
"¿Podrías reconocerme si me vieras ahora? Han pasado muchos años, demasiados. Mi rostro ya no es el mismo. Las arrugas surcan las comisuras de mis labios, agrietan el contorno de mis ojos, y dibujan un mapa agreste desde mi frente al punto más bajo de mi barbilla. El color de mis pupilas se ha ido desdibujando, aclarándose como le ocurre a la ropa que se lava una y otra vez, el azul que conociste ya no existe como tal. Ahora es un color distinto.
No te culpo por marcharte. No puedo decir que yo habría hecho lo mismo, te he querido siempre demasiado, más de lo que jamás debí quererte, más de lo que a ningún ser humano le debería estar permitido. Pero tu amor era distinto, más mudable y superficial. Decidiste por mí nuestro futuro, te llevaste mis sueños junto a los tuyos, y ahora esos sueños yacen perdidos en algún sitio, porque yo ya he desistido de encontrarlos. Rehiciste tu vida, te casaste y tuviste hijos, y ahora esos hijos te han dado nietos. Es el ciclo de la vida, es la sucesión natural de las generaciones. Es lo que habríamos hecho nosotros de haber continuado juntos.
De veras que no te culpo. En su momento te odié, tanto que el pecho se me abría de dolor cada vez que pensaba en ti. Pero ese sufrimiento, inmenso a veces, no pudo acabar con mis sentimientos hacia ti, no pudo doblegar mi voluntad de no olvidarte. Y por ello sigues alojado en mí, muy cerca de mi corazón y en el centro de mi mente, porque es allí donde has estado desde que te conocí.
¿Volveremos a cruzar nuestros caminos algún día? Yo estoy segura de que te reconocería al instante, sin dudarlo. Sentiría tu presencia kilómetros antes de que tu dulce olor llegara hasta mí. El corazón se dispararía y tendría que sentarme para que mis piernas no se doblaran cual frágiles juncos. Ni siquiera puedo imaginar volver a ver tus ojos. Creo que no podría resistirlo. Creo que sería lo último que viese antes de desmayarme. Pero sabría que eres tú. Incluso cuarenta años después."