jueves, abril 22, 2010

ANNE-MARIE GARAT: En manos del diablo

Ha sido algo difícil leer esta obra, en parte por mis circunstancias actuales, pero en parte también por la, a mi juicio, excesiva longitud de la misma (1333 páginas). Haciendo una valoración final, me ha parecido muy interesante y está escrita con una prosa de las que pocas veces se encuentran. La autora domina un registro lingüístico muy amplio, y las descripciones son uno de los puntos fuertes del libro. El problema es que dicha riqueza lingüística llega a cansar un poco debido a la extensión del libro, pero no por eso deja de ser maravillosa. Es una obra que merece ser leída, que ha sido con razón elogiada por numerosos críticos, pero estad seguros de tener mucho tiempo por delante si vais a hacerlo. Ese ha sido quizás mi error, el de leerla a saltos y con cierta premura. Creo que de ahora en adelante tendré que elegir mis lecturas más concienzudamente.

La obra está ambientada en el París de los años previos a la Primera Guerra Mundial. La protagonista de la historia es Gabrielle, una joven que pierde a su prometido, Endre, en extrañas circunstancias. Este hecho le hace embarcarse en una peligrosa aventura, guiada por un inquietante personaje, Michel Terrier, que la convence para convertirse en una especie de espía infiltrándose en la vida del que parece ser tiene más datos sobre la muerte de su prometido, el doctor Pierre Galay. Poco podría imaginarse nuestra intrépida joven que su misión acabaría por tomar un derrotero muy diferente, y que cambiaría su vida a nivel personal para siempre. Un libro misterioso que Endre escribió poco antes de morir se convertirá en la clave para desvelar un oscuro complot que se irá haciendo comprensible al espectador conforme éste avanza en la lectura del libro. No os cuento más porque no quiero desvelaros más detalles.

Gabrielle es una joven encantadora, inocente pero enormemente lista, y sobre todo muy valerosa. Una de esas personas idealistas dispuestas a llegar hasta el final por defender lo que creen. Aunque al principio nos parece una joven muy influenciable debido a su ingenuidad, poco a poco nos irá descubriendo una personalidad más complicada y, sobre todo, un fondo noble que la convierte en un personaje entrañable. Físicamente la autora la describe como una belleza deslumbrante, tanto como su amiga Dora, a quien arrastrará a su aventura en principio contra su voluntad. La amistad entre las dos mujeres parece ser indestructible, aunque adivinamos que Dora siente algo aún más fuerte hacia Gabrielle, pero por respeto a su amiga se mantiene en un discreto límite. Todos los personajes creados por Anne-Marie Garat son de una riqueza extraordinaria: Sophie, la encantadora hermana del doctor Galay, que se nos aparece en principio como una inocente ama de casa y madre para acabar tomando una decisión más que arriesgada; la señora Mathilde, madre de Pierre, quizás el personaje más frío de la novela; o el misterioso Michel Terrier, en quien tanto confía Gabrielle al principio, también es uno de esos personajes que dejan huella.

Para que veáis a lo que me refiero cuando hablo de la prosa de esta autora, os dejo una pequeña muestra:

"Durante aquellos días, la nieve había vuelto. Esta vez lo había borrado todo, cubierto todo. Cierta mañana, se acabaron las formas, se acabaron los ruidos. El mariposeo monótono velaba la luz, y la tierra desapareció, la grava de la avenida y, luego, los bojes se convirtieron en un túmulo blanco. A mediodía nevaba aún, los grandes cedros estaban enmantelados por completo de blanco, se acabaron los muros del jardín, se acabó el vergel. Seguía cayendo a las cuatro; tocaban el piano en el saloncillo y ya no había jardín, ni cajas de naranjas, no había prado, sólo un mar inmóvil de blancura perdido en la nube hormigueante (...) Eso convertía la casa en una isla, sitiada por toda aquella blancura, algo opresiva de languidez y belleza, tan alejada de las ciudades y los pueblos que parecía derivar insensiblemente hacia otros lugares más profundos del espacio, largadas las amarras como un gran paquebote flotando en la nube opaca."

