jueves, julio 31, 2008

MARJANE SATRAPI: Persépolis

Creo que esta es la primera reseña de un comic que hago en este blog. Ya habréis supuesto que no soy una gran aficionada a este género, aunque de vez en cuando, gracias a las recomendaciones de algunos amigos o de mi propio hermano, quien de hecho me regaló este libro, me gusta acercarme a una literatura que es muy distinta de la que suelo leer normalmente. En el caso de este comic, considerado una especie de obra maestra del género más por su significado que por su contenido gráfico, debo admitir que me ha impactado más de lo que pensé en un principio. Emociona y despierta sensaciones en el lector, a la vez que nos acerca a una realidad, la de la historia de Irán desde 1979, que no es muy bien conocida por estos lares. No en vano Persépolis ha recibido numerosos premios en los últimos años, entre los que destacan los del Salón del Comic de Angouleme (el más importante de Europa) o, en nuestro país, el Premio de la Paz Fernando Buesa Blanco, entre otros muchos.

Para los que aún no lo conozcáis, ahí va una breve sinopsis. Se trata de la autobiografía de la propia autora, Marjane Satrapi. El punto de partida es el año 1979, cuando estalla la revolución islámica que derriba al sha, siendo Marjani aún una niña. Esta es quizás la parte más entrañable, pues contemplamos el mundo a través de los ojos infantiles de la autora, quien se siente inmersa en una aventura, la de cambiar el gobierno de su país, de la que sus padres toman parte (su familia era bastante progresista). Sien embargo, en un breve lapso de tiempo, tanto ella como su familia, pasarán de la alegría inicial por un régimen absolutista que desaparece, a la sorpresa y la indignación cuando la revolución toma un cariz radical que acaba convirtiendo al país en un estado policial e integrista, donde los derechos de las mujeres serán claramente pisoteados.

La autora también reposa el dramático enfrentamiento entre Irán e Irak (1980-1989), durante el cual sus padres deciden enviarla a continuar sus estudios a Austria, país en el que pasará no pocas penurias y vivirá sus años de adolescencia. Tras volver a Irán para estudiar Bellas Artes, periodo en el que tiene que enfrentarse a la dureza de vivir en un régimen radical islámico tras haber pasado años en Europa, Marjane decide trasladarse finalmente a Francia, siendo allí donde reside en la actualidad.

En este comic el dibujo es lo menos importante. Los adictos a este tipo de género pueden criticar ese aspecto, pero la calidad de los diálogos y el fondo de la historia suplen con fuerza esta carencia, si es que se puede considerar como tal. El libro es un legado personal de una autora que nos abre las puertas de su vida para hacernos partícipes de un retazo de historia de su país. Es evidente que Satrapi adora el Irán en el que creció, tan transformado en la actualidad. Las críticas al radicalismo integrista, a la sumisión de la mujer, y al atraso cultural que caracterizan al Irán actual impregnan todas las páginas de la novela. Se trata sin duda de una obra arriesgada y muy valiosa, que recientemente ha sido versionada en película con un gran éxito de público y crítica. Es una de mis películas pendientes para este verano.

En conclusión, una buena receta para romper con los best sellers típicos de las tardes de verano y un antídoto contra el estado de "atontamiento" en el que nos instalamos a menudo los que hemos tenido la suerte de no pasar por este tipo de experiencias. Persépolis despierta y emociona a partes iguales. Muy recomendable.

domingo, julio 27, 2008

DAVID TRUEBA: Saber perder

Esta es una historia de perdedores. De personas que tienen la suerte en contra, que tratan de escapar de una vida que no les convence, en la que no se sienten a gusto. Es también una historia de secretos, de lados oscuros, de verdades no reveladas, o reveladas a medias. Una novela que emociona al tratar de gente corriente, pero modelados de forma compleja, pues algunos de sus personajes son capaces de cosas terribles y a la vez nos dan lástima, nos infunden ternura, pues comprendemos que en ciertas circunstancias puedan haber actuado así. Son supervivientes. Pero a la vez son tan verosímiles que el lector puede sentirse identificado con ellos.

Me gusta David Trueba, en su faceta de director (La buena vida y Soldados de Salamina entre otras) y por algunas entrevistas que he tenido la oportunidad de leer. También pude verle hace un tiempo en una mesa redonda junto al desaparecido Azcona, en la cual me atrajo su cercanía y sus opiniones sobre algunos de los temas que se trataron. No obstante, este es mi primer acercamiento al David Trueba novelista, y ha sido para mí todo un descubrimiento. No pensaba que me fuera a gustar tanto este libro. Pero lo cierto es que desde que lo abrí por la primera página sólo el sueño o las obligaciones han conseguido alejarme de él.

