
Mi primera incursión en Sándor Márai ha culminado con un sobresaliente. Y eso que me ha pillado con el fin de curso, cansada y con poco tiempo para leer. No obstante, a pesar de los obstáculos, la lectura de este libro me ha abierto una puerta a un mundo nuevo, al que sin duda alguna volveré dentro de un tiempo. Una lectura de las que dejan huella.
La historia está compuesta por tres monólogos, en boca de tres personas unidas por un triángulo amoroso. Maritka es la primera de las voces. Una mujer divorciada, perteneciente a la burguesía, que nos cuenta su experiencia matrimonial, el amor incondicional que sentía por su marido. Su empeño en retenerlo a su lado aún sabiendo que estaba enamorado de otra mujer. Su desgracia personal al perder a su único hijo. Su reconstrucción tras el divorcio, el tener que empezar una nueva vida. Todo ello narrado con la excusa de un café con una amiga a la que cuenta las vicisitudes de su vida.
La segunda voz es la del ex-marido, Péter, un burgués acomodado que dejó a su mujer por el espejismo de un enamoramiento -al menos esa es la conclusión de una servidora al terminar de leer el libro-, un hombre que ante todo se confiesa un gran amante de la soledad, en búsqueda constante de algo que ni siquiera él acierta a descifrar.
Y por último escuchamos a la tercera en discordia, Judit, la "causa" del divorcio y la segunda esposa de Péter, una criada que siempre envidió a los burgueses, y que soñaba con convertirse en uno de ellos. Este personaje es el más redondo, el más complicado, pues si bien nos muestra a veces un lado oscuro y egoísta, deslumbrada por la fortuna y el lujo en que viven los burgueses, súbitamente nos confiesa en un momento dado que cuando se casó con Péter estaba completamente enamorada de él. Judit es a la vez la representación de lo mejor y lo peor del ser humano. Es una criatura misteriosa, con una infancia desdichada que, por encima de su deseo de ser rica, quizás escondía uno más profundo de ser amada y respetada por los demás.
Cada personaje tiene su voz propia, su estilo personal. El lector parece estar con ellos compartiendo un café, sentado a su misma mesa, en una Budapest asolada por las bombas de la guerra. Ellos hablan y nos conducen a sus respectivos mundos, haciéndonos ver que una misma realidad puede ser interpretada de manera muy distinta , pues cada uno tiene su propia versión de la relación que han vivido. Todos hablan de la persona justa, aquella que nos traerá la felicidad y colmará nuestros deseos. Sin embargo, la voz más sabia en este sentido demuestra serlo la de Eritka, que nos deja unas palabras rebosantes de sabiduría:
"Un día desperté, y me incorporé en la cama y sonreí. Ya no sentía dolor. Y de golpe comprendí que la persona justa no existe. Ni en el cielo ni en la tierra ni en ningún otro lugar. Simplemente hay personas, y en cada una hay una pizca de la persona justa, pero ninguna reúne todo lo que esperamos y deseamos. Ninguna reúne todos los requisitos, no existe esa figura única, particular, maravillosa e insustituible que nos hará felices. Sólo hay personas. Y en cada una hay siempre un poco de todo, es a la vez escoria y un rayo de luz".
Reflexiones como esta abundan en la novela. La prosa de Márai es magistral, fluye con naturalidad y a la vez es rica en digresiones filosóficas que obligan al lector a parar y a pensar hasta qué punto comparte dichas afirmaciones. Algunas son brillantes. Dejadme incluir aquí algunas como botón de muestra:
"El burgués tiene que estar toda la vida demostrando quién es. El aristócrata ya ha demostrado quién es en el momento de nacer."
"Hasta cierto momento en nuestra vida, la soledad nos parece un castigo, nos sentimos como el niño al que dejan solo en un cuarto oscuro mientras los adultos conversan y se divierten en la habitación de al lado. Pero un día nosotros también nos hacemos adultos y descubrimos que, en la vida, la soledad, la verdadera, la elegida conscientemente, no es un castigo, ni siquiera es una forma enfermiza y resentida de aislamiento, sino el único estado digno del ser humano. Y entonces ya no es tan difícil soportarla. Es como vivir en un gran espacio donde siempre respiras aire limpio."
"Y al final tuvo que aceptar que la razón en realidad no vale nada porque los instintos son más fuertes. La cólera es más fuerte que la razón. Y cuando la cólera tiene la tecnología en sus manos le importa un pimiento la razón. Entonces, la cólera y la tecnología se lanzan juntas a un baile absurdo y salvaje".
La lectura de La mujer justa puede hacerse ardua en algunos momentos, por la ausencia de diálogos, y por las características de un monólogo que se extiende durante páginas y páginas. Pero la historia atrapa al lector, lo arrastra hacia los secretos ocultos de tres personas que sobreviven en un entorno difícil, envenenado por las convenciones sociales y asolado por una guerra que deja Budapest completamente en ruinas. Márai roza la brillantez al hablar de los puentes de Budapest en boca de Judit, la sensación de felicidad de ésta al cruzar por primera vez uno de esos puentes reconstruidos tras la guerra. Momentos como éste llenan la novela de pasajes mágicos capaces de deleitar al lector más exigente.
Si habéis llegado hasta aquí, no hace falta que os diga que no debéis dejar de leer este libro. Por todo lo expuesto y por más razones que me he dejado en el tintero, Márai es una referencia fundamental de la literatura contemporánea, y una parada obligada para conocer las consecuencias de la guerra y la ocupación comunista de la Hungría de los años cuarenta y cincuenta. Lástima que no pudiera ver con sus propios ojos el fin de ese régimen del cual escapó, pues Márai se suicidó en los Estados Unidos en 1989, poco antes de la caída del muro de Berlín.
Dentro de unos días comienza mi primera aventura del verano: un curso en Cheltenham (Reino Unido), que absorberá mi tiempo durante unos días. No sé si podré hacer alguna incursión por estos lares. Por si acaso, os deseo a todos un feliz verano y un buen descanso a los que comencéis vuestras vacaciones. En el equipaje de mano llevo, entre otros, a Millás y Trueba, una compañía estupenda para un viaje. Nos vemos a la vuelta.