Es un libro donde se mezclan intriga, amor y acción, con dos lugares maravillosos como marco de la historia, París y Venecia. La novela tiene todos los ingredientes para ser una gran novela, y nos recuerda a esas obras decimonónicas que seducen al lector y lo atrapan en una trama plagada de personajes y pequeñas historias. El único "pero" que se le puede poner a este libro es, como ya dije más arriba, su excesiva longitud, pero quizás cada página sea necesaria para construir esta peculiar novela. Además al parecer es el comienzo de una trilogía, así que habrá que seguir el rastro a la posible continuación de la misma.

jueves, marzo 25, 2010

Tres meses de felicidad y poco dormir

La semana próxima Nuria cumplirá sus tres primeros meses de vida. Han pasado rápido, demasiado para mi gusto, pero los he disfrutado con voracidad, saboreando cada segundo que he pasado con ella. Nunca pensé que la maternidad fuera tan apasionante, porque nunca me habían gustado demasiado los niños. Hasta que no tienes los tuyos propios, no te percatas de la enormidad de ese vínculo mágico que te une a ellos, ese amor incondicional que resistiría las pruebas más encarnizadas si fuese necesario. Es una experiencia única e irrepetible, aunque eso ya lo sabéis todos los que sois padres. Y no te importan ni el cansancio ni la falta de tiempo, porque cada mirada, cada sonrisa, te iluminan el día más negro que puedas tener.

Creo que ha sido el periodo más largo que he pasado sin escribir desde que empecé este blog. Y creo que es hora de retomarlo. Imagino que mis entradas serán mucho más esporádicas que antes, pero me resisto a abandonar de forma permanente un espacio que tantas alegrías me ha dado. Aunque con dificultad, sigo leyendo, a ratos. Tengo que recomendaros de hecho dos lecturas estupendas que me han hecho disfrutar muchísimo. La primera es El nombre del viento, de Patrick Rothfuss. Supongo que muchos ya habréis escuchado hablar de él. La historia de Kvothe, cuya infancia y juventud se relatan en esta obra, nos atrapa de forma que resulta casi imposible apartar los ojos del libro. Y os lo dice alguien que no es demasiado aficionada a los libros de fantasía (aunque me encantó El señor de los anillos, pese a algunos pasajes extremadamente tediosos para mi gusto). El problema es cuando llegas a la última página y te das cuenta de que aún te queda un tiempo antes de poder saber cómo continúan las aventuras de nuestro personaje. Esperemos que Rothfuss no nos tenga esperando demasiado tiempo.

El otro libro que quería recomendaros es Tierra desacostumbrada, de la escritora Jhumpa Lahiri. Es una recopilación de historias, algunas de ellas relacionadas entre sí, que describen un mundo que la autora conoce muy bien, el de los inmigrantes indios en Estados Unidos y sus problemas de adaptación a la cultura norteamericana. Las dificultades de entendimiento entre la generación de recién llegados y sus hijos criados ya en Estados Unidos son el esqueleto de esta urdimbre de relatos que resultan, no obstante, muy cercanos y emotivos. Y si os animáis a leerlo en inglés, encontraréis que no resulta especialmente difícil, porque el lenguaje de Lahiri es llano y no se pierde en demasiadas florituras.

En fin, espero poder colgar reseñas algo más extensas en el futuro, si las circunstancias lo hacen posible. Ahora estoy terminando En manos del diablo, de Anne Marie Garat, cuyas 1340 páginas, absorbentes y brillantemente escritas, llevan ocupando mis (escasos) ratos libres más de dos semanas.

Un saludo a todos los que, a pesar de mis idas y venidas, seguís leyendo este blog.

miércoles, enero 06, 2010

Mi princesita


El 30 de diciembre a las seis de la tarde vino al mundo mi pequeña Nuria. Es imposible describir con palabras lo que sentí al verla, y todo el cúmulo de sensaciones que me acompañan desde entonces. Y aunque el cansancio y la falta de tiempo se han convertido en la tónica habitual de mis días, creo que nunca he sido tan feliz. Ya soy mami.

lunes, diciembre 28, 2009

HÉLÈNE BERR: Diario

"Cuando escribo "judío" no traduzco mi pensamiento, porque para mí no existe esa distinción: no me siento diferente de los demás, nunca llegaré a considerarme parte de un grupo humano segregado, quizá por esto sufro tanto, porque ya no comprendo. Sufro al ver la maldad humana. Sufro al ver cómo el mal se abate sobre la humanidad: pero como siento que no formo parte de ningún grupo racial religioso, humano (porque siempre implica orgullo), sólo me sostienen mis luchas y mis reacciones, mi conciencia personal."