Lo mejor de la novela es, sin duda alguna, la construcción de sus personajes. Dejadme transcribir unas palabras que Ricardo Senabre le dedicaba a este aspecto de la obra en la revista El Cultural: "Lo esencial de Saber perder es que el autor ha sabido crear un grupo de personajes que sentimos cercanos y extraer de ellos insospechados resortes psicológicos. Cada uno lleva consigo su circunstancia –dicho al modo orteguiano– que lo enriquece y le proporciona densidad. No sólo se trata de seres creibles –cuya cercanía está acentuada por la narración en presente– sino también profundos. Sus fragilidades ocultas, sus temores, sus incertidumbres, todos los rasgos que ayudan a configurarlos como seres vivos y no como simple muñecos de cartón piedra, responden a una observación minuciosa, a una insólita inventiva para retratar acertando con el detalle más caracterísitico o revelador". En efecto, el elenco de personajes de Saber perder es de lo más variado y original que he leído en mucho tiempo: una adolescente, Sylvia, que entra de forma repentina en la edad adulta y que busca su sitio en un mundo al que aún no pertenece; su padre, Lorenzo, de mediana edad, abandonado por su esposa y con un terrible secreto a sus espaldas; el abuelo, Leandro, incapaz de hacer frente a las consecuencias de su avanzada edad y deseoso de encontrar una pasión que le una al frágil mundo de los vivos; un joven futbolista argentino, Ariel, recién llegado a España, que vive un auténtico torbellino de emociones que no es capaz de encajar con la madurez suficiente... Y por detrás de ellos desfilan otros caracteres, personajes secundarios que están nítidamente dibujados, hasta el punto de que los vemos hacerse de carne y hueso y levantarse del papel. Todos juntos componen un fresco tan rico en matices que hacen olvidar al lector que se halla ante seres de ficción, confeccionados a la medida de esta historia.

Frente a la complejidad de los personajes, el estilo narrativo es sencillo, sin artificios, fácil de leer. El narrador va saltando a través de las historias que se cruzan y se separan continuamente, un recurso muy utilizado en literatura y que consigue mantener en vilo al lector al proporcionarle la acción en pequeñas dosis, cortándola donde al autor le interesa para saltar al personaje siguiente. Este es quizás el único punto débil de la novela, aunque en mi opinión no la estropea en absoluto. Por último, podemos encontrar reflejados en su trama muchos de los temas que nos preocupan, algunos más universales que otros: el despertar al sexo de los adolescentes, el entorno que rodea al fútbol, la violencia, el drama de la inmigración, el miedo ante el envejecimiento y la muerte, el fin del amor, etc.

Las primeras palabras de la novela invitan a su lectura. Juzgad por vosotros mismos: "El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse." Y termina de la misma manera, con una lección de vida sobre cómo "utilizar" el sufrimiento para crecer: "Siente una especie de dolor en el pecho, intenso pero placentero. Es como si hubiera una herida, pero una herida leve, una marca en la piel que quieres acariciar, reconocer, disfrutarla por todo lo que significa para ti. Ahora que aún está, porque es posible que, pronto, desaparezca."

Esa es la sensación que le queda al lector al acabar el libro, la de querer disfrutarlo en la mente antes de que su recuerdo se desdibuje en futuras lecturas. Aunque si os gusta tanto como a mí, es difícil que eso ocurra en mucho tiempo.

Capeando el temporal me ha mandado el siguiente enlace donde se puede ver una entrevista a David Trueba en la que habla sobre este libro: Entrevista a David Trueba
Esto es lo mejor de tener un blog, poder compartir cosas y recibir otras a cambio. Gracias a todos los que os dejáis caer por aquí y hacéis algún comentario. Es mi mayor recompensa.

miércoles, julio 23, 2008

JUAN JOSÉ MILLÁS: El mundo

Normalmente no suelo leer los premios Planeta. Hace tiempo que dejé de creer en este y otros galardones literarios. Pero no podía dejar pasar el de este año, tratándose de Millás. Y, francamente, la lectura de El mundo no decepciona. Millás arrastra al lector a un submundo situado entre la realidad y la ficción en el que el protagonista, que se llama igual que el autor y narra la historia en primera persona, rememora su infancia desde el momento presente.

