domingo, octubre 21, 2007

Elogio del viaje


Vuelve a hacerme falta despegar los pies del suelo.

Cuando llevo un tiempo sin moverme de mi ciudad, sin desaparecer, se me empieza a hacer pequeña. Me es necesario viajar como respirar, o casi. Algunos pueden reirse de esta "necesidad", que por supuesto está por detrás de otras muchas consideradas prioritarias. Pero para mí es vital moverme de vez en cuando, escapar unos días lejos de lo conocido, con un libro o dos bajo el brazo. Pasear por calles extrañas, tomar café en otras lenguas y cruzarme con personas de otra piel y otra cultura. Es una sensación mágica. Viajar nos hace crecer, nos vuelve más tolerantes y felices. Agota el cuerpo pero recarga el espíritu.

Un viaje y un libro son en realidad extrañamente similares. Ambos nos guardan sorpresas, momentos de incertidumbre, anhelos de ser otros y vivir en otros lugares, por un tiempo limitado al menos. Preparar un viaje es como escoger una próxima novela. Buscar un vuelo o un hotel idílico en Internet es pasear nuestra mirada sobre los lomos sugerentes de esos libros apilados en la estantería de la biblioteca. ¿Que viajar es más emocionante? Bueno, depende del viaje...y del libro.

En palabras de un viajero impenitente como es Javier Reverte: "el arte de viajar supone un acto de humildad permanente, porque descubres que te equivocas más de lo que podrías pensar. Tus prejuicios se desvanecen y tus principios se recortan en número, aunque se hacen más fuertes en calidad. Un buen viaje es aquel que cambia algo en tu interior, y que te enseña, a través de los ojos de los otros, algo nuevo sobre ti mismo."

Como hasta diciembre lo tengo difícil para escaparme, me conformo con los viajes alternativos que me proporcionan mis amados libros. He descubierto ahora a Isaac Rosa, un autor sevillano que promete. Muy pronto, nueva reseña. Y nueva escapada. Espero.

Imagen: TAMARA DE LEMPICKA, Autorretrato

7 comentarios:

El Doctor dijo...

Tu texto lo hago mío,mi querida Elena,y no puedo decirte nada más,sino volver a leer tu post como si lo hubiera escrito yo mismo;perdido entre libros y otros mapas de las emociones.
¡Feliz viaje!
Besos.

Joselu dijo...

Es curioso. En un tiempo fui viajero. Ahora soy por cuestiones familiares prácticamente sedentario. ¡Pero cómo añoro aquellos viajes! El oriente fue mi destino predilecto, pero cuando viajaba me era imposible leer libros. Me absorbía tanto el viaje -ese que nos transforma- que no podía embeberme en esos otros mundos que caben en un libro. En un viaje -según lo veo yo- has de perder cualquier esperanza de hallar, descubrir o materializar alguna ilusión. Los viajes -hablo de viajar en solitario y por temporadas largas como tres meses- me solían abrumar, frustrar y decepcionar. Comenzaba preguntándome qué hacía yo allí y con un billete de vuelta para dentro de tres meses. Era todo nuevo y duro. El periodo de adaptación duraba quince días, un mes hasta que perdía cualquier idea preestablecida. Pasaba incluso por momentos de extrema soledad y tristeza. Pero luego algo pasaba, era mágico, ocurría lo inesperado, el viaje se abría como un objeto fantástico en el que descubría lugares y gentes sorprendentes. Al final del viaje la maravilla se había producido pero no por resultado de la búsqueda sino del azar necesario. Y sin duda, los viajes te cambian en tu interior -por poco tiempo porque luego vuelves a cometer los mismos errores-. Algo se ha producido. Leer es también algo parecido pero no sustituye al viaje. O por lo menos en mi madurez hay muy pocos libros que me abran nuevos caminos. Recuerdo hace cuatro años la lectura de La montaña mágica de Thomas Mann como un proceso absolutamente iniciático. Pero esa sensación no se ha vuelto a producir. Fue encontrar el libro adecuado en el momento adecuado. Me gustan los libros que me abren caminos nuevos, pero me he hecho demasiado escéptico. Por eso, guardo como un tesoro mis primeras lecturas de algunos textos que me maravillaron cuando los leí de joven. Recuerdo la fascinación que sentí cuando leí con veinte años Esperando a Godot de Beckett. Me da igual que de adulto lo haya vuelto a leer y me haya decepcionado. La lectura que vale es aquella. Para ser un buen lector y un buen viajero hay que saber morir antes para descubrir lo nuevo. Pero eso a determinada edad -maldito tiempo- raramente sucede. Pero algo queda...Quiero creerlo.

Joaquín dijo...

Precioso texto. Me recuerda un amigo que tengo que ama tanto viajar que, tanto le da cómo y dónde. Lo mismo se lo pasa bien en los canales de Amsterdam que en las calles de Chueca. En todos los lugares hay cosas hermosas y buenas gentes.
Un saludo.

Elena Casero dijo...

Siempre te esperaremos tanto si viajas virtualmente como mentalmente, o en coche.

Un beso

Elena dijo...

Francisco, siempre es una delicia verte por aquí. Veo que somos muchos los aficionados a viajar, en persona o con la imaginación.

Joselu, yo nunca he viajado sola y por tanto tiempo. Un par de veces a Francia a hacer cursos de verano, pero no es lo mismo, aunque uno de esos viajes -a Grenoble, ciudad de la que enamoré- tuvo cierto carácter de viaje iniciático. Si un viaje corto y acompañada te aporta tantas cosas, irse solo tan lejos debe ser una experiencia en todos los sentidos. Por supuesto que leer no sustituye al viaje, pero yo recuerdo algunos libros con la nitidez de imágenes que te da un viaje en primera persona. Me gusta la frase de que para ser buen lector y buen viajero hay que morir antes, es la única forma de abrirnos a ese mundo nuevo que nos espera y nutrirnos con todo lo que nos pueda ofrecer. Yo sigo intentándolo cada vez que hago mi maleta o abro la primera página de un libro. Morir para renacer, más sabios y más completos. Por supuesto que algo queda, el "maldito tiempo" nos hace crecer, Joselu.

Joaquín, tu amigo sabe lo que es vivir. Viajar le da sentido a nuestras vidas.

Scriptorum, espero poder volver siempre a este rinconcito para seguir compartiendo momentos con vosotros. Gracias por esperarme.

Un abrazo a todos.

Chiara Boston dijo...

Qué cierto lo que dices! Y qué bien dicho, Elena!!! Nunca había pensando en los libros como viajes pero, viajera innata que soy, puedo asegurar que la sensación de partida es la misma. Viajar es llenarte los pulmones del aire de otros sitios, e incorporarlo a tu sangre, a tu cerebro y a tus entrañas. Leer es lo mismo...

Me voy de tu blog contenta con tu analogía y regreso mañana para ponerme al día con tus recomendaciones y siempre certeras críticas literarias.

Qué bueno haberte encontrado! No te suelto más!!
Besitos

hombredebarro dijo...

El viaje transcurre por los escenarios,la lectura por los interiores. Me pasa lo que a joselu: si viajo no puedo leer.
Y cuando leo, para qué viajar.Hoy día escapada es sinónimo de viaje. No. Pessoa no salía de Lisboa, pero recogía folletos de las agencias y soñaba los viajes. Las escapadas nos llevan al punto de partida, los viajes a un lugar distinto, generalmente al extravío. ¿Cuánta gente viaja hoy día?¿No será más bien que se trasladan de un lugar a otro? Por otra parte, tampoco está mal. Pero cada cosa en su sitio.