En este hermoso párrafo se contiene la esencia principal del Diario de Hélène Berr, un libro tan real como la vida misma, y por ello emotivo y cargado de un significado que pocas obras pueden alcanzar. Junto al famoso Diario de Ana Frank, constituye uno de los documentos más reveladores sobre la persecución que sufrieron los judíos durante los tenebrosos años del nazismo, en este caso en el París ocupado por los alemanes.

Hélène escribió este diario entre abril de 1942 y marzo de 1944. Perteneciente a una familia judía, ella y sus hermanos habían nacido todos en París, y su padre había incluso luchado al servicio de Francia durante la Primera Guerra Mundial. Este dato es importante para comprender por qué Hélène, como ella misma confiesa, no percibe la identidad judía como algo suyo. Ella se siente una chica más, una francesa o europea como tantas, aunque el sufrimiento de otros judíos la hará sentirse más cerca de este grupo de lo que hubiera deseado en un principio.

Hélène es una brillante estudiante en la Sorbona cuando París es ocupado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Melómana y gran lectora, la joven Hélène verá ensombrecerse la ciudad que tanta luz y felicidad le ha traído hasta entonces con la presencia de los alemanes y la publicación de las primeras disposiciones contra los judíos. Su mundo de clases, charlas y reuniones con sus amigos, sus conciertos y paseos por entornos como los jardines de Luxemburgo, comienza a resquebrajarse de una manera acelerada, a pesar de que ella trata de mantener la normalidad de su vida en la medida de lo posible. A ello le ayuda la presencia de Jean Morawiecki, un joven estudiante del que Hélène se enamora perdidamente y que será el destinatario final de su Diario.

Una de las primeras normas dictadas contra los judíos es la obligatoriedad de portar la famosa estrella amarilla cosida a la vestimenta. Hélène la lleva desde el principio, porque piensa que es un signo de valor, de solidaridad frente a todos aquellos que la llevan, pero no porque se sienta excesivamente identificada con ella. A este respecto nos dice, en la entrada correspondiente al 8 de junio de 1942: "Es el primer día en que me siento realmente de vacaciones. Hace un día radiante, muy fresco después de la tormenta de ayer (...) También es el primer día en que voy a llevar la estrella amarilla. Son los dos aspectos de la vida actual: el frescor, la belleza, la juventud de la vida, encarnada por esta mañana límpida; la barbarie y el mal, representados por esta estrella amarilla."

Sin embargo el primer golpe que hará tambalearse los cimientos de su optimismo será la detención de su padre y su deportación al campo de Drancy en junio de 1942. Aunque será liberado más tarde, este hecho constituye el comienzo de la verdadera pesadilla para los Berr. Hélène se involucrará entonces más que nunca en la ayuda a los demás, trabajando junto a otros jóvenes en una organización solidaria que se dedica a localizar y proteger a niños judíos cuyos padres han sido deportados. Poco a poco las páginas del diario se ensombrecen. Hélène sigue tratando de vivir dentro de la nomalidad, pero la partida de su amado Jean, que abandona París para luchar en África junto a las fuerzas francesas libres, y el creciente temor a la deportación, llenan su testimonio de reflexiones en las que la humanidad de esta joven alcanza una altura digna de elogio. Por otro lado, no deja de sorprender la calidad literaria que desprenden estas páginas. Algunos párrafos son realmente conmovedores y, sobre todo, encierran una capacidad de análisis que asombra en una chica de su edad:

"Tengo un deber que cumplir escribiendo, porque es preciso que los demás sepan. A cada hora del día se repite la dolorosa experiencia que consiste en darse cuenta de que los demás no saben, que ni siquiera se imaginan los sufrimientos de los otros hombres y el mal que algunos infligen a otros. Y sigo intentando este penoso esfuerzo de contar. Porque es un deber, es quizás el único que pueda cumplir (...) Porque ¿cómo curar a la humanidad sino revelando primero toda su podredumbre, cómo purificar al mundo sino haciéndole comprender la magnitud del mal que comete?"