Como ya viene siendo habitual en su obra, la obsesión por la identidad, o por la frágil línea que separa realidad y ficción, que se mezclan continuamente en la pluma de Millás, vuelven a aparecer de forma clara en este libro. Hasta el punto de que en algunos momentos creemos leer una verdadera autobiografía, y en otros nos damos cuenta del juego que propone el autor, confundiéndonos entre recuerdos reales y ficticios. Es difícil para el lector discernir qué es qué en esta obra. Sobre la primera de estas obsesiones, él mismo decía en una entrevista:"Yo, por ejemplo, cuando me llegan cuestiones relacionadas con obras antiguas, siempre tengo la impresión de que soy como el albacea de esas novelas, pero ya no siento que soy el autor, y en cierto modo me parece una impostura seguir cobrando los derechos, porque el que las escribió fue otro. Y es que la identidad del ser humano es sumamente frágil; tan frágil que quizá por eso necesitamos acentuarla con cosas tales como firmar un libro, tener honores o ser miembros de algún club".

A lo largo de sus páginas, Millás recorre momentos intensos que jalonan la vida de su alter ego niño: su llegada a Madrid tras dejar atrás su Valencia natal (la oscuridad y el frío frente a la luz del Mediterráneo), su amistad con un niño gravemente enfermo, su primer encuentro con la muerte (hasta el punto de creer que existía un barrio en Madrid donde sólo habitaban muertos, es uno de los pasajes más bellos del libro), su enamoramiento de una vecina a la que luego reencontraría en edad adulta, la relación con su madre, cargada de simbolismos...

La obra esconde momentos bellísimos, de esos que cuesta trabajo olvidar cuando uno ya hace tiempo que terminó la novela. Me acuerdo especialmente del que el protagonista vive en relación con el traslado de las cenizas de su padre. El genio narrativo de Millás reluce entonces con fuerza, haciendo compartir al lector momentos que bien podrían haberle sucedido en la realidad, pues tal es el verismo con el que los relata.

El libro se divide en cuatro partes, relacionadas con cuatro "bloques" de recuerdos que han marcado al narrador: el frío, la calle, tú no eres interesante para mí (una frase que escuchada en la boca de la persona amada puede infligir un daño terrible, pues denota un gran desprecio), y la academia. Con respecto al frío, nada mejor que sus propias palabras para entender a qué se refiere Millás:

"En el principio fue el frío. El que ha tenido frío de pequeño tendrá frío el resto de su vida, porque el frío de la infancia no se va nunca. Si acaso, se enquista en las penetrales del cuerpo, desde donde se expande por todo el organismo cuando le son favorables las condiciones exteriores. Calculo que debe ser durísimo proceder de un embrión congelado."

También encontramos reflexiones sobre la naturaleza de la escritura y el sentido de la misma. Por ejemplo cuando el autor dice "sueño a veces con una escritura que me hunda y me eleve, que me enferme y me cure, que me mate y me dé la vida", o también "es consustancial al hecho de escribir sentir daño y alivio al mismo tiempo." Por otro lado, la importancia de la religión en la España de su infancia, el hecho de que impregnara cada reducto de la vida diaria, queda patente en las siguientes palabras:

"Vivíamos en un mundo en el que Dios existía hora a hora, minuto a minuto. Rezábamos al comenzar las clases, al terminarlas; nos santiguábamos al atravesar la calle; besábamos las manos de los sacerdotes; orábamos al acostarnos, al sentarnos a la mesa; al levantarnos de ella... Cada acto de nuestra vida era un sacrificio hecho a Dios, bien fuera para complacerle, bien para provocar su ira. El infierno quedaba a la vuelta de la esquina, se podía ir dando un paseo, a veces bastaba tropezar en una piedra para caer en él."

Si no os he abierto el apetito literario con estos pequeños extractos, sólo me queda animaros a perderos en el inconfundible universo de Millás. Siempre me ha gustado -hablo como lectora, claro está- que me engañen, que jueguen conmigo, que me descoloquen sobre lo que leo y creo entender, que el hilo entre fantasía y verdad sea tan fino que el propio autor pueda cruzarlo a su antojo, que el realismo mágico lo impregne todo... En definitiva, que el libro que leemos sea distinto para cada uno de nosotros, pues de eso se trata al fin y al cabo, de provocar sensaciones y despertar al lector inteligente que duerme en nuestro interior. Un libro no se termina cuando pasamos su última página. Se termina cuando el lector cree haberlo comprendido todo. Y eso no os pasará en este caso, os lo aseguro.

Otras reseñas de obras de Juan José Millás:
- El desorden de tu nombre
- Laura y Julio

domingo, julio 20, 2008

Aventura en solitario

Tras dos semanas de ausencia, el viernes regresé de Cheltenham, una ciudad situada al noroeste de Londres, muy cercana a la frontera con Gales, donde he tenido la oportunidad de pasar doce días estupendos haciendo un curso muy interesante sobre didáctica de las Ciencias Sociales en inglés, uno de los últimos proyectos de mi instituto. Lo peor, como suele ser habitual en Gran Bretaña, el tiempo. Poco sol, muchas nubes y bastante fresquito. Crazy weather.

