lunes, diciembre 28, 2009

HÉLÈNE BERR: Diario

"Cuando escribo "judío" no traduzco mi pensamiento, porque para mí no existe esa distinción: no me siento diferente de los demás, nunca llegaré a considerarme parte de un grupo humano segregado, quizá por esto sufro tanto, porque ya no comprendo. Sufro al ver la maldad humana. Sufro al ver cómo el mal se abate sobre la humanidad: pero como siento que no formo parte de ningún grupo racial religioso, humano (porque siempre implica orgullo), sólo me sostienen mis luchas y mis reacciones, mi conciencia personal."

En este hermoso párrafo se contiene la esencia principal del Diario de Hélène Berr, un libro tan real como la vida misma, y por ello emotivo y cargado de un significado que pocas obras pueden alcanzar. Junto al famoso Diario de Ana Frank, constituye uno de los documentos más reveladores sobre la persecución que sufrieron los judíos durante los tenebrosos años del nazismo, en este caso en el París ocupado por los alemanes.

Hélène escribió este diario entre abril de 1942 y marzo de 1944. Perteneciente a una familia judía, ella y sus hermanos habían nacido todos en París, y su padre había incluso luchado al servicio de Francia durante la Primera Guerra Mundial. Este dato es importante para comprender por qué Hélène, como ella misma confiesa, no percibe la identidad judía como algo suyo. Ella se siente una chica más, una francesa o europea como tantas, aunque el sufrimiento de otros judíos la hará sentirse más cerca de este grupo de lo que hubiera deseado en un principio.

Hélène es una brillante estudiante en la Sorbona cuando París es ocupado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Melómana y gran lectora, la joven Hélène verá ensombrecerse la ciudad que tanta luz y felicidad le ha traído hasta entonces con la presencia de los alemanes y la publicación de las primeras disposiciones contra los judíos. Su mundo de clases, charlas y reuniones con sus amigos, sus conciertos y paseos por entornos como los jardines de Luxemburgo, comienza a resquebrajarse de una manera acelerada, a pesar de que ella trata de mantener la normalidad de su vida en la medida de lo posible. A ello le ayuda la presencia de Jean Morawiecki, un joven estudiante del que Hélène se enamora perdidamente y que será el destinatario final de su Diario.

Una de las primeras normas dictadas contra los judíos es la obligatoriedad de portar la famosa estrella amarilla cosida a la vestimenta. Hélène la lleva desde el principio, porque piensa que es un signo de valor, de solidaridad frente a todos aquellos que la llevan, pero no porque se sienta excesivamente identificada con ella. A este respecto nos dice, en la entrada correspondiente al 8 de junio de 1942: "Es el primer día en que me siento realmente de vacaciones. Hace un día radiante, muy fresco después de la tormenta de ayer (...) También es el primer día en que voy a llevar la estrella amarilla. Son los dos aspectos de la vida actual: el frescor, la belleza, la juventud de la vida, encarnada por esta mañana límpida; la barbarie y el mal, representados por esta estrella amarilla."

Sin embargo el primer golpe que hará tambalearse los cimientos de su optimismo será la detención de su padre y su deportación al campo de Drancy en junio de 1942. Aunque será liberado más tarde, este hecho constituye el comienzo de la verdadera pesadilla para los Berr. Hélène se involucrará entonces más que nunca en la ayuda a los demás, trabajando junto a otros jóvenes en una organización solidaria que se dedica a localizar y proteger a niños judíos cuyos padres han sido deportados. Poco a poco las páginas del diario se ensombrecen. Hélène sigue tratando de vivir dentro de la nomalidad, pero la partida de su amado Jean, que abandona París para luchar en África junto a las fuerzas francesas libres, y el creciente temor a la deportación, llenan su testimonio de reflexiones en las que la humanidad de esta joven alcanza una altura digna de elogio. Por otro lado, no deja de sorprender la calidad literaria que desprenden estas páginas. Algunos párrafos son realmente conmovedores y, sobre todo, encierran una capacidad de análisis que asombra en una chica de su edad:

"Tengo un deber que cumplir escribiendo, porque es preciso que los demás sepan. A cada hora del día se repite la dolorosa experiencia que consiste en darse cuenta de que los demás no saben, que ni siquiera se imaginan los sufrimientos de los otros hombres y el mal que algunos infligen a otros. Y sigo intentando este penoso esfuerzo de contar. Porque es un deber, es quizás el único que pueda cumplir (...) Porque ¿cómo curar a la humanidad sino revelando primero toda su podredumbre, cómo purificar al mundo sino haciéndole comprender la magnitud del mal que comete?"

