención en la búsqueda de la felicidad personal dentro de uno mismo ("si no te quieres tú no te querrán los demás" vendría a ser su eslógan), Russell nos habla de una felicidad volcada hacia fuera, para la cual la mejor receta es no hacer daño a nadie, tratar de hacer que los que nos rodean se sientan a gusto, o tener un amplio abanico de ocupaciones que llenen nuestro tiempo y nos estimulen, entre otros. Naturalmente parte de la base de que no tenemos ningún problema realmente grave que nos impida ser felices en un momento dado. En condiciones normales, nos viene a decir, "el secreto de la felicidad es este: que tus intereses sean lo más amplios posible y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles."

Creo que este libro puede ayudarnos a abrir los ojos a cosas que quizás no nos hemos parado a pensar, con el fin de eliminar esas barreras -muchas veces autoimpuestas- que nos impiden ser realmente felices, a pesar de tener cubiertas la mayor parte de nuestras necesidades. Puede que nunca encontremos la receta de la verdadera felicidad, pero si vamos juntando ingredientes y los mezclamos a nuestra manera... ¿quién sabe? Quizás podamos saborearla cada vez más a menudo, y hasta coger una indigestión de vez en cuando.

lunes, noviembre 10, 2008

NICK HORNBY: Alta fidelidad

Alta fidelidad es un libro sorprendente. Es fresco y divertido, engancha desde la primera página, y además está bien escrito. Es uno de esos libros que uno no puede dejar de leer con una sonrisa, viendo reflejados sus propios comportamientos o los de algún amigo o amiga muy cercano. Y si además nos gusta la música, aún se disfruta más, pues las referencias a canciones de los 60, 70 y 80 son constantes a lo largo de la novela. Hacía tiempo que no leía un libro tan entretenido, y confieso que lo he saboreado de principio a fin.

Rob Fleming está a punto de cumplir 36 años, tiene una tienda de discos antiguos en el centro de Londres, y su novia, Laura, acaba de dejarle. Este suceso desencadenará una serie de reflexiones que Rob va dejando caer ante el lector envueltas en listas de sus cinco cosas preferidas, tal como él mismo comenta al empezar el libro: "Mis cinco rupturas amorosas más memorables". Por supuesto, Laura no se encuentra en dicha lista, porque al principio Rob está demasiado enfadado con ella para admitir el dolor que le causa esta ruptura. No obstante, a lo largo de los capítulos siguientes, asistimos a un cambio progresivo en su forma de ver la realidad y de valorar las relaciones de pareja. En esa evolución tendrán un papel importante sus amigos, Barry y Dick, y la aparición de una cantante americana por la que Rob se sentirá atraído. De este modo, nuestro protagonista acabará encontrando respuestas para muchas de las preguntas que no puede evitar formularse, y recompondrá (más o menos) una vida sentimental algo complicada que hasta ese momento no había sabido encauzar.

Hornby es un gran creador de personajes, especialmente masculinos. Rob, Barry y Dick aparecen nítidamente dibujados, cada uno a su manera. El primero es el eterno adolescente que todos llevamos dentro, que se pregunta una y otra vez qué es lo que quiere y qué necesita verdaderamente para ser feliz, alguien que a sus 36 años aún no está seguro de sus sentimientos. En definitiva, una persona que se busca a sí misma y que es capaz de aprender de sus errores y recapacitar, aunque a veces le cuesta bastante trabajo. Al ser él mismo el narrador de la historia, su sinceridad con el lector es casi absoluta. De este modo, nos deja párrafos tan profundos como este:

"A lo largo de los últimos dos años, aquellas fotos mías de cuando era niño, las fotos que nunca quise que vieran mis novias, han empezado a producirme una punzada de no sé qué, porque no es exactamente infelicidad, pero sí un pesar a la vez llevadero y profundo. Hay una en la que salgo con un sombrero de vaquero, apuntando con un revólver a la cámara, empeñado en parecer un perfecto vaquero pero sin conseguirlo (...) Quiero pedirle disculpas a ese pequeño, decirle que lo siento, que le he decepcionado. Yo era el que presuntamente tenía que cuidar de él, pero la he jodido: me equivoqué en los momentos malos, y ese crío ha terminado por convertirse en mí."

Los personajes de Barry y Dick son antagónicos. El primero es un tipo duro y desagradable, que no admite muchas opiniones aparte de la suya, pero que al final acaba incluso cayendo simpático al lector. Es quizás el más divertido, por sus ocurrencias. Dick es más tímido, y pasa más desapercibido, aunque constituye un soporte sólido para Rob. Con él compartirá confidencias que no se atreve a confiar a Barry. Sin embargo es el trío completo el que hace que el libro adquiera una magia especial.
La novela fue adaptada al cine en el año 2000 en una versión que refleja muy bien el espíritu del libro y que me encantó, dirigida por Stephen Frears, con el carismático John Cusack en el papel de Rob. En este caso, cuando terminé de leer el libro, me di cuenta de que en realidad ningún otro actor habría resultado tan creíble en ese papel. Rob y Cusack son una misma persona. Muy recomendable la película, y por supuesto también el libro. Porque habla sobre personas normales, con dilemas normales, y que siempre guardarán algunas preguntas para las que no podrán encontrar respuestas. Todo ello aderezado con toques de humor e ironía más que exquisitos. El libro perfecto para pasar un buen rato y acabar la lectura con una enorme sonrisa en los labios.

viernes, octubre 31, 2008

Sicko, de Michael Moore

Me gusta Michael Moore. Me gusta su forma de denunciar los trapos sucios y los grandes problemas que afectan a la sociedad estadounidense. Bowling for Columbine me pareció un gran documental, arriesgado y veraz. Lo mismo me ocurrió con Fahrenheit 9/11. Y ahora he vuelto a sentir algo parecido con Sicko, la película donde Moore destapa la corrupción y las terribles prácticas de las compañías de seguros médicos de EEUU, a la vez que defiende la instauración de la sanidad pública como solución para los millones de personas que en ese país quedan fuera del sistema médico privado.
EEUU es un país de contrastes, y en este aspecto es quizás más evidente que en muchos otros. Es increíble que la mayoría de sus habitantes no dispongan de seguro médico. Que las facturas del hospital y de operaciones necesarias para salvar la vida arruinen a muchas familias. Que incluso aquellos "afortunados" que disfrutan de un seguro vean como cuando de verdad les hace falta el seguro busca cualquier excusa para no pagarles una operación que podría salvarles la vida. Que un hombre pierda dos dedos en un accidente y sólo pueda recuperar uno de ellos porque no puede pagarse los dos. Y que los responsables de esta barbaridad no dejen de tener beneficios (estas compañías presentan un nivel de ingresos que llega a resultar insultante) y estén utilizando parte de esas ganancias en sobornar a políticos para que el proyecto de una sanidad pública jamás vea luz verde.