Cheltenham es una ciudad perteneciente al condado de Gloucestershire, con una población que ronda los 110.000 habitantes. Es muy conocida por sus aguas termales y por su arquitectura victoriana, lo que la ha convertido en uno de los destinos preferidos de vacaciones de los británicos de clase social media-alta.


Desde allí pude visitar otras ciudades interesantes. Una de ellas es Bath, una antigua ciudad balneario que ha sido utilizada como tal desde época romana, pues tiene manantiales donde el agua brota a temperatura superior a los 30 grados. Bath es también muy conocida por el famoso Royal Crescent de Wood, uno de los hitos arquitectónicos del barroco inglés. Preciosa es además su abadía, de la que sólo se conserva la iglesia, con bellas bóvedas de abanico que deslumbran al visitante que entra en su interior.

Increíble fue también la visita a Tewkesbury, un pueblo con aire medieval que celebra todos los años una recreación de la batalla del mismo nombre, que fue el enfrentamiento decisivo de la Guerra de las Dos Rosas entre los Lancaster y los York. La arquitectura de la época ha sido cuidadosamente preservada, y además del citado espectáculo tuvimos oportunidad de asistir a un concierto precioso en el interior de la abadía, un lugar para dejar volar la imaginación.

Y entre otras muchas cosas, incluso tuve tiempo para acercarme a la catedral de Gloucester, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura gótica inglesa.

De esta aventura me traigo un cúmulo de cosas muy diferentes: el intercambio de ideas y experiencias con profesores de otros países, que me ha abierto la mente y espero sea el principio de una relación de colaboración fructífera en el futuro; la convivencia con una familia inglesa y con una compañera-amiga alemana, Angela, que se ha convertido en alguien muy especial; risas y buenos momentos en las largas horas del curso y las correspondientes visitas, sobre todo con los profes españoles, con los que el entendimiento ha sido total. Ha sido pues, uno de esos viajes sorpresa, que una no sabe cómo pueden salir, pues se lanza a ellos sin conocer a nadie, un poco a la aventura, pero que al final resultan ser experiencias personales muy enriquecedoras. Hacía muchos años que no viajaba sola y, como me ha sucedido otras veces, es una de las mejores maneras de abrirte a los demás y hacer tu mente más receptiva a todo lo nuevo. Vuelvo conociéndome un poquito mejor (o eso creo).

Tengo pendientes varios libros por reseñar que he leído en estas últimas semanas (bendito verano que me brinda de nuevo horas para perderme entre los libros): Persépolis de Marjane Satrapi, El mundo de Millás, y Saber perder de David Trueba. En los próximos días iré tejiendo mis impresiones sobre los mismos en este rincón.

miércoles, julio 02, 2008

SÁNDOR MÁRAI: La mujer justa

Mi primera incursión en Sándor Márai ha culminado con un sobresaliente. Y eso que me ha pillado con el fin de curso, cansada y con poco tiempo para leer. No obstante, a pesar de los obstáculos, la lectura de este libro me ha abierto una puerta a un mundo nuevo, al que sin duda alguna volveré dentro de un tiempo. Una lectura de las que dejan huella.

La historia está compuesta por tres monólogos, en boca de tres personas unidas por un triángulo amoroso. Maritka es la primera de las voces. Una mujer divorciada, perteneciente a la burguesía, que nos cuenta su experiencia matrimonial, el amor incondicional que sentía por su marido. Su empeño en retenerlo a su lado aún sabiendo que estaba enamorado de otra mujer. Su desgracia personal al perder a su único hijo. Su reconstrucción tras el divorcio, el tener que empezar una nueva vida. Todo ello narrado con la excusa de un café con una amiga a la que cuenta las vicisitudes de su vida.

La segunda voz es la del ex-marido, Péter, un burgués acomodado que dejó a su mujer por el espejismo de un enamoramiento -al menos esa es la conclusión de una servidora al terminar de leer el libro-, un hombre que ante todo se confiesa un gran amante de la soledad, en búsqueda constante de algo que ni siquiera él acierta a descifrar.