"Tengo miedo de no estar aquí cuando Jean vuelva (...) Pero no es miedo, porque no tengo miedo de los que pudiera sucederme; creo que lo aceptaría, porque he aceptado muchas cosas duras y no tengo un carácter que se rebele ante una penalidad. Pero temo que mi hermoso sueño no pueda completarse, realizarse. No temo por mí, sino por lo bello que habría podido ser".

Finalmente los temores de Hélène se ven confirmados. En marzo de 1944 es detenida y deportada junto a sus padres, primero a Drancy y después a Auschwitz. Los tres morirán poco antes del fin de la guerra. Hélène tenía entonces 23 años. Gracias a estas páginas, su testimonio y sus sentimientos perviven aún, dejándonos adivinar tan sólo una parte del sufrimiento que acompañó a tantas personas durante esos aciagos años. Su Diario es, sin duda, una lección de humanidad de la que todos podemos y debemos aprender.


jueves, diciembre 17, 2009

HIROMI KAWAKAMI: El cielo es azul, la tierra blanca

Siempre que pienso en Japón -país que me encantaría conocer algún día- me imagino a gente muy atareada, trabajando muchas horas y con una eficiencia fuera de lo normal. En cambio, las novelas escritas por autores japoneses son justamente lo contrario. Transmiten una paz y una serenidad que no he encontrado hasta ahora en ninguna otra literatura. Suponen un ejercicio de relajación, una especie de viaje interior hacia el autodescubrimiento, y crean un ambiente donde las prisas y el estrés no tienen cabida.

Es lo que me ha vuelto a ocurrir con este libro, que ha sido loado tanto por la crítica como por el público (algo poco habitual), y que es la primera novela traducida al castellano de Kawakami. Esta escritora es muy popular en su país, y de hecho ha recibido varios premios a lo largo de su más o menos breve trayectoria literaria. Su nombre se suma pues a tantos otros -Banana Yoshimoto, Yukio Mishima, y el ya famosísimo Haruki Murakami, entre una larga lista de ellos- que nos son cada vez más conocidos gracias a la cálida acogida popular que la literatura nipona está recibiendo en nuestro país desde hace un tiempo.

Como viene siendo habitual en estas novelas, la narración fluye de una manera ágil y sencilla. El lenguaje es claro, sin florituras. Los pasajes nos remiten a sucesos normales de la vida cotidiana de las personas. Y de nuevo los protagonistas son seres incompletos, personas que no encuentran su sitio ni su felicidad en la sociedad que les rodea. La soledad es su hogar, y es por ello que se sienten atraídos por aquellos que son como ellos, almas que sobreviven cada día sin saber muy bien cómo. Así son nuestros dos protagonistas, el profesor Matsumoto y su ex-alumna Tsukiko. que después de años sin volver a verse se encuentran por casualidad en una taberna y comienzan a hablar. A partir de ahí se suceden los encuentros -algunos por casualidad y otros planeados- en los que ambos se van conociendo mientras disfrutan de agradables ratos de conversación entre sake y apetitosas comidas.

El libro se lee como una gran historia de amor, y no en vano es así como aparece en el título. Una historia que nace y se va haciendo fuerte a medida que avanzamos en la lectura, pero condenada en principio al fracaso por la enorme diferencia de edad entre los protagonistas y la tendencia a la soledad y la introspección de ambos, que dificultan aún más ese mutuo entendimiento. Sin embargo, a pesar de estos obstáculos, ese amor no deja de crecer, y el lector tiene el privilegio de vivirlo casi como un "voyeur", viéndolo afirmarse en cada encuentro, en cada suceso cotidiano que acontece a la inusual pareja. Hasta que la propia Tsukiko se da cuenta de ello. Y ya no habrá vuelta atrás. Precisamente es la voz de Tsukiko, convertida en narradora, la que nos lleva de la mano en esta plácida aventura, desde el mismísimo principio:

"Aquella noche bebimos cinco botellas de sake entre los dos. Pagó él. Otro día, volvimos a encontrarnos en la misma taberna y pagué yo. A partir del tercer día, pedíamos cuentas separadas y cada uno pagaba lo suyo. Desde entonces lo hicimos así. Supongo que no perdimos el contacto porque teníamos demasiadas cosas en común. No sólo nos gustaban los mismos aperitivos, sino que también estábamos de acuerdo en la distancia que dos personas deben mantener. Nos separaban unos treinta años, pero con él me sentía más a gusto que con algunos amigos de mi edad."