En el documental Michael Moore vuelve sus ojos hacia algunos países que sí cuentan con un sistema sanitario estatal, y no duda en visitar sus hospitales y hablar con sus médicos para que los estadounidenses sean conscientes del abismo que les separa de otras naciones en este sentido. Pregunta a los pacientes cuánto pagan por cada noche de hospital, cuánto por cada consulta médica, si han tenido que esperar durante horas para ser atendidos. La respuesta es siempre negativa. Interroga a los médicos y se sorprende al averiguar que sus sueldos no están nada mal, que no viven en condiciones precarias y que no tienen que decirle "no" a un paciente porque no tenga dinero. El polémico director se pasea por Canadá, Francia y Gran Bretaña, pensando que no se vive mal en estos países, y que las estadísticas dicen que la esperanza de vida es mayor allí que en su país de origen. Y que ni franceses, canadienses ni británicos pagan más impuestos. Es sólo que estos se reparten mejor. Y que la sanidad es un derecho de todos sus ciudadanos, como lo es la educación. Y lo mejor es que -al menos por el momento- nadie se plantea que esto pueda desaparecer.

Michael Moore no visita España en su película. Quizás aquí se habría encontrado con un sistema con más problemas y carencias que el francés, pues todos sabemos que la Seguridad Social tiene que mejorar mucho y acabar de una vez con esos vicios adquiridos que la hacen lenta e ineficaz en muchas ocasiones. Pero cuando uno termina de ver Sicko, con una mezcla de emoción y rabia a la vez, no puede dejar de sentirse afortunado por vivir en un país donde algo tan básico como la salud está al alcance de la mano de todos sus habitantes; donde un médico no tiene que plantearse el no atender a un paciente por motivos económicos; donde al fin y al cabo se es más feliz. Porque si caer enfermo es un fastidio, y una tremenda desgracia cuando se trata de algo grave, imaginad lo que debe ser vivir con el miedo a que esa enfermedad se lleve por delante nuestros ahorros, nuestra casa y todo lo que tenemos. O algo aún peor, que no tengamos nada y la enfermedad sea una sentencia de muerte segura por la imposibilidad de ser tratada. Debe ser terrible vivir con esa espada de Damocles encima.

lunes, octubre 20, 2008

ENRIQUE VILA-MATAS: Exploradores del abismo

Tenía ganas de leer a Vila-Matas desde hace tiempo. He escuchado grandes elogios hacia su obra, aunque también críticas no muy favorecedoras. Me apetecía acercarme a ese universo tan personal que hace que algunos le adoren y otros no le soporten. Y elegí comenzar por este libro. La experiencia ha sido enriquecedora, aunque aún ando algo aturdida y con la impresión perenne de que no he llegado al final. Tengo la sensación (real) de que no he sabido desbrozar bien esta colección de cuentos y me he dejado cosas entre la maleza. Se me escapan muchos simbolismos, muchos significados ocultos. Pero a pesar de ello he caído rendida ante este autor que presenta muchas concomitancias con Auster, y que incluso llega a hacerlo aparecer (muy de pasada) en uno de los relatos que componen Exploradores del abismo.

Los protagonistas de esta inquietante colección de relatos tienen todos algo en común, pues se encuentran al filo del abismo, caminando justo en el borde que los separa de la locura y la sinrazón (aunque a veces caminen más dentro del abismo que fuera). Las propias circunstancias personales del autor explican la elección de estos personajes, pues el libro, como es bien conocido, fue escrito tras una larga convalecencia que tuvo confinado a Vila-Matas durante bastante tiempo. Estos seres al borde del abismo han heredado una fuerte impronta de esta experiencia, pues todos ellos parecen habitar a medias en la realidad y a medias en un mundo metaliterario donde nada es lo que parece.

Si tuviera que elegir los relatos más conseguidos, me quedaría con Así son los autistas, que empieza de manera casi desternillante (pocas veces me he reído sola con un libro, y esta ha sido una de ellas), para adentrarse después en vericuetos mucho más complejos sobre los misterios del comportamiento humano. En Fuera de aquí Vila-Matas rinde homenaje a Vasili Grossman y escribe un cuento ambientado en Rusia donde los personajes tienen nombres muy parecidos a los que desfilaran por las páginas de Vida y destino. Sin embargo, es el inquietante Porque ella no lo pidió el que se eleva por encima de los demás cuentos, por su trama, que se adentra en el juego de confusión entre novela y realidad que tanto nos gusta a algunos lectores, y porque escoge personajes reales que se convierten en protagonistas de una historia que (supongo) sólo estaba en la cabeza del autor. De todos, este es el relato de tintes más austerianos, y de hecho el mismo Auster aparece mencionado en él.

Estoy segura de que volveré a leer a Vila-Matas, porque me apetece adentrarme en su particular forma de escribir, en esas obsesiones que lo hacen distinguirse de otros escritores y crear un universo tan original. Es un viaje alucinante a lo más profundo de la ficción literaria y con un sentido del humor que me ha hecho reír. A todos los que os interese este libro, no puedo dejar de recomendaros la estupenda reseña que de él ha escrito el autor de un blog magnífico que he descubierto hace poco, El dormitorio de Maud, quien hace una disección completísima de la obra , demostrando ser un gran conocedor de la narrativa de este autor.