Y por último escuchamos a la tercera en discordia, Judit, la "causa" del divorcio y la segunda esposa de Péter, una criada que siempre envidió a los burgueses, y que soñaba con convertirse en uno de ellos. Este personaje es el más redondo, el más complicado, pues si bien nos muestra a veces un lado oscuro y egoísta, deslumbrada por la fortuna y el lujo en que viven los burgueses, súbitamente nos confiesa en un momento dado que cuando se casó con Péter estaba completamente enamorada de él. Judit es a la vez la representación de lo mejor y lo peor del ser humano. Es una criatura misteriosa, con una infancia desdichada que, por encima de su deseo de ser rica, quizás escondía uno más profundo de ser amada y respetada por los demás.

Cada personaje tiene su voz propia, su estilo personal. El lector parece estar con ellos compartiendo un café, sentado a su misma mesa, en una Budapest asolada por las bombas de la guerra. Ellos hablan y nos conducen a sus respectivos mundos, haciéndonos ver que una misma realidad puede ser interpretada de manera muy distinta , pues cada uno tiene su propia versión de la relación que han vivido. Todos hablan de la persona justa, aquella que nos traerá la felicidad y colmará nuestros deseos. Sin embargo, la voz más sabia en este sentido demuestra serlo la de Eritka, que nos deja unas palabras rebosantes de sabiduría:

"Un día desperté, y me incorporé en la cama y sonreí. Ya no sentía dolor. Y de golpe comprendí que la persona justa no existe. Ni en el cielo ni en la tierra ni en ningún otro lugar. Simplemente hay personas, y en cada una hay una pizca de la persona justa, pero ninguna reúne todo lo que esperamos y deseamos. Ninguna reúne todos los requisitos, no existe esa figura única, particular, maravillosa e insustituible que nos hará felices. Sólo hay personas. Y en cada una hay siempre un poco de todo, es a la vez escoria y un rayo de luz".

Reflexiones como esta abundan en la novela. La prosa de Márai es magistral, fluye con naturalidad y a la vez es rica en digresiones filosóficas que obligan al lector a parar y a pensar hasta qué punto comparte dichas afirmaciones. Algunas son brillantes. Dejadme incluir aquí algunas como botón de muestra:

"El burgués tiene que estar toda la vida demostrando quién es. El aristócrata ya ha demostrado quién es en el momento de nacer."

"Hasta cierto momento en nuestra vida, la soledad nos parece un castigo, nos sentimos como el niño al que dejan solo en un cuarto oscuro mientras los adultos conversan y se divierten en la habitación de al lado. Pero un día nosotros también nos hacemos adultos y descubrimos que, en la vida, la soledad, la verdadera, la elegida conscientemente, no es un castigo, ni siquiera es una forma enfermiza y resentida de aislamiento, sino el único estado digno del ser humano. Y entonces ya no es tan difícil soportarla. Es como vivir en un gran espacio donde siempre respiras aire limpio."

"Y al final tuvo que aceptar que la razón en realidad no vale nada porque los instintos son más fuertes. La cólera es más fuerte que la razón. Y cuando la cólera tiene la tecnología en sus manos le importa un pimiento la razón. Entonces, la cólera y la tecnología se lanzan juntas a un baile absurdo y salvaje".

La lectura de La mujer justa puede hacerse ardua en algunos momentos, por la ausencia de diálogos, y por las características de un monólogo que se extiende durante páginas y páginas. Pero la historia atrapa al lector, lo arrastra hacia los secretos ocultos de tres personas que sobreviven en un entorno difícil, envenenado por las convenciones sociales y asolado por una guerra que deja Budapest completamente en ruinas. Márai roza la brillantez al hablar de los puentes de Budapest en boca de Judit, la sensación de felicidad de ésta al cruzar por primera vez uno de esos puentes reconstruidos tras la guerra. Momentos como éste llenan la novela de pasajes mágicos capaces de deleitar al lector más exigente.

Si habéis llegado hasta aquí, no hace falta que os diga que no debéis dejar de leer este libro. Por todo lo expuesto y por más razones que me he dejado en el tintero, Márai es una referencia fundamental de la literatura contemporánea, y una parada obligada para conocer las consecuencias de la guerra y la ocupación comunista de la Hungría de los años cuarenta y cincuenta. Lástima que no pudiera ver con sus propios ojos el fin de ese régimen del cual escapó, pues Márai se suicidó en los Estados Unidos en 1989, poco antes de la caída del muro de Berlín.

Dentro de unos días comienza mi primera aventura del verano: un curso en Cheltenham (Reino Unido), que absorberá mi tiempo durante unos días. No sé si podré hacer alguna incursión por estos lares. Por si acaso, os deseo a todos un feliz verano y un buen descanso a los que comencéis vuestras vacaciones. En el equipaje de mano llevo, entre otros, a Millás y Trueba, una compañía estupenda para un viaje. Nos vemos a la vuelta.