viernes, enero 18, 2008

SAM SAVAGE: Firmin

Esta semana ha cambiado para siempre mi concepción de las ratas. La culpa la tienen una película, Ratatouille, y un libro, Firmin. En ambas ocasiones, los protagonistas son dos ratas comunes, esos animales repugnantes que vagan por nuestras alcantarillas y transmiten todo tipo de enfermedades. Sólo que Remy (el nombre de la ratita cocinera) y Firmin no tienen nada en común con el resto de su especie. Son dos seres humanos -mejor que muchos seres humanos, de hecho- en un cuerpo equivocado, y ambas pueden servir como un gran ejemplo de tolerancia y respeto por aquellos que no son como nosotros, de aceptación de lo diferente. Dos fábulas con muchos rasgos en común.

Firmin es un animal muy especial. Nace en un lugar que muchos de nosotros consideraríamos privilegiado: el almacén de una tienda de libros. En sus primeros meses de vida, Firmin no se distingue en mucho de sus congéneres, aunque muy pronto se ve obligado a buscarse por su cuenta el sustento necesario para vivir, pues, al ser más débil que sus hermanos, siempre es arrinconado a la hora de alimentarse. Por ello Firmin empezará a comerse los libros entre los que vive y, con el tiempo, se irá dando cuenta de que resulta más interesante leer esos libros que devorarlos. Firmin se convierte así en un ávido lector, capaz de enfrentarse al libro más complicado que podamos imaginar, y lo que es mejor, con capacidad de asimilar sus contenidos de una forma asombrosa. La imaginación de esta entrañable rata se dota de alas gracias a sus lecturas, lo que le hará vivir mil y una historias en las que se transforma en todo tipo de personajes, muy lejanos del animal que en realidad es.

Firmin es una historia maravillosa sobre la capacidad de la literatura para hacernos vivir muchas vidas alternativas, en un mundo que se derrumba dejando atrás viejos mitos de la literatura y del cine. En el libro la rata vive en una zona de Boston -la plaza Scollay- que está siendo demolida para proceder a su remodelación. Esta destrucción -que el autor nos aclara que fue real- puede servir de metáfora al mundo que Firmin ve desaparecer ante sus ojos, y que no es otro que el de los clásicos del cine como Fred Astaire o Ginger Rogers, verdaderos ídolos para él, o el mundo de esas pequeñas librerías de barrio donde el dueño atiende personalmente a sus clientes y se conoce cada libro que se esconde en el último rincón de sus estanterías. Un mundo donde la literatura y el cine son mágicos, y son capaces de transportarnos muy lejos de la realidad. Eso es lo que representa Firmin.

El lenguaje de Firmin es rico, como corresponde a un lector concienciado, y muy correcto. Su sentido de la ironía es sutil, y envuelve al lector de tal manera que uno se olvida constantemente de que el que habla no es más que una rata. Sus destrezas son innumerables; además de saber leer, toca el piano (uno de juguete, muy pequeño), y sabe incluso cantar (aunque a base de chillidos). Todo en él destila elegancia y sutileza. Tiene una visión muy realista de sí mismo: sabe que es feo, contrahecho -incluso para ser una rata- y pequeño. No esconde su deseo de ser un humano más, para poder hacer el amor con las bellas mujeres que observa cada noche en las películas eróticas del cine al que le gusta acudir. Incluso llega a imaginar que baila con la mismísima Ginger Rogers. He aquí la descripción de lo que sintió la primera vez que se vio contemplado en un espejo:

"Ahí estaba yo, ligeramente ladeado, en irrefutable detalle: bajito, ancho de cintura, peludo y sin barbilla. Firmin el peludo. Ridículo. La barbilla, su ausencia, era lo que más daño me hacía. Parecía señalar -aunque, de hecho, semejante nulidad era incapaz de algo tan atrevido como señalar- una crasa falta de fibra moral. Y pensé que los ojos oscuros y protuberantes me conferían una nauseabunda pinta de sapo. Era, en pocas palabras, un rostro taimado y falto de honradez, indigno de confianza; el rostro de un personaje verdaderamente bajuno. Firmin el Sabandija. Pero los detalles -cero barbilla, nariz puntiaguda, dientes amarillos, etc.- carecían en sí de importancia, comparados con la impresión general de fealdad. Incluso en aquel momento, cuando mi idea de belleza no iba más allá de las ilustraciones de Tenniel para Alicia, supe que eso era ser feo. "

