
En El grupo, McCarthy realiza un recorrido por las vidas de ocho mujeres, amigas desde la Universidad, que ven cómo sus vidas soñadas y planeadas cuando eran estudiantes se van encaminando hacia otros derroteros bien distintos. La novela presenta además numerosas notas autobiográficas (la propia McCarthy estudió en la misma Universidad de las protagonistas). Así nos encontramos con fracasos y éxitos, sueños rotos e ilusiones cumplidas, pero en casi todos los casos subyace un fondo de desilusión y de engaño, como si el hecho de ser mujeres más o menos cultas y preparadas no fuera suficiente para alcanzar una existencia plena y llena de sentido. Es pues una historia de personas reales, de carne y hueso, en la cual cada lector podrá encontrar algunos reflejos que le recuerden a algún caso conocido o incluso a algún capítulo de su propia vida.
La historia comienza con la boda de una de las amigas, Kay, donde todo el grupo se reúne para festejarlo, y finaliza con otro episodio relacionado con la misma persona, cuando el grupo vuelve a coincidir después de una serie de años. El muestrario de personajes es muy amplio, tanto que a veces es fácil perderse en los detalles de las vidas de cada uno de ellos. De este modo nos encontramos con todo tipo de caracteres, que retratan muchos de los problemas y prejuicios de la sociedad norteamericana de los años 30: el maltrato físico y psicológico (desgraciadamente sigue siendo muy de actualidad en nuestros días), el divorcio, el adulterio, la misoginia, la locura mental y el psicoanálisis (muy de boga por entonces), la homosexualidad, la importancia que se le daba a la virginidad femenina a la vez que las mujeres comenzaban una verdadera liberación sexual con el uso de métodos anticonceptivos, etc. En mi opinión, al menos dos capítulos merecen el calificativo de geniales: el de Dottie y su aventura con un artista, donde se analizan los prejuicios y la doble moral norteamericana en relación al sexo; y el de las tribulaciones de Priss, donde la escritora critica con ironía las teorías de algunos pediatras (el marido de Priss es uno de ellos) sobre el cuidado de los bebés, que defendían una especie de plan espartano un tanto cruel a la hora de criar un niño.
Priss y Dottie son sólo dos de los curiosos personajes que podemos hallar en este libro. Pero hay muchos más. Creo que, aunque el hilo argumental es un tanto confuso y a veces puede hacer algo monótona la lectura de la obra, merece la pena el esfuerzo de leerla. Quizás descubráis, como yo, que aunque hayan pasado más de setenta años, muchos de los tabúes y prejuicios que allí aparecen criticados siguen enquistados en la sociedad actual no sólo en Estados Unidos, sino también en nuestro país. Y que es cierto que en muchas ocasiones los sueños e ilusiones que teníamos en nuestra juventud se van desvaneciendo cuando la vida nos arrastra -o nosotros nos adentramos por decisión propia- por caminos muy diferentes a los que imaginábamos. Una buena formación nos da muchas posibilidades de elegir y ser felices en un futuro, pero desgraciadamente nadie nos enseña a amar y a controlar nuestras emociones. Eso debemos aprenderlo por nosotros mismos.