Para terminar, os dejo con unas palabras del propio Vila-Matas, cuando en una entrevista le preguntaron sobre cuáles eran los peligros más latentes en la vida del escritor:

"Ser excesivamente realista y quedarse solo. A veces a través de la ficción se dice la verdad y ahí viene el problema, nadie soporta que uno diga cosas que ha pensado, que aunque sean muy graves y peligrosas, ¿por qué no decirlas? Para eso estoy en la escritura, no simplemente para escribir luces e historias de amor.

Yo iba a titular mi primer libro, cuando tenia 22 años, Un lugar aparte. Me dijeron que no podía poner este titulo, que lo cambiara y me pusieron un titulo muy ridículo que no quiero ni citar. Pero mi primer libro era Un lugar aparte, que es quizá donde yo me situaría.

Pues bienvenido a ese lugar.

sábado, octubre 11, 2008

Una de cine

Como estos días ando algo apuradilla y sin demasiado tiempo para leer, os dejo unas cuantas recomendaciones cinematográficas de películas que me parecen muy interesantes, ahora que llega el mal tiempo y apetece más ir al cine.

La primera es Caramel, de Nadine Labaki, una coproducción francesa y libanesa que esconde una historia tan bella como delicada. Se trata de la relación entre un grupo de mujeres que trabajan en una peluquería de Beirut, y que tienen en su amistad el mejor apoyo para enfrentarse a las desilusiones a las que las vida nos lleva a veces de forma inevitable. Los personajes son ricos en matices, y la labor de los actores me parece magistral. La película se mueve entre lo dramático y lo cómico, llevando al espectador desde unas sensaciones a otras con gran fluidez. El tono en general es alegre, y junto a la exaltación de la amistad, se tratan temas como la homosexualidad, las relaciones extraconyugales, la falta de libertad que el Líbano sigue aún viviendo en algunos aspectos y el choque entre la mentalidad tradicional y la moderna que defienden los jóvenes. Es este quizás uno de los pilares de Caramel, que ofrece una imagen muy interesante de las mujeres libanesas. Estas se mueven entre sus deseos de libertad, de ser bellas y parecerlo (no en vano la acción transcurre en un salón de belleza), pero tienen que respetar ciertos convencionalismos sociales si quieren seguir adelante con su vida y ser aceptadas por los demás. Ciertamente, una película más que recomendable. No os la perdáis.Then she found me (desconozco cómo la han traducido al español) es una comedia romántica alejada del tópico de pastel infumable que muchas veces nos regala este género. El esquema sí es el habitual: chica encuentra a chico, chico se enfada con chica, y al final todo se olvida y acaban felizmente juntos. Pero durante el transcurso de esta aventura, una serie de acontecimientos complicarán considerablemente el anunciado final feliz. Lo mejor, los actores. Juzgad vosotros mismos: Helen Hunt, Colin Firth (soy una fan devota de este hombre, y en esta película es aún más adorable que en El diario de Bridget Jones), Bette Midler y Mathew Broderick. Humor inteligente, enredos y desenredos, y una interpretación muy acertada componen un todo ingenioso y divertido que resulta en pantalla. Además la película está dirigida por la mismísima Helen Hunt, y creo que sale más que airosa de esta tarea.

Y por último, como no podía ser menos, debo recomendaros encarecidamente que veáis la última de Woody Allen, uno de mis directores fetiche, al que me alegro de volver a ver en plena forma después de aquella Scoop que me decepcionó bastante. Vicky Cristina Barcelona me ha encandilado, por muchas razones. Los actores están soberbios. No sólo los consagrados, de los que el tándem Bardem-Cruz destacan por su fuerza y esa química que ya pudimos disfrutar en Jamón Jamón. Rebecca Hall, que interpreta a Vicky, está brillante, para mi gusto por encima de Scarlett Johanson, pues llena la pantalla con sus apariciones y contagia al espectador de sus dudas y sus neurosis, que podrían ser las propias de cualquiera de nosotros. El mensaje de la película, la moraleja, si puede llamarse así, es triste, demoledor incluso, pero está tan bien interpretada y el guión es tan ágil y cómico que uno cae en sus redes desde el primer minuto, lo que se hace más fácil aún al discurrir en escenarios tan familiares como Barcelona y Oviedo. Es el Woody Allen más cercano que quizás nunca hemos tenido. Eso sí, hay que intentar ver la película en versión original. El personaje encarnado por Penélope Cruz debe perder mucha fuerza en la versión doblada. Si no os da miedo el inglés, animaos. El resultado bien vale la pena.

jueves, octubre 02, 2008

PAUL AUSTER: Viajes por el Scriptorium

Este libro me ha dejado un sabor de boca agridulce. Aunque se reconoce el estilo de Auster en muchos aspectos del mismo, no es el tipo de historia a la que nos tiene acostumbrados. Confieso que, a medida que avanzaba en su lectura, echaba de menos ese Auster optimista que nos habla de personajes que, si bien comienzan siendo perdedores, acaban encontrando un resquicio de luz y un lugar en un mundo que en un momento dado les había cerrado sus puertas. Por el contrario, Viajes por el scriptorium es un libro más bien pesimista, claustrofóbico, en el que pueden hallarse muchas claves del universo austeriano, y en que el lector avezado de este autor encontrará un elenco que no le costará reconocer, compuesto por los personajes creados por Auster a lo largo de su trayectoria literaria.

Debo advertiros que es difícil comentar este libro sin "destripar" en cierto modo su final aunque éste puede ser más o menos previsible cuando aún faltan bastantes páginas para concluirlo.