"Tengo miedo de no estar aquí cuando Jean vuelva (...) Pero no es miedo, porque no tengo miedo de los que pudiera sucederme; creo que lo aceptaría, porque he aceptado muchas cosas duras y no tengo un carácter que se rebele ante una penalidad. Pero temo que mi hermoso sueño no pueda completarse, realizarse. No temo por mí, sino por lo bello que habría podido ser".

Finalmente los temores de Hélène se ven confirmados. En marzo de 1944 es detenida y deportada junto a sus padres, primero a Drancy y después a Auschwitz. Los tres morirán poco antes del fin de la guerra. Hélène tenía entonces 23 años. Gracias a estas páginas, su testimonio y sus sentimientos perviven aún, dejándonos adivinar tan sólo una parte del sufrimiento que acompañó a tantas personas durante esos aciagos años. Su Diario es, sin duda, una lección de humanidad de la que todos podemos y debemos aprender.


jueves, diciembre 17, 2009

HIROMI KAWAKAMI: El cielo es azul, la tierra blanca

Siempre que pienso en Japón -país que me encantaría conocer algún día- me imagino a gente muy atareada, trabajando muchas horas y con una eficiencia fuera de lo normal. En cambio, las novelas escritas por autores japoneses son justamente lo contrario. Transmiten una paz y una serenidad que no he encontrado hasta ahora en ninguna otra literatura. Suponen un ejercicio de relajación, una especie de viaje interior hacia el autodescubrimiento, y crean un ambiente donde las prisas y el estrés no tienen cabida.

Es lo que me ha vuelto a ocurrir con este libro, que ha sido loado tanto por la crítica como por el público (algo poco habitual), y que es la primera novela traducida al castellano de Kawakami. Esta escritora es muy popular en su país, y de hecho ha recibido varios premios a lo largo de su más o menos breve trayectoria literaria. Su nombre se suma pues a tantos otros -Banana Yoshimoto, Yukio Mishima, y el ya famosísimo Haruki Murakami, entre una larga lista de ellos- que nos son cada vez más conocidos gracias a la cálida acogida popular que la literatura nipona está recibiendo en nuestro país desde hace un tiempo.

Como viene siendo habitual en estas novelas, la narración fluye de una manera ágil y sencilla. El lenguaje es claro, sin florituras. Los pasajes nos remiten a sucesos normales de la vida cotidiana de las personas. Y de nuevo los protagonistas son seres incompletos, personas que no encuentran su sitio ni su felicidad en la sociedad que les rodea. La soledad es su hogar, y es por ello que se sienten atraídos por aquellos que son como ellos, almas que sobreviven cada día sin saber muy bien cómo. Así son nuestros dos protagonistas, el profesor Matsumoto y su ex-alumna Tsukiko. que después de años sin volver a verse se encuentran por casualidad en una taberna y comienzan a hablar. A partir de ahí se suceden los encuentros -algunos por casualidad y otros planeados- en los que ambos se van conociendo mientras disfrutan de agradables ratos de conversación entre sake y apetitosas comidas.

El libro se lee como una gran historia de amor, y no en vano es así como aparece en el título. Una historia que nace y se va haciendo fuerte a medida que avanzamos en la lectura, pero condenada en principio al fracaso por la enorme diferencia de edad entre los protagonistas y la tendencia a la soledad y la introspección de ambos, que dificultan aún más ese mutuo entendimiento. Sin embargo, a pesar de estos obstáculos, ese amor no deja de crecer, y el lector tiene el privilegio de vivirlo casi como un "voyeur", viéndolo afirmarse en cada encuentro, en cada suceso cotidiano que acontece a la inusual pareja. Hasta que la propia Tsukiko se da cuenta de ello. Y ya no habrá vuelta atrás. Precisamente es la voz de Tsukiko, convertida en narradora, la que nos lleva de la mano en esta plácida aventura, desde el mismísimo principio:

"Aquella noche bebimos cinco botellas de sake entre los dos. Pagó él. Otro día, volvimos a encontrarnos en la misma taberna y pagué yo. A partir del tercer día, pedíamos cuentas separadas y cada uno pagaba lo suyo. Desde entonces lo hicimos así. Supongo que no perdimos el contacto porque teníamos demasiadas cosas en común. No sólo nos gustaban los mismos aperitivos, sino que también estábamos de acuerdo en la distancia que dos personas deben mantener. Nos separaban unos treinta años, pero con él me sentía más a gusto que con algunos amigos de mi edad."

