
"Comparada con la imagen escabrosa de una esposa malvada, manipuladora y extranjera, la verdadera esencia de María Antonieta se convirtió en una mera sombra. Tras mirar sin rencor al extraordinario viaje que fue su vida, cabe concluir que sus flaquezas, bien que manifiestas, fueron insignificantes frente a su desgracia. La mala suerte persiguió desde que pisara Francia a esta incapaz embajadora de una gran potencia, esta mujer a la que nadie quería, esta niña convertida en esposa, hasta el final, cuando devino el chivo expiatorio para el fracaso de la monarquía. Dejemos que la reina tenga la última palabra. "Oh, Dios mío -escribió en octubre de 1790- si tenemos culpas, sin duda ya las hemos expiado."
María Antonieta (1755-1793) era la hija del emperador Francisco I de Austria y de su imponente esposa María Teresa, una emperatriz con un peso político importante en la Europa del siglo XVIII. María Teresa tuvo siempre muy claro que sus hijas eran piezas fundamentales del entramado político de la época (en sus propias palabras: "han nacido para obedecer y deben aprender a hacerlo a su debido tiempo"), y María Antonieta no iba a ser una excepción. Con apenas catorce años, y con una educación bastante descuidada en algunos aspectos -al no ser una de las hijas mayores no se le dedicó tanta atención como a las demás princesas- fue enviada a París para contraer matrimonio con el futuro rey de Francia, Luis XVI. Los primeros años de su matrimonio fueron bastante difíciles, por la ausencia o escasez de relaciones entre ambos cónyuges debido a razones que aún hoy se desconocen, que hicieron imposible por el momento cumplir con una de las consideradas principales obligaciones en una soberana por aquel entonces: dar un heredero al reino. La falta de comunicación entre ella y su marido, comunicación que afortunadamente fue mejorando con el tiempo de forma considerable, hicieron que la joven centrara su atención en divertirse y en conocer a personas que pudieran aliviar su enorme soledad (de ahí esa imagen de una reina frívola y consentida que nos ha legado la historia, imagen que, siempre según Fraser, debe ser matizada).
Con el tiempo María Antonieta tendría un total de cuatro hijos, de los cuales dos fallecieron siendo pequeños, hecho que marcaría para siempre la personalidad de la joven reina. Más tarde los acontecimientos que condujeron a la revolución, y el estallido de la misma, convertirían su vida y la de su familia en una serie de episodios oscuros y de incertidumbre entre los cuales destaca el intento de huida de la familia real, que se convirtió en el primer paso para su caída definitiva. La autora narra con gran maestría todos estos sucesos, y es difícil no emocionarse ante los sufrimientos que María Antonieta experimentó en estos años, temiendo por la vida de su marido, sus hijos, sus amigos, y, cómo no, por la suya propia. Las acusaciones que la condujeron a su ajusticiamiento en 1793 eran tan absurdas como el rumbo radical que había tomado una revolución que terminó llenando las calles de Francia de muertos inocentes salvajemente asesinados.
Antonia Fraser trata de desmontar algunos de los mitos tradicionalmente asociados a esta soberana. Un ejemplo es su desmedida afición al lujo y a los tocados imposibles, costumbres que al parecer estaban bien asentadas en la corte de Versalles antes de su temprana llegada desde Austria. La autora destaca aspectos positivos de su personalidad, como el amor incondicional hacia sus hijos, el cariño y respeto que llegó a sentir por su marido, su afán por tratar de agradar a su familia austríaca en su papel de defensora de los intereses de Austria en Francia, o la entereza con que afrontó su juicio y su ejecución a muerte a pesar de la injusticia de las acusaciones vertidas contra ella. Por supuesto que la reina tendría sus defectos y sus flaquezas -todos las tenemos al fin y al cabo-, pero esta obra nos arroja un velo de humanidad nuevo que hace a María Antonieta más cercana, y le devuelve algunas de las virtudes que el tiempo y la memoria le han arrebatado.
Por cierto, Sofia Coppola se inspiró en parte en esta obra para realizar su película sobre la vida de María Antonieta, protagonizada por Kirsten Dunst.