Míster Blank, el protagonista de la historia, está encerrado en una habitación sin recordar absolutamente nada. Los objetos que le rodean tienen una serie de carteles donde se indica la denominación de los mismos. Lleva puesto un pijama y su percepción de la realidad se halla francamente mermada, pues piensa y actúa a cámara lenta, sin ser capaz de tomar decisiones ni de ejecutar movimientos de una manera ordenada. Sobre un escritorio, una pila de fotografías y documentos son su única llave hacia un pasado que siente pesado sobre sus hombros. Porque, a pesar de que sospecha que se está cometiendo una tremenda injusticia con él, no puede apartar de su persona un enorme sentimiento de culpa.

Míster Blank va a recibir de forma sucesiva la visita de una serie de personajes cuyos nombres nos resultan conocidos, pues han desfilado con anterioridad por otras obras del autor. No es difícil deducir que el propio Míster Blank es una trasposición del Auster escritor, en un estado algo deplorable y con los achaques propios de la edad anciana. Incluso los momentos "sexuales" que aparecen en la novela son en cierto modo patéticos, y nos muestran a alguien vencido por la edad y por las circunstancias, acosado por recuerdos que están ahí pero que él no es capaz de recomponer dentro de su cabeza.

Auster vuelve a jugar con la fantasía y la realidad al crear una trama que consigue atrapar al lector enfrentando al creador con sus criaturas, que han tomado las riendas de la acción para jugar con Míster Auster-Blank al juego del equívoco y el desconcierto. Como es habitual en él, el autor introduce una historia secundaria dentro de la historia principal que complica aún más el que parece ser un intrincado misterio, pero que al final resulta no serlo tanto.

Esta es la novela más extraña que he podido leer de Auster y, aunque no puedo decir que no me haya gustado, tampoco me ha entusiasmado en exceso. El personaje de Míster Blank es demasiado extraño, no resulta creíble, aunque no creo que en esta novela eso suponga un problema. Es una caricatura de sí mismo, y su comportamiento errático que en ocasiones podríamos tildar de obsceno, no me han convencido en absoluto. No sé muy bien qué es lo que Auster buscaba con este libro, pero a pesar de que ha conseguido una obra en parte bien resuelta y original, es a la vez tan extraña que durante su lectura es difícil sentir el regusto que nos brindan otras obras del autor. Aunque para gustos no hay nada escrito, yo me quedo con el Auster enamorado de Brooklyn y de la Trilogía de Nueva York, que tan buenos ratos me ha proporcionado en numerosas ocasiones. Esperemos que esta vena surrealista no le aparte de ese universo tan fascinante que sólo él es capaz de tejer.

Más reseñas de obras de Paul Auster:
- Leviatán
- Tombuctú
- La trilogía de Nueva York
- Brooklyn Follies

domingo, septiembre 28, 2008

Adiós Paul


Cada mirada se hurta

cada boca enmudece
cada párpado cae
cada estrella caduca

Idea Vilariño

Paul Newman (1925-2008)

domingo, septiembre 21, 2008

ALBERTO MÉNDEZ: Los girasoles ciegos

Llevaba mucho tiempo queriendo leer este libro, pues habían llegado a mis oídos muy buenos comentarios sobre él. Así que, cuando se estrenó su adaptación cinematográfica, y para evitar lo que me ocurriera atrás con Expiación, me fui corriendo a una librería a comprarlo para no dilatar más su lectura. Ahora estoy deseando ver a Javier Cámara y Maribel Verdú en una película que, no obstante, sé que será dura y terrible, pero presiento totalmente necesaria para todo aquel que quiera disfrutar de un rato de buen cine. Del mismo modo, si amáis la literatura, bien escrita y profunda, la que es capaz de dejar una huella imborrable con el paso del tiempo, no debéis dejar de leer este libro, corto pero plenamente intenso en emociones y en destrezas literarias. Transcribo aquí unas líneas para que juzguéis por vosotros mismos:

"El invierno estaba pegado a los balcones acechando la tibieza y el olor a achicoria del interior de la casa."

"Madrid estaba al fondo como un escenario, salpicando la tibieza del aire con los perfiles de una ciudad apagada que la luna dibujaba a su pesar."


"Hay
una oscuridad para los vivos y una oscuridad para los muertos, y el capitán Alegría las confundió porque no trató de abrir los ojos, pero al oír su propio llanto supo que aquél no era el silencio de los muertos. Estaba vivo."

Lástima que este sea el primer y único libro de Alberto Méndez, un autor que falleció en 2004 y que alcanza aquí cotas muy altas en lo que a calidad literaria se refiere. Su prosa está teñida de poesía y de hondas reflexiones, que dejan al lector la impresión de que cada frase, cada párrafo, está pensado con la precisión propia de un relojero. Ninguna palabra sobra ni falta en estas páginas. En este sentido, pocos reproches pueden hacerse a esta recopilación de cuentos que ha ganado varios premios y ha sido ya traducida a nueve idiomas.

Son cuatro las historias que vertebran el libro, fechadas en los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, desde 1939 hasta 1942. La última de ellas, la más bella desde mi punto de vista, la más emocionante (en el sentido de despertar emociones, de hacer sentir de verdad al que la lee), es la que da nombre al libro. Los personajes de cada uno de los cuentos son distintos, aunque las historias no son completamente independientes y guardan relación entre ellas. Los protagonistas tienen el sello de lo inolvidable, de ser personas fuera de lo común que el autor consigue hacer creíbles a fuerza de darles humanidad: el capitán del ejército franquista que decide rendirse el mismo día de la victoria de su bando sobre los republicanos; el adolescente poeta que se enfrenta a lo más bello y lo más terrible de la existencia tras huir con su joven novia embarazada; el preso político que, teniendo en sus manos la llave para escapar de una muerte segura, decide ser fiel a la verdad aún sabiendo las terribles consecuencias de dicha decisión, y por último la historia de Elena, convertida en objeto de deseo de un religioso tenaz que traerá la desgracia escondida en su sotana, y que en la pantalla están interpretados por dos grandes actores como son Maribel Verdú y Javier Cámara.