Para hacerlo aún más apetitoso, la edición de Acantilado es un verdadero regalo; está muy cuidada y añade aún más encanto a la obra. Si os agobia el consumismo y el ajetreo de estas fechas, sumergíos en esta historia y veréis como se aleja cualquier sombra de estrés. Y con qué sencillez puede narrarse una historia de amor tan complicada. Aunque al fin y al cabo, ¿existe alguna historia de amor que no lo sea?


Ya faltan menos de dos semanas para salir de cuentas, pero parece que Nuria nos va a salir friolera y por ahora ha decidido seguir calentita en la tripa de su mami. Por si no me diera tiempo a hacerlo más adelante, quería desearos a todos unas Felices Fiestas y un Año Nuevo cargado de felicidad. Os deseo que estas Navidades sean tan especiales como lo van a ser para mí. Mis mejores deseos desde este rinconcito de la blogosfera.


lunes, diciembre 07, 2009

PAOLO GIORDANO: La soledad de los números primos

"Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que figuraban en esa serie por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían (...) Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos."

Este párrafo explica perfectamente el título de una novela que ha cautivado ya a miles de lectores, y entre los cuales debo incluirme. La soledad de los números primos es una de esas historias de amor imposibles que, en este caso, se sustenta sobre dos jóvenes que están rotos por dentro, cada uno por distintas razones, y que a lo largo de sus vidas se reúnen una y otra vez para acabar de nuevo separándose. Es como si el destino se empeñase en negarles un futuro en común, y tanto Mattia como Alice tendrán que luchar contra esa fuerza invisible que parece condenarles de forma inexorable.

Los dos personajes principales son extremadamente complicados, y eso los hace muy atractivos a ojos del lector. Cada uno arrastra un terrible secreto que los aleja de la "normalidad" -un concepto cuya existencia es más que discutible-, y los convierte en extraños ante las miradas de los demás. Ello es más patente aún en la adolescencia, ese período donde el ser diferente suele conllevar un aislamiento social que puede hacer mucho daño a esta edad. La carga que Mattia y Alice arrastran respectivamente les pesará durante toda su vida, e influirá en sus relaciones sociales y en su forma de enfrentarse al futuro. No obstante, aunque ambos vivirán sus vidas por separado, la fuerza que los atrae juega a reunirlos en situaciones clave en las que ambos sentirán esa plenitud y felicidad que sólo se siente al lado de la persona adecuada en el momento adecuado.

La verdad es que en este libro me ha gustado prácticamente todo, desde los personajes, que destilan una tristeza y una soledad que no podemos dejar de sentir a lo largo de las páginas, hasta el estilo de Giordano, sencillo pero fluido y bello, una prosa que se lee con facilidad y se disfruta desde el mismo comienzo. Pero sin duda es esa imposibilidad de alcanzar la plenitud, esos obstáculos a la felicidad, lo que más me ha atraído del libro, pues creo firmemente que la vida real está llena de ejemplos parecidos, no sólo en el amor sino en todos los aspectos que conforman nuestra existencia: la amistad, el trabajo, la familia... Y la inmensa mayoría de las veces no es el destino, sino nuestra propia psique, nuestros prejuicios y cargas mentales, las que nos impiden alcanzar aquello que verdaderamente queremos. Es lo que ocurre en el libro. Realmente Mattia y Alice podrían ser números normales si ellos quisieran, pero son sus heridas personales quienes les convierten en dos números primos destinados a no encontrarse nunca de verdad.