Para hacerlo aún más apetitoso, la edición de Acantilado es un verdadero regalo; está muy cuidada y añade aún más encanto a la obra. Si os agobia el consumismo y el ajetreo de estas fechas, sumergíos en esta historia y veréis como se aleja cualquier sombra de estrés. Y con qué sencillez puede narrarse una historia de amor tan complicada. Aunque al fin y al cabo, ¿existe alguna historia de amor que no lo sea?


Ya faltan menos de dos semanas para salir de cuentas, pero parece que Nuria nos va a salir friolera y por ahora ha decidido seguir calentita en la tripa de su mami. Por si no me diera tiempo a hacerlo más adelante, quería desearos a todos unas Felices Fiestas y un Año Nuevo cargado de felicidad. Os deseo que estas Navidades sean tan especiales como lo van a ser para mí. Mis mejores deseos desde este rinconcito de la blogosfera.


lunes, diciembre 07, 2009

PAOLO GIORDANO: La soledad de los números primos

"Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que figuraban en esa serie por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían (...) Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos."

Este párrafo explica perfectamente el título de una novela que ha cautivado ya a miles de lectores, y entre los cuales debo incluirme. La soledad de los números primos es una de esas historias de amor imposibles que, en este caso, se sustenta sobre dos jóvenes que están rotos por dentro, cada uno por distintas razones, y que a lo largo de sus vidas se reúnen una y otra vez para acabar de nuevo separándose. Es como si el destino se empeñase en negarles un futuro en común, y tanto Mattia como Alice tendrán que luchar contra esa fuerza invisible que parece condenarles de forma inexorable.

Los dos personajes principales son extremadamente complicados, y eso los hace muy atractivos a ojos del lector. Cada uno arrastra un terrible secreto que los aleja de la "normalidad" -un concepto cuya existencia es más que discutible-, y los convierte en extraños ante las miradas de los demás. Ello es más patente aún en la adolescencia, ese período donde el ser diferente suele conllevar un aislamiento social que puede hacer mucho daño a esta edad. La carga que Mattia y Alice arrastran respectivamente les pesará durante toda su vida, e influirá en sus relaciones sociales y en su forma de enfrentarse al futuro. No obstante, aunque ambos vivirán sus vidas por separado, la fuerza que los atrae juega a reunirlos en situaciones clave en las que ambos sentirán esa plenitud y felicidad que sólo se siente al lado de la persona adecuada en el momento adecuado.

La verdad es que en este libro me ha gustado prácticamente todo, desde los personajes, que destilan una tristeza y una soledad que no podemos dejar de sentir a lo largo de las páginas, hasta el estilo de Giordano, sencillo pero fluido y bello, una prosa que se lee con facilidad y se disfruta desde el mismo comienzo. Pero sin duda es esa imposibilidad de alcanzar la plenitud, esos obstáculos a la felicidad, lo que más me ha atraído del libro, pues creo firmemente que la vida real está llena de ejemplos parecidos, no sólo en el amor sino en todos los aspectos que conforman nuestra existencia: la amistad, el trabajo, la familia... Y la inmensa mayoría de las veces no es el destino, sino nuestra propia psique, nuestros prejuicios y cargas mentales, las que nos impiden alcanzar aquello que verdaderamente queremos. Es lo que ocurre en el libro. Realmente Mattia y Alice podrían ser números normales si ellos quisieran, pero son sus heridas personales quienes les convierten en dos números primos destinados a no encontrarse nunca de verdad.

La soledad de los números primos es la primera novela de este joven autor, Paolo Giordano, y sin duda constituye un gran debut para este escritor italiano. Esperemos que siga deleitándonos en el futuro con historias tan conmovedoras como ésta. A mí ya me ha ganado como lectora.