Conociendo el trasfondo que rodea a los cuatro cuentos es fácil concluir que no nos encontramos ante un libro fácil de leer. Son historias duras que, a pesar de que no tengan una base real, reconocemos como verosímiles, aunque cambien los rostros y los nombres. Personas que se vieron atrapadas por unas circunstancias terribles, dispuestas a luchar por sobrevivir, pero decididas a renunciar a la vida si ésta suponía dejar a un lado los valores que habían defendido hasta el momento. Eso es lo que convierte a estas historias en algo fuera de lo común.

Aunque pueda parecerlo a primera vista, no creo que Los girasoles ciegos caiga en el maniqueísmo de dividir a la sociedad española entre los vencedores malos y los vencidos buenos. Hay que ir más allá. Una reflexión de uno de los protagonistas puede ser la clave en este aspecto:

"¿Son estos soldados que veo lánguidos y hastiados los que han ganado la guerra? No, ellos quieren regresar a sus hogares, adonde no llegarán como militares victoriosos sino como extraños de la vida, como ausentes de lo propio, y se convertirán, poco a poco, en carne de vencidos. Se amalgamarán con quienes han sido derrotados, de los que sólo se diferenciarán por el estigma de sus rencores contrapuestos. Terminarán temiendo, como el vencido, al vencedor real, que venció al ejército enemigo y al propio. Sólo algunos muertos serán considerados protagonistas de la guerra."

¿Cabe añadir algo más? La guerra sólo deja desolación y muertes. Muy pocos son los que salen victoriosos de ella, muchos pierden algo o todo lo que les ataba a la vida. Alberto Méndez ha escrito uno de los libros más hermosos sobre las terribles consecuencias de una guerra que, aún después de tanto tiempo, sigue estando muy presente en las mentes de miles de españoles. De ahí que sea necesario que la literatura, y el cine, no la releguen al poso del olvido.

viernes, septiembre 12, 2008

Un viaje de dos años

Parece mentira que ya hayan pasado dos años desde que inicié esta aventura que se ha venido llamando Perdidaentrelibros. Durante este tiempo el blog se ha convertido en una de mis mayores satisfacciones, aunque a veces no encuentro el tiempo necesario -supongo que nos sucede a todos- para comentaros muchas cosas que me gustaría compartir con vosotros: lo que disfruté el otro día con la película de Mamma Mía; el descubrimiento gracias a mi amiga Ernestina (gracias guapísima, eres un sol) de una poetisa increíble, Idea Vilariño, de la que os hablaré algún día; los nervios de los primeros días de clase que cada vez están más cerca... Aunque los libros siguen siendo el protagonista indiscutible de este espacio, pues fueron los culpables en cierto modo de su nacimiento, he disfrutado muchísimo relatando las anécdotas de mis escapadas, comentando algunos artículos de la prensa que me han llamado la atención, o incluso compartiendo algún poema o alguna creación propia que han irrumpido medio a escondidas por aquí. La posibilidad de crear y mantener esta rincón es un regalo, y vuestras visitas y comentarios son la mejor recompensa por las horas invertidas en ello.

Espero poder seguir con esta tarea durante mucho tiempo más -ya veremos cuánto, la vida da muchas vueltas, para bien y para mal- porque ciertamente creo que merece la pena. Es enriquecedor completar mis impresiones de las lecturas con las vuestras. Los libros se vuelven más interesantes, se hacen redondos con la incorporación de otros puntos de vista, y para los devoradores de libros supongo que es casi una necesidad que esto sea así.

Por otra parte he tenido la oportunidad de conocer otros blogs que me han fascinado, con gente estupenda detrás que a veces siento tan cercanos como si vivieran en mi misma ciudad. La lista de blogs que me gusta visitar se hace cada vez más larga, y resulta difícil estar al día de todas las entradas, pero es un placer encontrar un ratito para perderme en esos rincones personales con tanta vida y tantas cosas que contar.

Por ello quería celebrar con todos vosotros este segundo aniversario, dando mil gracias a todos los que habéis pasado por aquí, y a los que lo hagáis en el futuro. Es un placer compartir esta experiencia, y espero poder seguir haciéndolo en el futuro. Como regalo de aniversario os dejo un extracto de uno de mis poemas preferidos, Ítaca de Kaváfis, que fue el que escogimos a finales del curso pasado para despedir a los compañeros que se iban para desearles muchísima suerte en el camino que acababan de emprender. La misma que os deseo a todos vosotros. Un abrazo.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes

y el feroz Posidón no podrán encontrarte

si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,

si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,

que sean muchos los días de verano;

que te vean arribar con gozo, alegremente,

a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,

y comprar unas bellas mercancías:

madreperlas, coral, ébano, y ámbar,

y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

sábado, septiembre 06, 2008

VASILI GROSSMAN: Vida y destino

Vida y destino no es un libro fácil de leer. Ya lo intuía antes de abrirlo por la primera página. Y esta dificultad radica no sólo en su extensión (1113 páginas), sino en la cantidad de personajes que aparecen en él -tantos que se ha incluido al final del libro un anexo para aclarar quién es quién-, el cambio constante en la novela de un escenario a otro, y la dureza de los acontecimientos que Grossman nos narra. No obstante, ello no es óbice para destacar a esta novela como una verdadera obra maestra, uno de esos libros con pasajes que se agarran por dentro y no te dejan en mucho tiempo. Un libro emocionante e imprescindible para conocer el impacto brutal que el estalinismo y la Segunda Guerra Mundial tuvieron en Rusia.

Grossman vertió mucho de su propia biografía en la novela, y fue testigo de la mayor parte de los acontecimientos que en ella se narran. Así ocurre por ejemplo en la batalla de Stalingrado, uno de los sucesos claves de la guerra, donde el propio autor trabajó como corresponsal del periódico Estrella Roja. Él mismo sufrió la represión estalinista en lo que se refiere a la publicación de su obra pues, aunque la finalizó en 1960, en plena era Kruschev, por lo que pensó que su salida a la luz sería relativamente fácil, se equivocó. De hecho Grossman murió en 1964 creyendo que su novela jamás sería publicada, pues todas las copias menos una fueron destruidas en vida del autor. Esa única copia que sobrevivió sería finalmente editada en francés en 1980.