La soledad de los números primos es la primera novela de este joven autor, Paolo Giordano, y sin duda constituye un gran debut para este escritor italiano. Esperemos que siga deleitándonos en el futuro con historias tan conmovedoras como ésta. A mí ya me ha ganado como lectora.

lunes, noviembre 30, 2009

TERESA VIEJO: La memoria del agua

La memoria del agua es la primera obra de ficción de la periodista Teresa Viejo, que nos sorprende con una historia de intriga, amor y pasión ambientada en los años veinte y treinta del siglo pasado, pero ubicada en un lugar que existió realmente: el balneario de La Isabela, en la provincia de Guadalajara, desaparecido a mediados del siglo XX bajo las aguas del pantano de Buendía. En este marco idílico, aunque no lo fue durante toda su historia, se desarrolla la vida de la familia Montemayor, cuya hija, Amada, se erige en protagonista de esta novela, al menos en gran parte de ella.

El Real Sitio de La Isabela fue creado en 1826 por Fernando VII, y recibió este nombre en honor a su esposa Isabel de Braganza. Muy pronto, gracias a la existencia de fuentes termales, se convirtió en un balneario de moda entre la alta burguesía de la zona, que acudía allí a curarse de multitud de dolencias. Mucho más tarde, durante la Guerra Civil, se convirtió en algo muy distinto, un hospital psiquiátrico, para pasar a dormir bajo las aguas del pantano desde marzo de 1955. Hoy en día, puesto que el nivel de las aguas ha bajado, es posible observar las ruinas de lo que en su tiempo fue uno de los centros de moda de la burguesía española, cuya fama permitió desarrollarse a su alrededor toda una red de casas y edificios relacionados con la actividad balneárica.

Fue una visita que la autora realizó a este lugar la que hizo que esta novela naciera en su cabeza. Es evidente que Teresa Viejo se ha documentado bien a la hora de escribir sobre este insólito refugio, aunque los personajes de la novela son en su mayoría inventados. Se trata de la historia de la familia Montemayor, una familia de burgueses que compró el balneario en los años 20 y lo llevó al cénit de su fama y prestigio. Pero la llamada maldición de La Isabela, como la conocian los vecinos, llevaría la ruina y la desgracia a quienes tanto esfuerzo emplearon en esta tarea (los Montemayor también son una invención de la autora).

El libro se divide en dos partes claramente diferenciadas. De hecho se pueden leer casi como dos libros distintos. La primera nos presenta una trama de intriga donde dos muertes, que rompen con la quietud tradicional del balneario, se convierten en el eje central de la historia. En esta primera parte la presencia de Amada es más bien testimonial, pues es aún una niña pequeña. Los verdaderos protagonistas son otros: el comisario que investiga el caso, Ginés Fuentes, el médico del balneario, Samuel Millares, y el dueño del lugar, Ernesto Montemayor. A su alrededor desfilan toda una caterva de personajes, a cada cual más pintoresco, algunos un tanto innecesarios según mi punto de vista, que dan vida al balneario y parecen vivir de espaldas a los trágicos sucesos que en él se desarrollan. Una vez aclarado el misterio, una serie de desgracias hacen que los Montemayor decidan deshacerse del balneario, terminando así con su periodo de prosperidad.

La segunda parte transcurre en su mayoría durante los turbulentos años treinta, teniendo como marco histórico la II República y la Guerra Civil. En estas páginas Amada pasa a convertirse en la protagonista indiscutida, pues realiza un viaje al que fue su hogar durante su infancia para encontrarlo completamente transformado, utilizado ahora como hospital psiquiátrico. Sin embargo, el viaje habrá merecido la pena porque algo que sucede en él cambiará su vida para siempre.

La novela se lee con interés, más en su segunda parte que en la primera. El resultado es pues algo desigual, porque parece como si ambas partes no tuvieran demasiada conexión entre sí. Los personajes aparecen bien dibujados, y la pluma de Teresa Viejo les brinda multitud de matices. Me ha gustado mucho su estilo, cuidado y trabajado, con mucha sensibilidad. Salvo algunos detalles sin demasiada importancia creo que la autora sale con muy buen pie de esta primera incursión en el mundo de la narrativa, y desde aquí solo me queda desearle una larga y prolífica carrera. No es una obra maestra, pero entretiene y deja buen sabor de boca. Y sobre todo está bien escrita, algo que, al menos esta servidora, agradece muchísimo cuando abre las páginas de un libro. Al fin y al cabo, se trata de disfrutar (o sentir más bien) con una historia y, al mismo tiempo, con la forma de narrarla. En eso consiste la buena literatura.