Firmin es uno de esos libros cuya belleza se transmite de boca en boca, pues su autor lo publicó en una editorial minoritaria y hoy se ha convertido en un fenómeno mundial. Ha merecido varios premios y ha cosechado críticas excelentes, y creo que en todos los casos son más que merecidas. Se trata de una novela escrita desde el corazón, desde la creencia sincera en la magia de la literatura y del cine. Y no os dejéis engañar por su título ni por su portada: no se trata de una novela para niños. Es más bien una historia para adultos que se niegan a dejar de ser niños. Que, como Firmin, creen que la literatura hace del mundo un lugar mucho más bello para vivir.

lunes, enero 14, 2008

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: El amor en los tiempos del cólera

Leí por primera vez este libro hace muchos años, y recuerdo que fue el primero de García Márquez que cayó en mis manos. Después vinieron otros como el archiconocido Cien años de soledad. Sin embargo El amor en los tiempos del cólera me dejó un recuerdo imborrable. La manera de escribir de este autor, su dulzura, su lirismo, su inconfundible realismo mágico, me atraparon, y volví a él varias veces a lo largo de los años. No simpatizo mucho con el Gabo persona, pues no entiendo muy bien su falta de posicionamiento político y su amistad con el eterno dictador cubano, pero el Gabo escritor es sin duda un verdadero genio.

El amor es el protagonista indiscutible de esta novela. Está por delante de todos los personajes, pues pocas veces se ha narrado en literatura un amor tan paciente e incombustible. Es lo más parecido al amor eterno que se juran los enamorados en sus momentos más pasionales. El amor de Florentino Ariza por Fermina Daza se mantuvo vivo durante todo el tiempo que él estuvo esperando a que ella sintiera lo mismo por él: exactamente cincuenta y tres años, siete meses y once días.

Florentino se enamora perdidamente de Fermina el día que la vio por primera vez, cuando ambos eran casi niños. Desde entonces, ese amor que, tras mucho insistir por parte del primero, es correspondido, no hace más que fortalecerse en el corazón de ambos, hasta el punto de jurar que se casarían algún día. El padre de Fermina, que sueña con encontrar un partido mucho mejor para su hija, acaba de forma tajante con la historia al llevarse a su hija a un largo viaje que durará varios años. Cuando Fermina vuelve a su casa tras ese largo paréntesis, lo hace esperanzada en encontrarse de nuevo con su enamorado, pero su decepción es tal la primera vez que se ven -Fermina estaba enamorada de un recuerdo más que de una persona real- que en ese mismo momento decide terminar con la relación con un simple gesto de la mano y un "No, por favor, olvídelo". Florentino recibe así el golpe más duro de toda su vida, un hecho que ocasionará un antes y un después en su trayectoria vital. Tendrá que esperar más de cincuenta años para, tras la muerte del marido de Fermina, volver a declararle a ésta su compromiso de amor y fidelidad eternos.

¿Realmente se puede amar durante tanto tiempo a una persona que no nos corresponde? Evidentemente se trata de una historia de AMOR con mayúsculas, un amor irreal por sus mismas características, pero que el lector disfruta y comparte desde la primera página hasta la última. Gabo nos plantea en este libro otros muchos temas sobre las relaciones humanas. La posibilidad de amar a varias personas al mismo tiempo, pues Florentino no se mantuvo casto durante las décadas en que esperó a su gran amor. Por el contrario, tuvo relaciones con una gran cantidad de mujeres, y por algunas de ellas llegó a albergar sentimientos muy poderosos, aunque ninguna pudo hacerle olvidar al espectro de Fermina Daza, grabado a fuego en su corazón. La intemporalidad del amor, que para el autor no tiene edad, también está muy presente en el libro. El reencuentro entre los dos protagonistas, cuando ambos cuentan ya más de setenta años, es tan emotivo como el de dos adolescentes, y los síntomas de su recuperada pasión (el nerviosismo, el corazón desbocado, el sonrojo) no difieren en nada de los de cualquier enamoramiento. Mención aparte requiere la relación de Florentino con la adolescente América Vicuña. A pesar de la dulzura con la que el autor la describe, una no puede quitarse de la cabeza que se trata de una joven de catorce años y un anciano que ya había cumplido los setenta, algo que -al menos a quien esto escribe- no deja de producirle cierta repulsión.