La mayor parte de los personajes están relacionados entre sí por lazos familiares o de amistad. Sin embargo, en el momento en que transcurre la acción se encuentran diseminados por toda la geografía rusa, debido a los designios del destino impuestos por las purgas estalinistas y por la misma guerra. De este modo los escenarios más diversos se alternan en el relato, desde los campos de concentración alemanes hasta el Stalingrado sitiado de la guerra o la dureza de la estepa calmuca. Gracias al anexo mencionado más arriba, el lector puede recordar la filiación de cada uno de los personajes, pues es fácil olvidarlo cuando se produce alguno de esos cambios de escenario. Por otro lado, Grossman añade una dificultad extra al utilizar distintas denominaciones para algunos personajes, lo que desconcierta al lector exigiéndole sin duda un esfuerzo de atención suplementario. Entre todo este maremágnum de identidades, algunos de esos personajes cobran una intensidad especial. Esto ocurre con el físico Shtrum, cuyas vivencias personales se entretejen con las del autor, y que tiene que sufrir en sus propias carnes el dilema moral de denunciar una injusticia arriesgando su trabajo, o callar y ser fiel a las directrices del régimen para no sufrir represalias. O con el comisario Krímov, que acaba siendo víctima del totalitarismo de un sistema que él ha defendido con entereza.

Pero si uno se arma de paciencia y está dispuesto a realizar dicho esfuerzo, Vida y destino es una obra mayúscula. Hay momentos en ella de una intensidad arrolladora, tanto que secuestran al lector, por muy dramática que sea la situación narrada. Ello ocurre con la carta que la madre de Shtrum envía a su hijo desde el campo de concentración donde está presa, o con la descripción de la muerte de un grupo de judíos en una cámara de gas. Es en estos momentos cuando la prosa de Grossman alcanza una belleza y una altura que se han conseguido en muy contadas obras de la literatura universal. Además son habituales las reflexiones de orden moral en toda la novela, reflexiones que nos hablan de un autor enamorado de su país, defensor del comunismo pero despojado de los excesos del totalitarismo en que se acabó convirtiendo, acérrimo enemigo de la violencia y con una fe absoluta en la bondad que esconde el ser humano y que es susceptible de salir a la luz incluso en la más adversa de las situaciones. Es lo que se desprende de palabras como éstas:

"El fascismo y el hombre no pueden coexistir. Cuando el fascismo vence, el hombre deja de existir, quedan sólo criaturas antropoides que han sufrido una transformación interna. Pero cuando es el hombre, el hombre dotado de libertad, razón y bondad, el que vence, es el fascismo el que muere y aquellos que se habían sometido a él vuelven a ser hombres."

"Todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido a un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la humanidad todos los esfuerzos que han hecho los hombres para justificarlo han sido en vano."

"Cuanto más se abren ante mí las tinieblas del fascismo, más claro veo que lo humano es indestructible y que continúa viviendo en el hombre, incluso al borde de la fosa sangrienta, incluso en la puerta de las cámaras de gas."

"Era imposible imaginar que aquellos cadáveres, con la boca y los ojos hundidos, hubieran sido hasta hace poco seres vivos con nombres y direcciones, hombres que decían: "Bésame amor mío, querida, y sobre todo no me olvides", que soñaban con una jarra de cerveza, que fumaban cigarrillos"

A pesar de sus dificultades, estamos ante una de esas obras que se publican muy de cuando en cuando y que merecen una especial atención. Merece la pena adentrarse en esta epopeya rusa, sortear sus complejidades y realizar un sobreesfuerzo cuando sea necesario. La recompensa es muy gratificante, tanto desde el punto de vista literario como humano. Es el legado de un hombre y de una forma de pensar -la creencia en la libertad y la dignidad del ser humano por encima de todo- que ha sido el motor del cambio en la historia y debería seguir siéndolo en el futuro. Y eso no conviene olvidarlo jamás.

He tomado los datos de la biografía de Grossman de una estupenda reseña que no puedo dejar de recomendar aquí, que profundiza mucho más que esta servidora en el análisis de la novela: El lector a la sombra: Vida y destino de Vasili Grossman

miércoles, septiembre 03, 2008

Las cadenas de John Grisham

Me sorprendió la honestidad que demostró John Grisham en una entrevista que leí hace poco en El País Semanal. El autor (que admite que lo que él hace no es literatura) confesó su rígida disciplina a la hora de trabajar, un método que le ha permitido publicar una gran cantidad de libros (muchos de ellos best sellers) y vender más de 25o millones de ejemplares en todo el mundo. Es el ejemplo perfecto de la literatura concebida como un simple negocio de entretenimiento, de lo cual Grisham es perfectamente consciente:

"Tengo muy presentes a mis lectores. Ellos son la razón de todo esto. Son increíblemente fieles, aunque, en cierto modo, estoy sometido a sus exigencias. Mis fans saben perfectamente cuál es la fecha de publicación de mis libros, y esperan pacientemente a que llegue. Pero no me puedo salir mucho del guión. A veces me gusta probar con otro tipo de libros, pero si lo que publico no es un thriller legal, a mis lectores no les hace mucha gracia (...) En este sentido estoy un poco atado: siento que no les puedo defraudar, así que intento darles un buen libro de suspense legal cada año."

Cuando el periodista le pregunta sobre la línea divisoria entre entre literatura y entretenimiento, Grisham contesta:

"Yo sé que lo que yo hago no es literatura. Para mí, el elemento esencial de la ficción es el argumento. Mi objetivo es conseguir que el lector se vea impelido a pasar las páginas a toda velocidad. Si quiero lograr eso, no me puedo permitir el lujo de distraerlo. Tengo que mantenerlo en vilo, y la única manera de hacerlo es utilizando las armas del suspense. No hay más. Si me pongo a intentar entender las complejidades del alma humana, los defectos de carácter de la gente y cosas de ese tipo, el lector se distrae, y eso es un lujo que no me puedo permitir."

