lunes, agosto 10, 2009

PEDRO ZARRALUKI: Todo eso que tanto nos gusta

"Las guerras tienen una cosa buena, sólo una: nos enseñan con crueldad lo que estamos a punto de perder. La vida misma se muestra como lo que es, un tesoro frágil. En la guerra la vida es sagrada. Y sin embargo ahora, en estos tiempos miserables, la protegemos con cicatería, como el dinero cuando lo metemos en el banco. Ya no sabemos lo complicado, lo difícil, lo maravilloso que es sobrevivir. Eso sólo se sabe cuando se ha vivido una guerra o cuando uno se ha hecho tan viejo que vuelve a necesitar arriesgarse. No quiero una guerra, Dios me libre, pero sí emociones."

Con estas palabras resume Tomás, uno de los protagonistas de la historia, a su hijo Ricardo, lo que siente en un momento de su vida en que, harto de la rutina y de las costumbres, decide romper con todo y desaparecer en un pequeño pueblo de la costa catalana. Este es el argumento que lleva a Zarraluki, un escritor para mí desconocido pero que me ha convencido con esta novela, a hilar una historia plenamente humana, muy bella y con unos personajes que resultan más que reales. Un libro que se lee con verdadero placer.

Tomás es un arquitecto retirado que un día decide huir de su casa y desaparecer, provocando una gran inquietud en su ex-mujer y su hijo Ricardo. Este se marcha a buscarlo y afortunadamente lo encuentra en un pueblecito no muy lejos de Barcelona, donde parece ser que Tomás está a punto de iniciar una nueva vida. Las circunstancias personales de Ricardo, cuya novia le ha abandonado hace poco y con un trabajo del que se siente más que hastiado, influyen en la decisión de quedarse en el pueblo con su padre, al principio para "vigilarlo" y asegurarse de que está bien, aunque más tarde descubrirá otras razones para no volver a lo que quedaba de su antigua vida. Padre e hijo redescubren poco a poco su relación, en un ambiente completamente diferente al ajetreo de la gran ciudad, y rodeados por una serie de personajes que les enseñarán mucho sobre la vida y sobre ellos mismos. A medida que Tomás y Ricardo se reencuentran, el lector va conociendo la vida pasada de ambos, y las circunstancias que les han llevado a ambos a ser como son. Es, en definitiva, una historia sobre la vida misma, sobre la necesidad de reencontrarnos cuando todo parece haberse perdido, sobre la recuperación de la ilusión de vivir, y sobre las lecciones que los demás pueden enseñarnos si aprendemos a escuchar y dejamos de centrarnos en nosotros mismos.

Los personajes que Tomás y Ricardo conocerán en su aventura son igualmente interesantes. Lola es la dueña de la pensión donde ambos se alojan. Una mujer arisca y algo extraña que con el tiempo irá enseñando su verdadera cara y haciéndose mucho más sociable. Marcelo, un hombre fascinado por la literatura, y su esposa Paquita, siempre dispuesta a bromear a pesar de su ceguera. María, a punto de casarse, la taxista "oficial" del pueblo, posee la capacidad de ver cosas donde los demás no son capaces de encontrar nada, el don de "mirar a su alrededor y estar a gusto en ninguna parte", según el propio Ricardo. Y no podemos olvidar a la bella multimillonaria Bárbara Baldova, empeñada en restaurar una aldea minúscula para crear allí un lugar ideal donde artistas de todo el mundo puedan liberar su vena creativa sin tener que preocuparse por cuestiones económicas. También es un personaje curioso el de la madre de Ricardo, Cristina, empeñada en seguir manejando los hilos de un matrimonio que, aunque roto en el pasado, sigue en realidad muy vivo, y quizás la única que, conociendo de verdad a Tomás, es capaz de amarlo sin reservas, sin pedirle nada a cambio.