El viaje que Gabo nos propone es mágico, y dentro de esa misma magia termina el libro y empieza la historia de Fermina y Florentino. Dos seres tan complejos como cualquiera de nosotros, con sus luces y sus sombras, sus conflictos particulares, sus miserias y sus miedos, acaban por fin juntos después de más de cincuenta años de espera. El matrimonio de Fermina con el doctor Juvenal Urbino es otro de los logros de esta novela, por la cantidad de detalles que nos proporciona sobre los problemas que plantea la vida en común, y es la muestra más evidente de cómo dos personas -sin estar plenamente enamoradas- pueden encontrar la felicidad y la estabilidad una al lado de la otra. Como suele decirse, cada relación es un mundo.

Un análisis complejo del amor y sus variantes -llegando a la exageración en muchos casos, pero para eso estamos en el maravilloso mundo de la literatura- es lo que nos propone García Márquez en este libro. Sin duda, una de las novelas románticas más bellas de la historia de la literatura. Difícil lo tiene la versión cinematográfica para estar a la altura, por mucho que lo intente el Bardem-Florentino. Ya veremos.

miércoles, enero 09, 2008

Reencuentros literarios


No suelo releer libros. Entre otras cosas, porque tengo tantísimos títulos pendientes de lectura que me da pereza volver sobre lo ya leído. Sé que es un error; hay libros que merecen ser leídos no dos ni tres veces, sino muchas más. Autores que requieren ser absorbidos una y otra vez, para llegar a impregnarnos verdaderamente de su sustancia. Historias que exigen vivirlas por duplicado, o por triplicado, pues en cada vuelta descubriremos luces que antes no habíamos distinguido. Pero hay tantas otras historias maravillosas aún por degustar que ¿por qué volver sobre lo conocido?

Se me ocurren varias razones. Por la seguridad de que lo que vamos a leer merece la pena (puede ser que nos gustara en su momento y ahora no hallemos ese deleite previo, pero es algo que no suele suceder a menudo). Por revivir sensaciones pretéritas. Por encontrarnos de nuevo con personajes que dejamos atrás hace mucho tiempo y que creíamos que jamás volveríamos a escuchar. Por comprobar si las sensaciones vividas con aquella primera lectura se repiten o cambian como hemos cambiado nosotros. Por el mero placer de releer.

Mi novela más veces leída es sin duda La historia interminable. La descubrí de niña y se convirtió en una especie de revelación. Si hasta entonces leer me gustaba, con Bastian y el dragón Fújur empecé a convertirme en la adicta que soy hoy. Tanto me apasionó el libro -con su historia dividida entre dos mundos, su letra impresa en dos colores, el estremecedor avance de la Nada que amenazaba con devorarlo todo, la maravillosa emperatriz infantil...- que volví a él en varias ocasiones, y nunca me desilusionó. Después vendrían otros años y otras lecturas que se grabaron a fuego en mi memoria. Pero esa historia sin fin ocupa un lugar especial. Se convirtió en parte de mi persona.

Ahora estoy releyendo una de mis novelas más queridas, El amor en los tiempos del cólera. Y debo admitir que es maravilloso el volver a mirar a los ojos a Florentino Ariza y Fermina Daza, y beber de ese amor incondicional que a veces nos parece rayar en lo absurdo.

¿Es posible un reencuentro más dulce?