Aunque es de agradecer su sinceridad a la hora de responder estas preguntas, no he podido evitar sentir cierta pena al leer estas afirmaciones, y eso que estamos hablando de un hombre al que sus obras han hecho bastante rico. Me parece triste que un escritor (aunque sea de best sellers) se sienta atado de esa manera por su público, que según las palabras de Grisham, aparecen un poco "aborregados", pues no quieren oír hablar de posibles cambios en la forma de escribir de su idolatrado autor. Me resulta triste también que su objetivo sea que el lector pase las páginas del libro lo más rápido posible, sin pararse a disfrutar de la magia de la lectura, de esas frases que a veces leemos y releemos para interiorizarlas y sentir con mayúsculas lo que quieren transmitirnos.

Esa tristeza está escondida tras las mismas palabras de Grisham a lo largo de la entrevista, que trasluce una especie de lamento personal por la pérdida de libertad que ha sufrido como autor. Creo que Grisham se ha convertido en un esclavo de su propio éxito. Y eso es algo muy grave para un escritor, por muchos millones que gane cada vez que publica un best seller. Quizás si se olvidara del público y de las cifras de ventas sería un buen novelista, y sería capaz de llegar mucho más lejos a la hora de escribir. Perdería lectores -y ceros en su cuenta corriente, sin duda- pero ganaría libertad. Todo tiene un precio.

domingo, agosto 31, 2008

Tulipanes y chocolate

Anna Frank, Rembrandt, Van Gogh, Rubens... Vengo cargada de recuerdos, de momentos robados a la historia y de visiones de arte maravillosas. Y cómo no, de sabores y olores inolvidables. Holanda y Bélgica tienen eso y mucho más.

¿Qué deciros de Amsterdam? Supongo que muchos de vosotros ya habréis paseado por sus canales, viendo las curiosas casas flotantes que jalonan toda la ciudad. También habréis podido disfrutar de las obras de Vermeer y Rembrandt en el Rijksmuseum (la hipnótica Ronda de noche invita a contemplarla durante horas), y sin duda os habréis dejado arrastrar por el colorido y la pincelada vigorosa del genio de Van Gogh en el impresionante museo dedicado a su obra. Seguro que habéis contenido el aliento ante el claustrofóbico encierro de Anna Frank y su familia. Y algunos ya conoceréis esos curiosos locales llamados coffee shops donde es habitual tomar algo más que un café. Amsterdam está llena de vida, de turistas y de holandeses que disfrutan las calles y todo lo que la ciudad ofrece. Es un lugar único, especial.

Tuvimos la oportunidad de hacer una escapada a las afueras, pasando por pueblos tan increíbles como Edam, Volendam o Marken. Lugares de postal, detenidos en el tiempo, donde las prisas y el ajetreo cotidiano parecen no tener cabida. Hasta la gente que paseaba en bicicleta iba sonriendo, como si las preocupaciones se desdibujasen entre los jardines y el agua de los canales.

La siguiente escala fue Gante, en Bélgica. Nos quedamos allí tres noches, en un B&B encantador que recomiendo encarecidamente a los que alguna vez paséis por allí (Logidenri). Aunque el tiempo no acompañaba, la ciudad lucía igualmente hermosa. Puentes, fachadas antiguas y más canales se desplegaban por sus calles. Ya olía a gofres y a chocolate, pues no en vano Bélgica es un sueño para los amantes de estos delicatessen.

Desde allí nos fuimos a visitar Amberes (con una plaza preciosa, pero sin demasiado que ver en general) y la encantadora Brujas, donde un paseo en barco nos mostró unos rincones de ensueño y donde es una delicia perderse por sus calles sin rumbo fijo para disfrutar de su tranquilidad. Su plaza central o Grote Markt es una mezcla de colores y edificios que son capaces de embrujar al turista más experimentado.

Y el punto final fue Bruselas, la capital de Europa. Dos ciudades en una, pues poco tienen que ver la ciudad baja y la alta que se reparten el suelo de este enclave urbano. Su ayuntamiento es uno de los edificios góticos más bellos que he visto nunca. Las fachadas decoradas con imágenes de comics, los pubs donde se pueden beber las más de 400 variedades de cerveza que poseen los belgas (nosotros probamos unas cuantas, pero no llegamos ni a la décima parte, me temo), y una vida nocturna increíble en las calles del centro, la convierten en un sitio ideal para pasar un par de días entretenidos e interesantes, si además se visita la parte donde se encuentran los edificios de la UE.

En definitiva, un viaje estupendo en el que lo único que no nos ha acompañado demasiado ha sido el tiempo. Pero ¿qué mas da un poco de lluvia cuando uno tiene en las manos un gofre con chocolate fundido para llevarse a la boca mientras disfruta de estos maravillosos lugares?

lunes, agosto 18, 2008

Un descanso

Como viene siendo habitual al final del verano, dejo el blog durante un par de semanas para hacer un viajecito y tomarme un pequeño descanso. Esta vez me marcho a Holanda y Bélgica, a recorrer varias ciudades que siempre he deseado conocer: Amsterdam, Gante, Brujas, Amberes y Bruselas. Cuando vuelva, espero compartir con todos vosotros algunas impresiones del viaje, la reseña de un libro impresionante, Vida y destino de Vasili Grossman, que casi he terminado, y por supuesto la celebración del segundo aniversario de Perdida entre libros, que nació allá por septiembre del 2006 y que -quién lo iba a decir- aún perdura dos años después, con ilusión renovada y ganas de seguir al menos un añito más. Mientras tanto, os dejo algunas fotos de un rincón bellísimo que tenemos muy cerquita de España: el cabo de San Vicente en Portugal, donde estuve hace unos días y tuve ocasión de admirar estas espectaculares vistas. Nos vemos en septiembre.