Aunque quizás el argumento pueda pecar de poco original, lo cierto es que la novela convence bastante, porque creo que todos hemos sentido alguna vez esa necesidad de escapar, de romper con lo que tenemos, de perdernos en algún lugar desconocido para encontrar la respuesta a esas preguntas que, por más vueltas que le demos, somos incapaces de responder. ¿Y qué mejor lugar para perderse y encontrarse otra vez que un pintoresco pueblo situado entre la playa y la montaña, donde el estrés y las prisas quedan en un segundo plano? Quizás eso es lo que más me ha gustado de la novela, que encierra un mensaje positivo: el cambio es posible, en cualquier momento de nuestras vidas. Sólo tenemos que iniciarlo, atrevernos a dar el paso. Y no se trata de huir físicamente de nuestro entorno, sino de dejar atrás lo que no nos gusta y buscar aquello que creemos que nos va a hacer felices, buscar todo eso que tanto nos gusta.

7 comentarios:

Lucía dijo...

El comienzo de la entrada ha sido impactante, Elena. Voy a tomar nota de esa cita ahora mismo.
Me ha gustado el argumento y también los personajes, me parece que es de esos libros que al acabar de leerlos te deja una agradable sensación de disfrute.
Claro que sí, el cambio es posible, y eso lo sabemos todos, el problema radica en tener el valor suficiente para afrontar ese cambio, tomar la decisión y lanzarse.Aunque sea para las cosas pequeñas del día a día te aseguro que puede resultar complicado.
Un abrazo.

Soy ficción dijo...

Estoy en un momento delicado, uno de esos momentos en los que tus últimas frases tienen un sentido especial para mi. Buscar aquello que nos hace felices... Lo sé, y quiero hacerlo.

José Núñez de Cela dijo...

Estaba ansioso (quizá no tanto) por conocer tu opinión de esta novela. A mi me pareció, en su momento, de lo mejor que había leído por aquellos días y, si puedo, la regalo a la menor ocasión.
Conocí a Pedro Zarraluki de su anterior novela (Un encargo difícil) que también te recomiendo), pero esta, me pareció fantástica, con un "mesaje" muy adecuado a nuestros tiempos, de exaltación de la sencillez y las relaciones directas.
Yo también destacaría esta cita del libro:
"El paraíso no existe. Si acaso, es una intermitencia, una ráfaga de viento que nos sacude a veces, una posibilidad inalcanzable, como el palacio de Potala ,... Lo demás es tesón y coraje, un poco de engaño y mucha resignación, aprender a disfrutar a ratos mientras se resiste, mientras se empieza a oler a cosas viejas y acostumbrarse a vivir con los recuerdos, con todo lo que no se hizo, o se hizo mal, con todo lo que se es incapaz de entender o aceptar. Disfrutar, pese a todo, del instante. Eso es lo más parecido que tenemos al Paraíso.

perdón por la extensión...

Mateo Bellido dijo...

Muy buenas, Elena.
Hacía tiempo que este libro me atraía. Estuve tentado de cogerlo, pero siempre tenía otros pendientes.
Ahora, después de conocer tu opinión, de la que me fío bastante, no tengo dudas. El próximo podría ser éste.
Desde luego, el fragmento que elegiste es muy interesante. Me da la impresión que el tema del libro nos interesa a todos mucho. Por otra parte, la estructura de la novela que nos das a imaginar, me interesa particularmente.
Agradecido siempre por tus recomendaciones, te mando un saludo afectuoso.

Carmina dijo...

He tenido varias veces en la mano este titulo en las librerias y he terminado comprando otros, algunos me han convencido y otros no tanto, lo anoto para mi proxima excursion a comprar libros, me gusta la cita con la que has comenzado la entrada, me ha enganchado hasta leer por completo la reseña en un suspiro.

Francisco Ortiz dijo...

También yo estoy a favor de los mensajes positivos, aunque en ocasiones tengan que surgir del lodazal.
Leí un libro hace tiempo de Zarraluki, una novela medio policial que me gustó mucho. Esta parece muy interesante, y tontamente no le he prestado atención cuando la he visto en las librerías. Gracias a ti, repararé el error.

Anónimo dijo...

Lo he intentado leer recientemente. Lo siento, pero esta vez no coincido, UN TOSTÓN DE LIBRO!!!