
Ingrid Betancourt es una heroína. Después de leer este libro y de haber investigado un poco sobre su vida, no se me ocurre otro calificativo mejor para definirla. Como todos los héroes, tiene sus virtudes y sus defectos, pero su valentía, su arrojo y su imprudencia -en determinadas ocasiones-, la convierten en una persona fuera de lo normal, de esas que se sienten llamadas a cumplir una misión y entregan su vida a ello, sacrificando –con todo el dolor de su corazón- aspectos a los que muchos de nosotros no podríamos renunciar, como el hecho de tener que alejarte de tus propios hijos. Así es Ingrid, y así lo narra en este libro que tiene dosis de intriga y acción propias de una novela.
La rage au coeur (La rabia en el corazón) es la historia, narrada por ella misma, de esta mujer extraordinaria, desde su infancia y juventud a caballo entre Bogotá y París, hasta poco después de su elección como senadora en Colombia, consiguiendo un apoyo masivo entre los votantes. Sus padres tuvieron una influencia decisiva en el futuro político de Ingrid, pues su padre había sido ministro de Educación y diplomático, y su madre acabaría separándose de su marido y dedicándose a la vida política en Colombia. Ingrid muestra en todo momento una gran devoción hacia sus dos progenitores, a los que admira sin ningún tipo de fisuras.
Casada en primeras nupcias con el diplomático francés Fabrice Delloye, Ingrid tendría dos hijos de este matrimonio, Melanie y Lorenzo. Durante estos años (década de los ochenta) su vida no presagiaba lo que habría de venir en el futuro. Era la esposa perfecta, encargada de preparar muchas de las recepciones que daba su marido, y dedicada a la crianza de los dos pequeños. Su marido fue trasladado varias veces durante ese período: Ecuador, las islas Seychelles, Los Ángeles… Ingrid se siente cada vez más triste de estar fuera de su país natal, y el amor por esa Colombia que ella cree poder transformar crece con fuerza en su interior. Tras meditarlo mucho –y supongo que por un cúmulo de razones- Ingrid decide separarse de su marido en 1990, y dejando atrás a toda su familia, incluso a sus hijos, se marcha a Bogotá.
Con la ayuda de su madre, Ingrid comienza su carrera política desde abajo. No cabe duda de que los contactos de sus padres le abrieron muchas puertas, pero Ingrid muestra en todo momento una determinación increíble que le hace ganar cada vez más adeptos. Se une al Partido Liberal, y en 1994 es elegida diputada. Es ahora cuando empieza su lucha implacable contra la corrupción en que vive enquistada la mayor parte de la clase política colombiana. Ingrid denuncia las relaciones entre un gran número de políticos –incluido el mismísimo presidente, Ernesto Samper- y los cárteles de narcotraficantes, y se convierte en una figura adorada por unos y vilipendiada por otros. Muy pronto comienza a recibir amenazas de muerte. Casada de nuevo y conviviendo con sus hijos, que se han mudado a Colombia con ella, toma una de las decisiones más duras de su vida: envía a sus hijos a Nueva Zelanda, donde vive su ex marido, pues teme que pueda ocurrirles algo.
Ingrid continúa su “misión”. En 1998 decide dejar el Partido Liberal, donde ha encontrado muy pocos apoyos, y fundar un nuevo partido, Oxígeno, cuyo lema será la lucha contra la corrupción. Ese mismo año es elegida senadora con un número de votos muy alto, más de 150.000. Ingrid se sabe querida por el pueblo y se plantea un nuevo reto, más difícil aún, la carrera presidencial. No podrá ver cumplido su sueño, pues en febrero del 2002 es secuestrada por las FARC, junto a su amiga y colaboradora Clara Rojas, cuando se dirigía a San Vicente de Caguán, para mostrar su apoyo al nuevo alcalde de esa localidad que pertenecía al partido Oxígeno.
Me ha fascinado la personalidad de Betancourt. Aunque en determinados momentos parece a punto de derrumbarse –y no es para menos, dados los obstáculos que va a encontrarse una y otra vez en su camino- muestra una valentía a prueba de bomba. Es admirable su empeño en denunciar las corruptelas de la clase política de su país aun poniendo en riesgo su propia vida. Su idealismo, su fe en que Colombia se convertirá tarde o temprano en una verdadera democracia, es el motor que le guía en esta lucha sobrehumana. El nivel de corrupción en que se mueve el gobierno y muchos políticos colombianos llega a poner los vellos de punta. El recurso al asesinato para eliminar opositores molestos era algo habitual, y los culpables siempre acababan escapando a la justicia.
Quizás su secuestro podría haberse evitado, tanto desde el Gobierno, que no le proporcionó el helicóptero militar que ella había requerido para viajar a San Vicente, teniéndolo que hacer por tierra (un trayecto mucho más peligroso), como por la propia Ingrid, que fue avisada por el Ejército de la presencia de guerrilleros de las FARC en su camino. Puede que ella se creyera en cierto modo indestructible, como les sucede a los héroes cuando vencen las pruebas con las que se enfrentan una y otra vez. Desgraciadamente para Ingrid, esta vez la suerte no estaría de su lado.
Cuando este libro se publicó, en francés, se convirtió en un best seller en Francia, pero en cambio en Colombia fue duramente criticado. El mismo Samper demandó su publicación en el país galo, pero no consiguió que fuese retirado del mercado. El libro termina con estas bellas palabras, que reflejan el amor de Ingrid por el país sudamericano:
"Amo la vida apasionadamente; no tengo ganas de morir. Todo lo que construyo para Colombia es también para tener la felicidad de envejecer allí. Para tener el derecho de vivir allí, sin temer por el sufrimiento de todos aquellos a los que amo."
Esta es pues una historia inacabada. Porque Ingrid Betancourt aún sigue en manos de las FARC. Sigue secuestrada, tras casi seis años, en unas condiciones infrahumanas, como han demostrado las últimas pruebas de vida que se han conseguido de ella. Su familia y los gobiernos francés y colombiano siguen luchando por su liberación. Al parecer, Ingrid está cada vez más cansada y, conociendo su fortaleza, debe haber padecido mucho para caer en ese estado. Esperemos que esta pesadilla acabe pronto. El mundo necesita de personas como Ingrid Betancourt. Y ella necesita un final feliz para su historia.