miércoles, junio 11, 2008

Más difícil todavía













Si ya escribir es una tarea harto complicada, y que merece toda mi admiración -siempre que hablemos de buena literatura, claro está- hacerlo en otra lengua distinta a la materna me parece algo extremadamente difícil. A una servidora le encantan los idiomas, y de hecho no se le dan nada mal, pero de ahí a utilizar otra lengua como instrumento de trabajo a la hora de ponerse delante de la hoja en blanco (o la pantalla del ordenador) y dominar dicha herramienta con mayor brillantez y soltura que muchos escritores nativos, eso se me antoja casi imposible.

Hay casos que nos demuestran que estas rarezas también ocurren en la historia de la literatura. Nabokov es un ejemplo de ello. El autor de la inolvidable Lolita era trilingüe desde la infancia. Al parecer la culpable de que dominara con cierta soltura el inglés -idioma en el que acabaría escribiendo sus obras maestras- por encima del ruso, su lengua materna, fue su ama de llaves, que le enseñó a leer y escribir en ese idioma.

Podemos pensar que Nabokov jugaba con cierta ventaja, pues dominaba los rudimentos del idioma anglosajón desde pequeño. Bien distinto es el caso de Joseph Conrad, cuyo verdadero nombre era Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más acorde con su origen polaco. Este autor tenía como segunda lengua el francés, aunque nunca lo utilizó como herramienta para su trabajo de escritor. Por el contrario, se inclinó también por el inglés, con el que creó una prosa sonora y vibrante que no ha dejado de despertar elogios de los críticos más escépticos.

Podrían citarse más casos, como el del búlgaro Elias Canetti, que aprendió alemán durante su adolescencia y escogió este idioma para escribir sus obras más importantes, o el irlandés Samuel Beckett, que se instaló en Francia para quedarse allí de forma definitiva y adoptó enseguida el francés como vehículo de expresión literaria.

Si ya sentía admiración por algunos de estos escritores, ahora reconozco aún más la dificultad de su trabajo. Dejar de lado tu lengua madre, la que utilizas normalmente para comunicarte, la que nos hace sentirnos cómodos, para escribir frases enteras y páginas de buena literatura en otro idioma, es ciertamente una tarea de titanes. Ante esto, una no puede sino quitarse el sombrero y exclamar ¡Chapeau! Una lección de esfuerzo y de superación personal de la que todos podemos (y debemos) aprender.


De arriba abajo: Samuel Beckett, Joseph Conrad, Elias Canetti y Vladimir Nabokov.

8 comentarios:

Soy ficción dijo...

Estreno yo!

Bueno, a mi es q me parece imposible... Pero parece q ciertos idiomas pueden a llegar a inspirar más no? No se, a lo mejor es q encajan mejor en ciertos estilos...

El Doctor dijo...

Desde luego es todo un don.Escribir bien en nuestro propio idioma ya es complicado;un aprendizaje,según Francisco Umbral,que lleva toda una vida.E.M.Cioran,el gran filósofo rumano escribió sus mejores obras en francés.Cambiar de idioma representa también cambiar toda la estructura de tu propio pensamiento.¿No es acaso el lenguaje herramienta del pensamiento.
Oscar Wilde dijo respecto al estilo:"Es estilo es tener algo que decir y decirlo bien."

Besos.

fractal dijo...

Pocas veces he leído una valoración del bilingüismo tan acertada; la agradezco.

En Catalunya es frecuente el bilingüismo escrito y hablado. No es fácil, o por lo menos a mi no me resulta sencillo escribir en un idioma diferente del que pienso. Pero lo intento. Lo que más me cuesta es combinar lecturas y escritura. Es decir, mientras escribo en un idioma no suelo leer en el otro.
Pere Gimferrer escribe su obra en francés, catalán o castellano. Laia Fábregas ha escrito recientemente su primera novela en holandés. Y así, encontraríamos tantos otros ejemplos de lo que quizá podría ser una tendencia propia de los idiomas minoritarios.

