
Al parecer, Mishima era un nostálgico del pasado. Nacido en 1925, siempre sintió una gran fascinación por los samurais -como demostraría al final de su vida- y la cultura tradicional nipona. Llegó incluso a formar una milicia privada que él mismo entrenaba y dirigía. Fue contrario a la occidentalización y modernización de su país, y su pensamiento puede considerarse fascista en muchos aspectos. En 1970 intentó una especie de golpe de estado, al asaltar un cuartel del ejército con ayuda de algunos de sus seguidores para animar a los soldados a rebelarse contra el gobierno japonés y restaurar el antiguo poder del emperador. Sin embargo, tuvo dificultades para hacerse oír, y los soldados acabaron burlándose de él, por lo que, ni corto ni perezoso, Mishima decidió (ya lo tenía pensado de antemano) quitarse la vida mediante el rito del sepukku (que aquí conocemos como hara-kiri). Aquello debió de convertirse en una auténtica carnicería, pues el rito establece la ayuda de un "asistente" que debe decapitar al suicida en caso de que este sufra demasiado. Con Mishima lo intentaron tres veces antes de tener éxito. Otro de sus seguidores escogió la misma forma de morir junto a su maestro. Este dramático final, planeado con una gran minuciosidad desde hacía más de un año por el propio Mishima, puso fin a una trayectoria literaria que estuvo a punto de hacerle valedor del mismísimo premio Nobel.
Parece mentira que de una mente tan atormentada como la de este autor -no entiendo que una persona con cierta estabilidad emocional ponga fin a su vida de esa manera- saliera una novela tan dulce y sosegada como es El rumor del oleaje. Se trata de una historia de amor entre dos adolescentes, que descubren juntos las primeras caricias, los primeros besos, pero que deberán enfrentarse a una serie de dificultades para conseguir estar juntos. Mishima capta con una gran delicadeza esos titubeos y nervios propios del primer amor, y el descubrimiento de todo un mundo de sensaciones al que hasta ese momento los adolescentes eran completamente ajenos.
Sin embargo, desde mi punto de vista lo mejor del libro no es la historia en sí. Lo más conseguido es la ambientación de la novela, que se desarrolla en una tranquila isla de pescadores donde todo el mundo se conoce y convive de forma más o menos pacífica. Las costumbres del pueblo, los oficios, las vestimentas de los habitantes, son descritas con una minuciosidad exquisita. Mishima consigue arrastrarnos a ese mundo bucólico donde no existen el estrés ni la prisas, un mundo donde las tradiciones se respetan, y los hijos heredan el oficio de sus padres sin plantear la más mínima oposición. El mensaje del autor parece ser: aún siguiendo las tradiciones, se puede alcanzar la felicidad plena. En efecto, Shinji y Hatsue, los protagonistas, deberán vencer una serie de dificultades pero, sin necesidad de rebelarse y acatando las reglas en todo momento, su amor llegará a ser aceptado por todos, incluso por el intransigente padre de la muchacha. La lealtad, el valor y la honestidad son los valores que más destacan en esta historia. Eso sí, los personajes son demasiado planos, y los "malos" acaban recibiendo su castigo. Ese amor de Mishima al mundo tradicional japonés se respira aquí con especial intensidad.
El rumor del oleaje es un viaje a la tranquilidad de una isla remota en el Pacífico. Es un encuentro con una sociedad tradicional que presenta muchos aspectos positivos: la solidaridad mutua, la convivencia en armonía con el marco natural, el respeto a los mayores... Son valores que se están perdiendo en gran parte del mundo actual, y que, sin estar de acuerdo con Mishima en muchos otros aspectos, nos parecen dignos de defender y de perseguir. Ese, y su prosa cargada de lirismo, son quizás el mejor legado que este autor nos ha dejado.