
Desde el estado de shock inicial, convertida en una autómata durante un tiempo, Joan va desgranando las dificultades con que tuvo que enfrentarse para seguir adelante cuando apenas tenía fuerzas. Su hija seguía grave en el hospital, y por ello se convierte en el centro de atención de una madre perdida que durante mucho tiempo siguió albergando vanas esperanzas de que él volvería. "John estaba vivo, y un instante después, estaba muerto". La incapacidad para asumir un golpe tan brutal empaña las acciones de Joan en los primeros meses y semanas tras el óbito. Cuando su hija parece más o menos recuperada, una vez celebrado el funeral por el padre fallecido, Montana vuelve a caer enferma y la negra sombra ronda de nuevo el hogar de Joan. Afortunadamente, la joven saldrá airosa de este trance.
El libro termina el 31 de diciembre de 2004, un año y un día después de la muerte de John. Las palabras de Joan hablan por sí solas: "Mientras escribo esto, me doy cuenta de que no quiero terminar este relato. Ni tampoco quería terminar el año. La locura disminuye, pero la claridad no la sustituye. Busco objetivos y no encuentro ninguno".
El año del pensamiento mágico no es un manual sobre cómo superar una pérdida. Es algo mucho más valioso: un testimonio sobre la pérdida en sí, sobre la cotidianidad tras la muerte, sobre la melancolía y la desesperación. Por eso es tan extraordinario. Porque es algo que, inevitablemente, nos sucederá alguna vez a todos. Porque nos reconocemos en su historia. Porque necesitamos saber que, tras algo así, es posible la supervivencia. Es posible seguir adelante.
El dolor de las primeras páginas deja paso a una sensación de incredulidad ante lo que está pasando, que se diluye con el tiempo para convertirse en un aire de tristeza que acompaña a Joan durante mucho tiempo. No obstante, ese dolor mitigado vuelve a veces con renovada fuerza cuando uno menos se lo espera. Os dejo algunos fragmentos:
"El desconsuelo es diferente. El desconsuelo no tiene distancia. El desconsuelo llega en oleadas, en acometidas, en repentinos arrebatos que debilitan las rodillas, ciegan los ojos y borran la cotidianidad de la vida. Virtualmente, todos los que han experimentado el desconsuelo mencionan este fenómeno de las oleadas."
"Las personas que acaban de perder a alguien tienen una mirada que quizás sólo reconozcan los que han visto esa mirada en su propio rostro. Yo la he visto en mí y ahora la veo en otros. Es una mirada de extrema vulnerabilidad, desnudez y sinceridad. Es la mirada de quien sale de la consulta del oftalmólogo con las pupilas dilatadas a la radiante luz del día o la de quien suele llevar gafas y de repente le obligan a quitárselas. Las personas que han perdido a alguien parecen desnudas porque ellas mismas se creen invisibles. Yo misma me sentí invisible durante un tiempo, incorpórea."
Y, pasado un tiempo, llega la constatación de que hay que pasar página, hay que poner al muerto en su sitio para poder continuar con nuestra vida. Un momento que no deja de ser igualmente doloroso:
"Sé por qué intentamos mantener vivos a los muertos: intentamos mantenerlos vivos para que sigan con nosotros. También sé que si hemos de continuar viviendo llega un momento en que debemos abandonar a los muertos, dejarlos marchar, mantenerlos muertos. Dejarlos que se conviertan en la fotografía sobre la mesa. Dejarlos que sean un nombre en las cuentas fiduciarias. Soltarlos en el agua. Pero el saberlo no me hace más fácil tener que soltarlo en el agua."
Joan vivió una situación de extrema dureza, pues enfrentarse a la muerte de un ser querido cuando otro está luchando por su vida en un hospital no es muy frecuente. Sin embargo, tras leer el libro, tengo la sensación de que consiguió superar en parte lo sucedido. Por supuesto, con un vacío en el alma que le durará siempre, pero mirando adelante y volviendo a ilusionarse con las pequeñas cosas que hacen nuestra vida más llevadera. Su historia es la mejor muestra de ello.
Esta semana he pasado por un trance bastante difícil para mí. Mi gata Swara, con sólo cuatro años, cayó gravemente enferma hace unos días y murió el pasado lunes. Curiosamente, los últimos libros que he leído giran en torno al mismo tema. Sé que sólo era una mascota, pero para mí era algo muy especial. La echaré de menos, más de lo que quisiera.