Estoy de acuerdo en que es un esfuerzo que vale la pena compartir para valorar y comprender la realidad de paises pequeños
.

Javier Puche dijo...

Muy interesantes tus apreciaciones, Elena.
Tras leerlas, he pensado que quizá estos maravillosos desertores idiomáticos encontraron en la segunda lengua un extrañamiento que en cierto modo favorecía su escritura. Un extrañamiento, una nueva sonoridad, un desafío, una llave mágica para entrar en la ficción. Quizá la lengua materna estaba para ellos contaminada de rutina, demasiado pegada a lo cotidiano, como las llaves de casa o el trapo para limpiar el polvo, y necesitaban una herramienta absolutamente nueva para acceder al ámbito de lo irreal. Uno a veces, acaso por superstición, tiende a emplear cuando escribe términos levemente extraños, con los que no está del todo familiarizado, distintos al léxico que emplea para desenvolverse cuando habla, supongo que con la secreta e ilusoria esperanza de que esos términos, presumiblemente más nobles, o menos gastados, propicien el encuentro milagroso con lo literario. Y cambiar de idioma tal vez sea un modo de extremar esta generalizada tendencia. Desde semejante perspectiva, cabe pensar que los autores que mencionas no hicieron otra cosa que facilitarse considerablemente la tarea. En una lengua nueva, cada palabra es un pequeño talismán.

Joselu dijo...

Coincido el líneas generales con lo que escribe Hernan, pero además añadiría que estos escritores que utilizan literariamente una lengua distinta a la materna (No sé si podría sumarse el caso de Kafka -checo, judío- que escribió en alemán, su segunda lengua)amplían considerablemente las posibilidades expresivas de esa lengua adoptada. Son capaces de encontrar resonancias nuevas, relaciones imprevistas y desconocidas entre las palabras y las imágenes, por el extrañamiento que supone escribir en una lengua distinta a la materna. Es más que una traducción de estructuras lingüísticas; es una nueva recreación que en literatura (si se es un genio, claro)tiene consecuencias feraces extraordinarias. Pero también coincido con Francisco Machuca en que la escritura es un don, como la pintura, el cine, el teatro, ser maestro... Y quien tiene ese talento puede recrearlo en otros idiomas. Me sumo al homenaje y al chapeau de tu post. Un cordial saludo.

Lorena dijo...

Me parece increíble la labor de estos escritores. Escribir es dificilísimo, incluso para la persona con más talento, y es algo digno de mención que estos escritores crearan obras tan estupendas en lenguas que no eran maternas. Yo lo admiro porque a veces me cuesta encontrar palabras en mi lengua para transmitir lo que siento, no sé cómo podría encontrarlas en una lengua con la que no he crecido.
Un besazo preciosa!

Elena Casero dijo...

Estoy de acuerdo con la opinión de Frac- mi companya de blog.
El cerebro es un músculo increíble y así lo han demostrado estos escritores y otros tantos que escriben en dos lenguas distintas.
Los que somos bilingües de nacimiento o casi, como es mi caso, podemos escribir en ambas, aunque siempre parece que una se decanta más que otra. Ese es mi caso, no el general.
Creo que, una vez que el cerebro se habitúa, no es tan complicado cambiar de idioma. Ya no se traduce, es como un acto reflejo.
Pero yo no me atrevo a enfrentarme con una novela cambiando de idioma.

Besos

Mª Carmen dijo...

Soy una "humilde" admiradora de tu blog. Como soy una apasionada de la literatura, aprendo muchísimo con tu blog. Me he permitido darte un premio de blog con vida en mi blog, pásate (si tienes tiempo a recogerlo), sólo consiste en que pongas la imagen y cubras el cuestionario como hemos hecho el resto.

bicos, un saúdo e graciñas por tanta sabiduría