viernes, agosto 08, 2008

IAN McEWAN: Expiación

Cometí el error de ver la película Expiación antes de leer el libro de Ian McEwan en el que está basada. Y fue un error no porque no me gustara, que me encantó, y además me pareció de lo mejor que había visto en mucho tiempo, sino porque cuando hace unas semanas comencé a leer el libro, no podía evitar que los rostros de los protagonistas tuviesen un parecido excesivo con los actores que los interpretaban. Así Cecilia me miraba con los ojos de Keira Knightley, y el desdichado Robbie era en realidad James McAvoy con el atuendo de un soldado de la Segunda Guerra Mundial. Me habría gustado más que esos rostros surgieran poco a poco a través de las descripciones del autor, y que fueran adquiriendo nuevos rasgos página tras página, como ocurre cuando leo cualquier novela. Me fascina esa capacidad de la literatura de crear imágenes en nuestra mente, de construir auténticas películas donde los personajes pueden parecerse o no a alquien conocido o, por el contrario, ser puro fruto de nuestra invención. Es la imaginación la que trabaja, guiada por las líneas del libro. Y eso es algo que no se puede conseguir cuando las imágenes entran directamente por nuestra retina, como ocurre en el cine.

Dicho esto, tengo que admitir que Ian McEwan es uno de mis descubrimientos de este año (llevo un año muy productivo en este sentido, no hago más que encontrar autores "nuevos" que me enganchan). Su escritura es fluida, con un ritmo lento pero eficaz, y con una riqueza de matices que pocos escritores alcanzan. De hecho, como suele ocurrir a menudo, la adaptación cinematográfica está muy por debajo de la calidad literaria que destila este libro. En la novela los personajes son más complicados, y sus pensamientos se abren al lector con una amplitud imposible de alcanzar en el celuloide. De este modo, incluso el principal suceso que desencadena los terribles acontecimientos que cambian para siempre la vida de Robbie, adquiere una nueva luz, un nuevo significado, cuando entramos de lleno en la cabecita de Briony y llegamos a entender -que no a justificar- su forma de actuar en aquellos momentos.

Briony es una niña con una imaginación desbordante, en esa edad que la confina aún al mundo de los niños, pero cuya mente escapa mucho más allá para adentrarse en los entresijos de las pasiones adultas. Mientras se dedica a escribir cuentos e incluso una obra de teatro, sueña con que algo fuera de lo común le suceda, algo que le haga convertirse en la protagonista de su propia novela, sacándola de la feroz rutina en que vive inmersa. Cecilia, su hermana mayor, es una joven algo aburrida, que no tiene muy claro qué hacer una vez finalizados sus estudios, y que siente fascinación por Briony y su otro hermano, Leon. En cambio, sus sentimientos hacia Robbie, el hijo de una de las trabajadoras de la casa, con quien se ha criado desde pequeña, son algo más confusos. Un suceso inesperado en una fuente y una carta algo obscena escrita por Robbie que llega por equivocación a manos de Cecilia, desencadenarán una pasión arrolladora entre ambos, fatalmente interrumpida cuando aún se encontraba en ciernes. Esa pasión se transformará en un amor profundo por parte de ambos jóvenes, que deberá luchar por sobrevivir con la entrada en prisión de Robbie, acusado de un delito que no había cometido, y al posterior estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Expiación es en el fondo una hermosa historia de amor, donde se respira la tragedia de dos amantes separados por las circunstancias. Es además una historia con una protagonista indiscutible, la traición, que provoca la entrada en prisión de Robbie y la ruptura de relaciones entre Cecilia y el resto de su familia. Los que saben la verdad, los que podrían liberar a Robbie, callan, cada uno por diferentes razones, lo que añade aún más dramatismo a la historia.

Los personajes están muy bien trabajados, adquieren vida propia casi sin esfuerzo por parte del lector. La ambientación es espléndida, especialmente en la descripción de las escenas acontecidas durante la guerra. La evacuación de las tropas británicas en Dunkerque en mayo de 1940, con sus extremas dificultades y su terrible balance en pérdidas humanas, o la estancia de los heridos en los hospitales militares donde Briony y Cecilia acaban trabajando, son dos de los mejores ejemplos. Si a esto añadimos unos pasajes con una prosa casi poética en ocasiones, nos queda un conjunto más que brillante en general. La soledad del Robbie soldado, aguijoneada por sus pensamientos eternamente anclados en su amada Cecilia, quedan patentes en palabras como estas:

"Sus recuerdos más sensuales -los pocos minutos en la biblioteca, el beso en Whitehall- se habían descolorido a fuerza de rememorarlos. Se sabía de memoria algunos pasajes de sus cartas, había revivido la pelea por el jarrón junto a la fuente, rememoraba el calor del brazo de ella en la cena en que los gemelos se fugaron. Estos recuerdos le sostenían, pero no era tan fácil. Demasiado a menudo le recordaban dónde estaba la última vez que los había evocado. Se hallaban en el extremo más distante de una gran división en el tiempo, tan importante como la de antes y después de Cristo. Antes de la cárcel, antes de la guerra, antes de que ver un cadáver se hubiese convertido en algo trivial".

Ian McEwan llega aún más lejos al jugar con el lector borrando la línea que separa realidad de ficción, aunque la verdad no se descubre hasta casi la última página del libro. Un efecto que consigue aturdir y emocionar al mismo tiempo. Los que hayáis visto la peli sabréis de lo que estoy hablando.

Espero no haber desmenuzado demasiado la trama, para no haceros desistir a la hora de leerlo. Es otra de mis recomendaciones de este verano. Tanto si conocéis la historia como si no, Expiación es un ejemplo de buena literatura, con todos los ingredientes que gustan a los gourmets de los libros: amor, traición, guerra y sorpresa final. ¿Hay una mejor receta para disfrutar y sentir entre las páginas de una novela?

En la imagen, Keira Knightley (Cecilia) y James McAvoy (Robbie) en la escena del jarrón en la fuente, una de las más trascendentales de la novela.

Más reseñas sobre obras de Ian Mc Ewan:
- Chesil Beach